La Divina Comedia
¬ Humberto Matalí Hernández viernes 24, Feb 2012Al son de las fábulas
Humberto Matalí Hernández
“Por aquí no pasa jamás alma de justo…”
Dante Alighieri. “La Divina Comedia”.
Citada por muchos, utilizada irresponsable y torpemente por los más, y leída por los menos “La Divina Comedia” es una de las obras literarias torales de la humanidad y en especial de la cultura occidental, como lo son “Las mil y una noches”, “Don Quijote de la Mancha”, “Los cuentos de Canterbury”, “El decamerón”, no pocas de las obras teatrales de Shakespeare y sin dejar de lado a los clásicos griegos, base de lo literario, además del indostano “Ramayana” o el antiquísimo “Poema épico de Gilgamesh”.
Punto y aparte quedan los textos bíblicos y religiosos como +“La Biblia”, “El Corán”, “Los Evangelios”, la “Torá” y otros de carácter religioso. A pesar de su riqueza literaria y la maravillosa creación humana implicada, se les supone inspirados o dictados por alguna divinidad. Y para no urdir en dogmatismos lo conveniente es dejarlos al entendimiento de cada quién y que los tomé como dogma o joya literaria.
“La Divina Comedia” de Dante Alighieri (1265-1321), es cercana a lo humano, a lo vital de la existencia del hombre (aunque algún hipócrita y forzado feminista diría “y de la mujer”) que a lo divino, a pesar del título y utilizar recursos religiosos para situar y narrar la tragedia humana. Y eso dignifica y eleva la obra sobre las raíces místicas, aunque en verdad el genio de Dante le permitió utilizarlos con un sarcasmo e ingenio soberbios.
Escrita en versos o cantos, “La Divina Comedia” es, como el cervantino Quijote, utilizada como expresión y recurso lingüístico, al grado de que el termino “dantesco” se aplica a situaciones sangrientas y violentas, en referencia a las descripciones infernales hechas por “El Dante”, pero lo mismo se podría aplicar a las celestiales, ya que describe también el Paraíso y la belleza de la amada Beatriz. Además de la visita a el Purgatorio. Es cierto que las descripciones más impresionantes son las del infierno, pero las otras no desmerecen en calidad narrativa ni siquiera en una coma. Por lo tanto, es una falta de respeto calificar como “dantesco” las escenas sangrientas, violentas o de terror. Y esto es opinión del añejo navegante de libros, que redacta este texto de recordación literaria.
Este reportero literario tiene la afortuna posesión de una versión de “La Divina Comedia” llevada a la prosa bajo la dirección y con un estudio preliminar de Jorge Luis Borges, así el análisis del genio argentino explica la armonía, situación histórica y ambiente renacentista de Dante Alighieri. Desde luego la edición hecha por Porrúa en el estilo original es muy interesante, sobre todo para los estudiosos del ritmo poético. Lo mismo se puede decir de la impresa por Alianza Editorial.
La versión en prosa es ligera y atractiva para los jóvenes y nuevos lectores y preparada por Jorge Luis Borges no pierde nada de la versión y el lenguaje de una traducción clásica. Enriquecida por las claves y apuntes explicativos que se agregaron a esta edición, entre ellos el esclarecimiento sobre cada uno de los personajes que a lo largo de las visitas al Infierno, el Purgatorio y el Paraíso son observados por Dante y sus guías. El poeta Virgilio para los dos primeros y Beatriz en el Paraíso.
Es valiosa la descripción geométrica que divide en decenas: En el Infierno se encuentran un vestíbulo y los nueve círculos. El Purgatorio son dos vestíbulos, con siete círculos y el Edén en lo alto. Respecto al Paraíso son siete planetarios, más el cielo de estrellas fijas, el cielo cristalino y al último el cielo excelso.
Alighieri sitúa en cada uno de los círculos de su viaje por la etapa infernal a sus enemigos, sometidos a los más grotescos y aberrantes castigos. Así ejerce su venganza sobre los nobles florentinos y de otras regiones de Italia o de la corte religiosa del Vaticano que fueron sus enemigos, pero también presenta a los grandes traidores y pecadores de su tiempo y anteriores.
Respecto al Purgatorio utiliza el mismo procedimiento, además presenta personajes bíblicos como Adán y Eva y poetas como Catón. En cuanto al Paraíso, además de su amada Beatriz, ubica a sus benefactores, mujeres, familiares y otros dignos de agradecimiento, además de los profetas y de varios personajes notables y santificados.
Punto importante para los lectores de “La Divina Comedia” es considerar que para muchos de los estudiosos de la literatura con esta obra se inicia la literatura humanista y renacentista. Y en eso hay muchas discusiones en torno. Lo cual no resta la menor de las importancias a tan magna obra.
Al inició del Canto Tercero, ya bajo la guía del poeta Virgilio, “El Dante” se topa con la condena para ingresar a los círculos del Infierno, inscrita en la puerta: “Por mí se llega a la ciudad del llanto; / Por mí a los reinos de la eterna pena, / Y a los que sufren inmortal quebranto. // Dictó mi Autor su fallo justiciero, / Y me creó con su poder divino, / Su supremo saber y amor primero. // Y como no hay en mí fin ni mudanza, / Nada fue antes que yo, sino lo eterno… // Renunciad para siempre a la esperanza”. En especial la última oración es citada por algunos doctos empeñados en marcar una condena infernal. Pero el verso completo va más allá de eso.
Al llegar al Purgatorio en la prosa de este tomo dice: “Las almas que, al verme respirar, conocieron que estaba aún vivo, quedaron pálidas de asombro; y así como rodea la gente al mensajero coronado de olivo, para saber que nuevas trae, y no reparan en atropellarse unos a otros, así se agolparon, fijando en mí sus miradas, todas aquellas almas venturosas, casi olvidando la belleza que iban a adquirir al purificarse”.
Cual buen escritor de misterio, Dante Aligheri recurre a la “no explicación” del momento cumbre de “La Divina Comedia”, llegar a la presencia del Dios Creador o de La Divina Trinidad, a la cual describe geométricamente: “En la profundidad cuanto clara esencia de aquella divina luz, parecióme que había tres círculos de tres colores distintos, más una sola circunferencia, que el uno era reflejo del otro, como de su igual lo es el arco iris, y que el tercero exhalaba fuego que de los otros dos recibía”. Y después recurre a la luminosidad: “¡Oh eterna luz, que vives en ti sola, que sola tú te comprendes, y que al ser comprendida por ti y comprenderte, te amas y te complaces en ti misma!”. Espléndido juego de palabras para decir y no decir. Esa es la genialidad de Dante que cierra su libro de esta forma: “Aquí perdí el sublime vigor de mi fantasía; más ya daba impulso a mi anhelo y mi voluntad, como a una rueda que gira por igual, el Amor que mueve al Sol y las demás estrellas.”
Por cierto, Borges señala que cada uno de los capítulos que cierran las tres visitas de Alighieri terminan con la misma palabra: “estrellas”, como muestra de lo divino.