Lo que “haiga” que negociar
¬ Juan Manuel Magaña viernes 13, Jul 2012Política Spot
Juan Manuel Magaña
Hoy, las declaraciones políticas se parecen a los indicadores de la Bolsa de Valores: nos dan idea de qué tan caro está el mercado de los reconocimientos a si Enrique Peña Nieto ganó o no la elección.
A juzgar por las declaraciones del señor Alejandro Poiré, que despacha en Gobernación, el reconocimiento a Peña sigue subiendo de precio en los últimos días. El funcionario se trenzó en intercambio de mensajes con el líder priísta, Pedro Joaquín Coldwell, a quien recordó un matiz muy interesante. Le dijo que el 1 de julio, Calderón sólo señaló que “en caso de que el resultado, que es patente en las urnas de un triunfador de la suma de los votos, se confirme en la calificación del TEPJF, habrá un próximo presidente de la República con quien estaremos trabajando en el marco constitucional para tener una transición adecuada”.
En otras palabras, Calderón sólo hizo como que reconoció a Peña aquella noche de la elección presidencial. Porque, según el señor Poiré, lo que ha dicho Calderón “creo que es incontrovertible: la compra de votos sea uno o 10 o los que sean, es inaceptable y existen los mecanismos dentro de nuestra ley para investigar esos alegatos y esa es la responsabilidad de cualquier persona que considere que está contribuyendo al entorno democrático”.
Está diciendo que una cosa es el 1 de julio y otra lo será el 6 de septiembre, cuando el Tribunal Electoral dé su fallo definitivo acerca de las impugnaciones al proceso electoral, que fundamentalmente impulsó ayer Andrés Manuel López Obrador. Poiré está distinguiendo que una cosa podrían ser los números de aquel día, y otra lo que determine el TEPJF sobre si esos números tienen validez.
Y es que la dirigencia priísta le recordó a Calderón que él legitimó los resultados de la elección al reconocer el triunfo de Enrique Peña la noche del 1 de julio, razón por la cual debe mantener una actitud de Estado. Y qué ironía, Calderón, a quien ya se le fue el sexenio sin haberse legitimado, no obstante que los priístas lo sentaron literalmente en la silla, les mandó contestar con Poiré que “la legitimidad deriva de la legalidad”.
Con toda seguridad, aprovechándose del ambiente de impugnación de la elección propiciado por López Obrador, Poiré prácticamente advirtió al PRI que Calderón reconoció el 1 de julio a Enrique Peña como candidato triunfador en función de la suma de votos, “pero como jefe de Estado también es su obligación rechazar la compra de votos”.
La actitud de Calderón sería la correcta, si fuera auténtica. Pero nadie le cree. Ya parece que un espíritu de legalidad lo anima unirse a la causa de “El Peje”. No, todo hace suponer en un descarado chantaje a quienes podrían llegar al poder. Qué tanto estará pidiendo, que todavía no se lo dan. Ha de ser desmesurado como para que mande decir que “sólo una vez que el Tribunal Electoral califique los comicios presidenciales, el gobierno federal iniciará los trabajos de transición”.
Así se las gasta: está insinuando que puede todavía presionar a los “independientes” magistrados, con tal de negociar lo que “haiga” que negociar.