Calderón y su obsesión
Francisco Rodríguez miércoles 25, Jul 2012Índice político
Francisco Rodríguez
Obsesionado en tener la razón, en poseer el argumento decisivo o la propuesta incomparable, Felipe Calderón asiste incrédulo y estupefacto a su derrota frente a adversarios que él creyó haber sepultado en el 2006, mientras que Vicente Fox lo habría hecho con los otros en el 2000.
El todavía ocupante de Los Pinos no alcanza a entender cómo es que los panistas y su administración siendo “mejores” y teniendo propuestas más “sociales” perdieron porque los electores no cayeron rendidos a su oferta con el voto masivo.
Y en una entrevista tras otra, el ocupante de Los Pinos simula el orgullo herido. No perdió él, nos dice. Y trilla sobre lo ya trillado: ganó México; ganó la democracia… bla, bla, blá.
¿Será que el orgullo herido que invariablemente bloquea la autocrítica empieza a dejar paso a la reflexión serena?
No. Ni pensarlo siquiera. Ante su derrota, Calderón ha recurrido nuevamente a la auto conmiseración. No llora, no se lamenta, al menos no en público. Insinúa, eso sí, las vejaciones que sufrió, los obstáculos que encontró en su camino, las desgracias que le impidieron tener éxito. Quiere hacernos partícipes de su sufrimiento y que lo compadezcamos por el hecho de que no haya podido realizar todo lo que la vida –su corazón y su alma— le había prometido.
Malagradecidos por no percatarnos de su entrega total a su causa, reclama que deberíamos identificarnos más profundamente con él, hasta ver el mundo como él mismo lo ve.
Calderón está convencido de que la sociedad lo trata injustamente y, en cambio, él ha sido soberanamente generoso con los demás.
Recurre así al discurso de las emociones como vehículo decisivo para generar los sentimientos que les permitan transmitir su mensaje de despedida en las mejores condiciones.
Que ya no se le juzgue solamente por sus machaconas y, por ende, desgastas palabras –guerra, violencia, criminales, muertos, víctimas, desplazados— y sus promesas incumplidas –empleo, seguridad, manos limpias—, sino por su entrega total a México… aunque, amén de fallida, dicha entrega haya resultado desastrosa.
Calderón agradeció –en gira por Hermosillo, la capital sonorense— “la enorme oportunidad que me han brindado para servir a nuestro querido México.
“Ha habido aciertos, ha habido errores sí, pero no tengan la menor duda que le hemos puesto alma, vida y corazón al trabajo de servir a México y a Sonora y esa oportunidad yo se las aprecio enormemente”
¡Pamplinas! Que nadie se deje llevar por las emociones. No caigamos en la trampa. Que no nos haga mirar nuestra vida sentimental como si fuera un conjunto de proyectos de ley que no alcanzaron el consenso o que fueron derrotados en el Congreso, o de presupuestos amañados, o de crisis políticas como la que hoy nuevamente enfrentamos…
Veámoslo con detenimiento. Los últimos seis han sido los mejores años de la vida de Calderón. Impuso su voluntad. Alcanzó riquezas inimaginables para quien hace menos de una década no podía conseguir un crédito hipotecario. Viajó mucho más lejos que a Morelia. Comió, bebió, se codeó con los más ricos, los más poderosos, los más populares. La calidad de vida de los mexicanos, mientras tanto, se desplomó.
¿Con el corazón? ¿De qué tipo? Porque en un corazón cabe el autoritarismo, el fascismo, el despotismo y la tiranía, lo mismo que el monarquismo, el realismo, el extremismo e incluso el neocatolicismo.
¿Y con el alma? Bueno, concedamos que sí, que con el alma, porque bíblicamente hasta los animales la poseen.
Leo en el Génesis (1:21, 24, 28):
Y Dios procedió a crear los grandes monstruos marinos y toda alma viviente que se mueve… Y Dios pasó a decir: Produzca la tierra almas vivientes según sus géneros, animal doméstico y animal moviente y bestia salvaje de la tierra según su género y todo animal moviente que se mueve sobre la tierra.
Y sí, claro, también estas bestias nos mueven muchas veces a la compasión, ¿o no?
Índice Flamígero: Cuente usted 129 días más. Eso falta para que termine este sangriento sexenio.