Uno de los retos de Peña: modernizar al PRI
Roberto Vizcaíno miércoles 25, Jul 2012Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
- En el PRD y PAN las responsabilidades no son menores, o se modernizan o los rebasan
- EPN tiene a favor la más importante estructura política nacional
- Las resistencias sociales son del tamaño de la exclusión que hoy sufren los mexicanos
Al ganar la Presidencia de la República, Enrique Peña Nieto adquirió la responsabilidad no sólo de sacudir y restructurar a la poderosa maquinaria del gobierno federal sino también la estructura de su partido.
La tarea del mexiquense sin embargo no queda ahí. Los resultados de los procesos presidenciales de 2006 y 2012 indican que el sistema político mexicano requiere de una reforma a fondo, que modifique y reoriente las reglas del ascenso democrático al poder.
Eso exige de entrada un nuevo pacto social y político.
Hoy, dice bien el senador y ex gobernador de Hidalgo, Jesús Murillo Karam, está regulada la relación entre partidos y gobierno, pero no así la relación entre partidos y ciudadanos.
Ahí precisamente se encuentra uno de los puntos neurálgicos de la inconformidad social. Los ciudadanos son excluidos de las grandes decisiones nacionales.
Murillo ha externado su intención de promover una nueva reforma para regular precisamente esta relación de los mexicanos y los partidos a fin de que estos se conviertan en correas de transmisión entre los ciudadanos y su gobierno.
No se trata sólo de que exista la posibilidad de lanzar y elegir a candidatos ciudadanos, sino de que los partidos cumplan con su función de representación de los mexicanos ante los centros de poder.
Dentro de este contexto, Peña Nieto deberá primero ir por la restructuración de su propio partido, el PRI. Tendrá que darle una sacudida para eliminar las viejas prácticas y normas anquilosadas, e inyectarle la suficiente modernidad como para que se inserte en el nuevo esquema de un México moderno, esencialmente joven y global. Todo eso sin perder la esencia de su origen: ser un instrumento de justicia social y defensa del nacionalismo.
Su intervención ante el Consejo Político Nacional del PRI, asamblea anterior a las elecciones, cuando sorpresivamente les anunció a sus miembros y estructuras que había llegado el fin de las viejas prácticas dentro del tricolor y para quienes no entendieran el nuevo rol de este partido, Peña Nieto sabe cuáles son sus retos como nuevo líder máximo del PRI.
De acuerdo al estupendo reportaje de Francisco Reséndiz publicado en su edición de ayer de El Universal, el mexiquense ha fijado ya su objetivo y posición frente al reto de conducir desde Los Pinos al PRI.
“Mi participación personal con mi partido político será, primero, en mi carácter de presidente de la República; tendré un gran respeto por la institución presidencial y gobernaré para todos los mexicanos.
“Pero ello de ninguna manera me priva, ni conculca mi derecho político a mantener mi militancia y mi actividad política dentro de mi partido, el que espero permita también impulsar reformas a su interior, como varios sectores del propio partido han venido señalando y postulando.
“Creo que el partido tiene que renovarse, actualizarse, reformarse para la vida política institucional de los tiempos modernos y de los tiempos democráticos”.
Reséndiz rescata ahí los comentarios del senador Murillo Karam, coordinador jurídico de Peña Nieto y ex secretario general del CEN del PRI, quien defiende los avances de su partido y dice:
“El PRI es un partido que ha evolucionado constantemente, algo que nadie puede negar, y que evidentemente hoy tiene que dar un estirón mayor en su evolución para ponerse como ejemplo nacional de lo que significa el respeto fundamental a los derechos ciudadanos, el respeto a los derechos humanos, el respeto a las leyes, la recreación del Estado de Derecho.
“Para ello es fundamental que metamos mano primero a nuestros estatutos, a nuestros documentos básicos y también me gustaría mucho ir pensando en una ley de partidos políticos que haga de ellos lo que la Constitución dice que deben ser, los intermedios entre la sociedad y el Estado, es decir, que sean el mejor vehículo para que los ciudadanos puedan llegar al poder”.
En esta misma línea se mueve y actúa el ex gobernador mexiquense César Camacho Quiroz, presidente hoy de la Fundación Colosio, quien piensa que mucho más que cambiar de nombre, el PRI debe renovar sus principios, redefinir sus propósitos, y acercarse todavía más a los mexicanos.
