Tragedia en las minas
¬ Augusto Corro viernes 27, Jul 2012Punto por punto
Augusto Corro
Siete trabajadores perdieron la vida al estallar el gas metano (grisú) en una mina de carbón mineral, La Florida, ubicada en Múzquiz, Coahuila. La muerte ronda en esa zona carbonífera de Coahuila, ante la complacencia de las autoridades laborales que realizan inspecciones superficiales para no perjudicar los intereses de los dueños de las minas.
No es la primera vez que perecen mineros que laboran en los pozos para extraer carbón. La tragedia se registró en la mina operada por Minera El Progreso. Esta empresa fue sancionada en dos ocasiones por carecer de salidas de emergencia en uno de los pozos.
Perdieron la vida los siguientes trabajadores: Fidencio Sánchez Arellano, de 32 años de edad; los hermanos Rey y Héctor Alcalá Ramírez, de 39 y 33 años, respectivamente; Guillermo González Medina, de 22: César Jiménez Cacho, de 24; así, como los también hermanos Omar e Iván Ramírez Almanza, de 20 y 26. Después del accidente, se denunció que los mineros carecen de prestaciones laborales. Entre otras cosas no están registrados en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
También manifestaron ante las autoridades “que sus jefes los obligaban a bajar al pozo sin equipo autónomo de respiración, que es indispensable en caso e quedar atrapados a causa de un derrumbe”.
Cabe recordar que el 19 de febrero del 2006 también se registró una explosión en la mina Pasta de Conchos y los sesenta y cinco trabajadores siguen sepultados en ese lugar. Ni la empresa, ni las autoridades se empeñaron en sacar de los túneles los cuerpos sin vida de los mineros.
Las cifras de los accidentes mineros nos revelan que las empresas y las autoridades laborales se pasan por el arco del triunfo los reglamentos de seguridad: a los primeros poco les importa la vida de sus trabajadores; y a los segundos se les complica realizar inspecciones.
Ante esas condiciones, nada garantiza que ya no habrá más muertes en las minas de carbón, en las que laboran personas que, obligadas por las necesidades económicas, no reparan en los riesgos que corren en esos centros de trabajo.
EL CANCER DEL SUBCOMANDANTE
De las noticias que circularon en estos días, una resaltó por su importancia: el cáncer en el pulmón del “subcomandante Marcos”.
El panista Luis H. Alvarez, en su libro “Corazón indígena. Lucha y esperanza de los pueblos originarios de México”, señala que el líder guerrillero padece el mal citado y que para recuperar su salud solicitó apoyo del gobierno federal. El blanquiazul Alvarez, uno de los santones de Acción Nacional, estuvo comisionado en Chiapas, para buscar una solución al conflicto planteado por la subversión en la selva, encabezada por el subcomandante Marcos y los indígenas de la zona.
El panista dijo que Jaime Martínez Veloz, un miembro de la Comisión de Concordia y Pacificación Cocopa), le había manifestado del problema de salud que padecía el guerrillero. Sin embargo, Martínez Veloz desmintió, inmediatamente, la afirmación del panista Alvarez.
¿Quién dice la verdad? Solo el propio Marcos podría aclararla. El hecho preocupa porque se trata de la salud de un ser humano que podría, en caso de ser cierto, llevarlo a la muerte.
Por lo demás, el controvertido dirigente perdió influencia política. Disfrutó sus momentos de gloria cuando se alzó en armas en la selva chiapaneca. Su imprudencia llevó a la muerte a decenas de indígenas que con “armas” hechizas intentó enfrentar al Ejército. Después inició una “comedia” revolucionaria que los alejó de los reflectores de la opinión pública.
En las elecciones presidenciales del 2006, Marcos decidió alejarse de Andrés Manuel López Obrador, fue criticado acremente por las huestes lópezobradoristas.
En el presente, el “subversivo” Marcos vive del recuerdo. Su lucha en nada cambió la situación social que viven los pueblos indígenas chiapanecos marginados.
CIFRA
ESPULUZNANTE
De acuerdo con datos de la Procuraduría General de la República (PGR) casi siete mil personas víctimas de secuestro fueron liberadas en operativos realizados por autoridades mexicanas.
Claro, la cifra corresponde a hechos registrados por las autoridades; pero aquellas privaciones ilegales de la libertad que no se denuncian, ¿cuántas son? Porque, seamos sinceros, en México no existe la cultura de la denuncia, entre otras cosas, por el temor del ciudadano de acercarse a las autoridades.
De lo anterior se desprende que México se encuentra en una de las peores crisis de violencia de todos los tiempos: por un lado, son más de 60 mil personas que han perdido la vida en la guerra contra la delincuencia organizada; suman miles las viudas, huérfanos y desaparecidos.
En algunas regiones del país, el tejido social fue destrozado por las acciones criminales de los cárteles de la droga. Los pueblos son abandonados por sus moradores, debido al baño de sangre que vive el país. En términos generales, la sociedad vive en el terror y cada vez se encuentra más angustiada por la violencia creciente.
La impunidad es uno de los problemas más graves que padecemos los mexicanos. Según las estadísticas, más del 90 por ciento de los delincuentes gozan de libertad total. Unos cuantos criminales son detenidos y llevados ante la justicia. Los secuestros son únicamente una parte del horror que invade a México.
Feliz fin de semana.