La competencia de las tragedias y los medios de comunicación
¬ Edgar Gómez Flores jueves 8, Abr 2010Letr@s Ciudadanas
Edgar Gómez
Estimados lectores en los últimos meses nos hemos encontrado en los medios de comunicación (televisión, radio y prensa, principalmente) con un coctel de diversos sucesos que han alimentado el morbo que cada uno llevamos dentro. Así pasó el terremoto de Haití, el terremoto de Chile y últimamente me han llamado la atención dos sucesos relevantes para los medios de comunicación, la ciudadanía y obviamente para los protagonistas. Estos eventos son la agresión sufrida contra el futbolista Salvador Cabañas en un bar de la Ciudad de México y la muerte de la niña Paulette Gebara que en días pasados ha pasado a formar parte de las notas de ocho columnas y de los tiempos privilegiados de la televisión nocturna.
Creo que todos estos eventos requieren de una difusión masiva, ya que en algunos se comparte el dolor de una familia, de un país; en otros, se deja ver la realidad que vivimos sobre la inseguridad y la impunidad que nos acompaña. Sin embargo, lo que me parece inaceptable es que nos encontremos (medios de comunicación y sociedad) en una espiral de morbo que nos haga perder el asombro de cada uno de los dolorosos sucesos. Pareciera que los medios pretenden que cada desgracia se muestre de la manera más cruel y más detallada posible.
Sobre lo anterior y al revisar diversos artículos y columnas de opinión de distintos medios impresos, encuentro no sólo a los ciudadanos inmersos en un desentendimiento de la realidad social, sino a aquellas personas que a través de estos medios, plasman su opinión. Algunos han referido que estos sucesos buscan distraer la atención de los verdaderos temas importantes (la reforma hacendaria, la reforma política, las coaliciones de los partidos políticos, etc.). Otros, en un estilo más aventurero, han creado una especie de clasificación de las tragedias y juzgan la presencia excesiva de los medios de comunicación en estos acontecimientos. Sobre esto, pienso se comete un error tripartito. Primero, los medios de comunicación que en verdad presentan el dolor de las personas como si fuera un programa más de la televisión con el único fin de incrementar el rating de sus noticiaros; segundo, un segmento de la sociedad que se ve persuadido por el amarillismo con el que se presenta la información, los cuales día a día esperan encontrar un elemento más de tortura o sufrimiento sobre los protagonistas y tercero, aquel segmento social (representado por los líderes de opinión) que dejan a un lado la realidad objetiva del suceso: la muerte, la lesión, la impunidad, el dolor de una familia… de un ser. Ante esto, es importante que no perdamos la brújula de los valores y del asombro. Es igualmente difícil de concebir que diez personas han sido encontradas en una carretera de este país, mutiladas y sin cabeza; como pensar que un deportista de alto rendimiento es baleado en un lugar que cuenta con “medidas de seguridad” previamente supervisadas por la autoridad competente o que una niña aparezca muerta en el lugar donde medios de comunicación y autoridades estuvieron presentes.
No necesitamos clasificar las tragedias. Éstas son por sí solas inconcebibles y el hecho de poner en el debate si es justo que la gente se preocupe más por un futbolista que por un taxista o por una niña que vivía en Interlomas, Estado de México, que por un niño Oaxaqueño, nos hace despersonalizar los eventos que son, por su naturaleza, reprochables.
Por todo esto amigos lectores, desde esta humilde trinchera que me da la tinta y el papel que me permite comunicarme con ustedes, quiero hacer un reproche a los medios de comunicación (principalmente a los noticiarios de televisión) y exigirles que presenten las noticias de las tragedias con un tinte más sobrio, es decir, menos calculador en cuanto al incremento del rating que pudieran recibir. El dejar la entrevista de Salvador Cabañas y la entrevista del padre de la niña Paulette hasta el final de los noticiarios es algo humillante para los protagonistas de la tragedia y a final de cuentas para toda la ciudadanía. Asimismo, las ediciones y las tomas que muestran la tragedia con tintes de dramatismo sólo buscan una falsa ambientación del sentimiento profundo que deben vivir las víctimas de estos eventos. ¡Basta ya de los “reality shows”!, ya tenemos mucho con los que son promovidos desde la política.
Estimados lectores, el respeto a la tragedia ajena es una forma de enaltecer los valores sociales, los valores de convivencia, por esto les pediría que NO permitamos que nuestros sentimientos personales y colectivos sean manipulados por los medios de comunicación o manipulados por los “líderes” de opinión que quieren hacernos ver algo distinto al dolor y la indignación. Hagamos ciudadano el sentimiento y la fraternidad que debemos compartir con los que sufren, recuerden que en este momento de inseguridad, la tragedia puede estar de nuestro lado y no nos gustaría que fuera evaluada con la frialdad de la opinión o con la medida de la competencia de las tragedias.
Seremos menos vulnerables si nos encontramos unidos en el dolor, indignados de nuestra realidad y exigentes con las autoridades que han mostrado incompetencia e insensibilidad con estos acontecimientos. Es mejor el sufrimiento colectivo que la indiferencia personal. Cambiemos el morbo por la fraternidad y la resignación por la exigencia.