Un domingo en Guanajuato
¬ José Antonio López Sosa martes 13, Abr 2010Detrás del Poder
José Antonio López Sosa
GUANAJUATO, GTO.- El sol ilumina los balcones sobre el callejón de Barranca, amanece la ciudad fresca con una leve brisa que corre por calles y rincones, el azul del cielo es nítido y las aves pasean de balcón en balcón. Justo a unas cuadras hacia “arriba” (porque todo es arriba y abajo) llegamos al emblemático “callejón del beso”, decenas de oriundos narran a los turistas la trágica historia que dio nombre a este estrecho callejón, asimismo todo visitante con pareja no olvida besarse en el tercer escalón como bien lo dicta la tradición.
Procedimos a caminar a la histórica Alhóndiga de Granaditas, este día la entrada es libre para el público y sus pasillos están prácticamente llenos de turistas y guanajuatenses que buscan rescatar un poco de aquel glorioso y mítico pasado que une la génesis de la nación mexicana a este gran edificio.
José Ascensión Guerra Aguilar es masón, erutado de la historia y en sus ratos de ocio guía de turistas en la Alhóndiga, en poco más de cuarenta minutos nos tuvo a un nutrido grupo de visitantes anonadados con la plática, las anéctodas y la forma tan sutil en que nos llevó cientos de años atrás para comprender fuera del mito lo que sucedió en el movimiento de independencia nacional que tiene que ver directamente con Guanajuato, me pareció estar frente a uno de los mejores cronistas de la historia mexicana (su e mail es: guiaculturalchon@hotmail.com ). Pareciera mentira que la gran Alhóndiga pasó de ser granero a prisión, vecindad, escuela, refugio para insurgentes y realistas y sitio olvidado en menos de 200 años, con guías como José Ascensión en un lugar como este resulta sencillo y fascinante escuchar sobre nuestra historia. A unas calles de ahí, el mercado Hidalgo que años atrás fuese la plaza de toros se erige en lo alto, lleno de víveres y mercancías está convertido en el principal centro comercial de la ciudad, sus pasillos muestran la abundancia que siempre ha existido en Guanajuato, ahora por el patrimonio que representa y el trabajo de los guanajuatenses, antes por el significado minero que esta ciudad tuvo desde su nacimiento.
Cada plazuela y cada callejón tiene un sentido distinto, cada historia y cada leyenda nos dejan ver como un lugar relativamente pequeño puede estar lleno de tantas historias, para ello tan sólo bastó con mucho oro y plata, un fanatismo religioso exagerado y aquilatar las usanzas españolas con las costumbres indígenas, concluyo que las leyendas de Guanajuato son parte del proceso del mestizaje nacional.
Finalmente, el mejor café de la ciudad lo encontramos en un rincón muy cerca de San Jerónimo, donde hace algún tiempo un “gringo” llegó y se estableció, se llama “Café Tal”, compran el grano a productores orgánicos de Veracruz y Michoacán y ahí lo tuestan, sin lugar a dudas el mejor “espresso” de la ciudad y un elíxir llamado “beso negro”, que consta de un concentrado de chocolate al estilo espresso cuya consistencia y sabor son indescriptibles para este periodista, ¡qué cosa!, Gregory -el dueño- nos explica con gran sentimiento el por qué decidió vivir el resto de su vida en Guanajuato y no volver más a los Estados Unidos, una historia más que guardan los muros de esta ciudad.
Así transcurre la vida en Guanajuato, así pasan los días y las horas entre calles empedradas, historias y muestras artísticas. Así nos llena de magia y encanto una ciudad como pocas en el país, así la tranquilidad nos llena en una época donde resulta más que difícil encontrarla.
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