“En una palabra: que el PRI se fortalezca y asuma una forma nueva, se reforme. Conduciendo dicho proceso, Peña Nieto será mucho más que el candidato histórico que recuperó la Presidencia y el gran gobernante, será el estadista que imprima renovado impulso a la política mexicana”.
Frente a estas intenciones, hay muchos ciudadanos, intelectuales y políticos de otras fuerzas que creen que el PRI no tiene remedio, y que con Peña Nieto regresa al poder un partido que se movía dentro de la corrupción y el autoritarismo.
De ahí surgen sin duda muchas de las muestras de rechazo que han ocurrido en el país a lo largo de este mes de julio, que si bien han sido promovidas por Andrés Manuel López Obrador y sus cercanos, o por los dirigentes del PAN encabezados por el senador Gustavo Madero, tienen una base de inconformidad ciudadana.
Peña tiene a su favor para enfrentar este y todos los demás retos, el hecho de que ganó contundente y legítimamente el cargo por 19 millones de votos.
Tiene tras de sí 19 millones de voluntades que optaron y creyeron en él; 3 millones más que los 15 millones de votos alcanzados por Andrés Manuel López Obrador, que –hay que reconocerlo-, no son pocos votos.
El mexiquense tiene también a su favor que de los 31 gobernadores el PRI cuenta con 21 y con las bancadas más grandes dentro del Senado y la Cámara de Diputados así como el predominio en 23 congresos estatales y la mayoría de las alcaldías del país.
Es decir, que los priístas que gobernarán junto con Peña Nieto forman la fuerza política más importante de México.
Eso no significa que esta fuerza la vaya a utilizar Peña Nieto para aplastar o para imponerse numéricamente a sus opositores, pero sin duda será un elemento esencial en la negociación de acuerdos.
De ahí la importancia de reconstruir y modernizar al PRI, de ponerlo al tono del México de hoy. Lo que logre hacer en este punto, va a repercutir en la reconstrucción de las otras fuerzas políticas nacionales, sin duda en el PAN y el PRD.
Sobre todo cuando estas dos organizaciones están hoy en plena descomposición.
El PAN sufre hoy la peor caída de su historia luego de perder la Presidencia de la República, con todo lo que eso representa y llega al fin de su segundo sexenio fallido con apenas 4 gobernadores: Baja California, Baja California sur; Sonora y Guanajuato.
En Puebla, Sinaloa y Oaxaca los de Acción Nacional gobiernan con mandatarios surgidos del PRI y luego de una alianza con el PRD. Esos mandatarios terminan por no ser ni de uno ni de otro partido, sino del de su origen, el tricolor.
En estos años el PAN ha perdido los gobiernos de Chihuahua, Tlaxcala, Querétaro, Nuevo León, Nayarit, Chiapas, Yucatán, Morelos y Jalisco. Muchos bastiones para quedar con apenas 4.
En el PRD las cosas son quizá un poco más complicadas: sus corrientes y cuadros tienen que lidiar hoy con Andrés Manuel López Obrador, quien los jala de nuevo al conflicto.
En este contexto va a ser muy difícil que Marcelo Ebrard o Miguel Ángel Manera o Los Chuchos puedan tomar el control del PRD para reconducirlo a una posición moderna que sea realmente alternativa de gobierno.
Los perredistas arrastran hoy con un hecho irrebatible: que durante los últimos 24 años sólo han tenido dos candidatos presidenciales, Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador.
¿Cuál, entonces, Partido de la Revolución Democrática?
Y como van las cosas todo apunta a que el tabasqueño intentará desde hoy imponerles su candidatura presidencial para el 2018.
Están más que fritos.
En este contexto Peña Nieto deberá impulsar una acción decidida para renovar al PRI, enviar a sus viejos, viejísimos cuadros vivientes al museo de sus grandes historias e impulsar nuevos cuadros y dirigentes, darle una nueva cara y nuevas y más claras formas y maneras de hacer política. Crear el partido que requiere el país de este siglo.
Los que vayan a dirigir al PAN y al PRD tienen los mismos retos dentro de sus organizaciones. De eso depende que el sistema político avance junto con el resto del país. Si no, la sociedad los rebasará y dejará atrás.