Desconsideración social
Francisco Rodríguez miércoles 13, Jun 2012Índice político
Francisco Rodríguez
Contrario a lo que sucede en países como Finlandia -nación con la que se compara a la nuestra en materia educativa-, donde ser maestro tiene gran prestigio social, en México cada vez más los trabajadores de la educación son considerados cual profesionistas de segunda.
La buena consideración que en Finlandia hay hacia el magisterio se refleja en los resultados de las pruebas Pisa, en la excelencia requerida para ingresar a la carrera docente y en buenos salarios.
El maestro mexicano, hace tiempo, perdió todo tipo de consideración social. Si estudió pedagogía o acudió a prepararse a una Normal, se dice, fue quizá porque no le alcanzó el promedio para hacer “una carrera seria”.
Si pide un sueldo decente y tiempo remunerado para leer, investigar, preparar clases, evaluar o, simplemente, recuperarse de sus extenuantes jornadas, le endilgan “falta de mística”.
Una maestra me contó que, en un congreso pedagógico, varios académicos españoles declararon que los maestros de su país eran excelentes, en tanto que otro objetó que no se podía generalizar, pues también había maestros apenas buenos, otros regulares y algunos malos.
A la maestra mexicana dedicada a formar maestros como ella, le pareció insólita la discusión, porque aquí se parte de la generalización contraria: los maestros son considerados pésimos; una caterva de ‘izquierdosos’, que hace paros para exigir reivindicaciones como salud, vacaciones y pensión, y que protesta porque le aumentan el número de estudiantes y la carga académica. ¿Estudiar pedagogía? Te vas a morir de hambre, es la reacción automática.
Ahora, ¿qué mexicano se enorgullece de tener un hijo maestro, como se ufana de tener hijos médicos o abogados? Porque esa es otra representación social: maestro se asocia con sacrificio, apostolado, paciencia y pobreza. O ¿qué maestro mexicano ha llegado a ser secretario de Educación, por ejemplo?
Tiene décadas que a esa estratégica posición llegan todo tipo de profesionistas que pueden tener diplomas y entorchados hasta de universidades extranjeras, pero que desconocen todo o casi todo de la tarea educativa.
Hay ocasiones, incluso, en los que la Secretaría de Educación ha servido para pagar favores o deudas políticas, no para impulsar el desarrollo en un ámbito en el que nuestro país ocupa los últimos lugares en el mundo.
¿Cómo hablar de reforma de la educación o de calidad educativa sin poner, no sólo al niño, sino al maestro en el centro? ¿Es posible ser buen maestro sin condiciones dignas de salud, salario y descanso, sin horas para reflexionar, sin oportunidades de formación permanente y sistemática, y sin voz en los escenarios donde se toman decisiones?
Por supuesto, los maestros no son todos perfectos. Ni apóstoles ni héroes, pero tampoco villanos. Son ciudadanos, simplemente. Con un oficio que casi a todos les gusta y que intentan hacer lo mejor posible, pese a las dificultades. Los maestros tienen hijos, parejas, miedos, sueños y achaques -pues también se enferman- y con una vida fuera del aula que afecta lo que enseñan al seno de ella.
El educador es de extrema importancia en una sociedad. Si aspiramos a contar con los mejores, no solamente desde el conocimiento objetivo de cada materia, el maestro debe ejercer ese liderazgo comunitario que existía antes, porque cuando se hablaba de un docente usted veía en él un ejemplo. Mi homenaje, y espero que también el suyo, a los maestros.
Índice Flamígero: Escribe el lector Carlos Alberto Ramírez Díaz, sociólogo de la UNAM, avecindado en Quintana Roo: “…he leído sus publicaciones y entiendo que en esta época pre electoral se agite el ánimo de todos los mexicanos, en el fondo, como decía una de sus lectoras, todos queremos lo mismo, el asunto es cómo lograrlo. Estamos decepcionados de nuestros últimos gobiernos, de la violencia, de la injusticia, pero nunca ha habido un clamor tan generalizado en el corazón del pueblo de México para que se opere una transformación profunda en las instituciones y en la justicia social. Yo creo que los moldes del pasado han quedado en el olvido y quien quiera gobernar se tendrá que adaptar a las nuevas condiciones que la sociedad impone cada día más. No creo en los regresos a las viejas épocas del PRI, porque ellos tuvieron que cambiar, porque todos hemos cambiado, y creo que saben los desafíos que enfrcomenzando por una oposición firme que exigirá resultados en caso de que ganen. Nunca he tenido participación política más lejana a mi voto, pero creo que su lectora tiene razón, si estamos cambiando el rumbo de la política con nuestra participación, no tenemos porqué sospechar que habría un regreso al pasado, porque en el pasado jamás existió esta participación y esta atenta mirada que tendremos todos los mexicanos puesta en quien sea el que gane. Estoy con Ud. Y si voto al PRI es porque confío más en mi inteligencia que en mis pasiones! Un abrazo sincero.” + + + A la entrometida Administración de Felipe Calderón –pese a la explícita prohibición de la Ley Electoral— ya sólo le quedan 171 días de agonía… para la mayoría de los mexicanos.