El sueño perdido
¬ Edgar Gómez Flores martes 6, Abr 2010Letr@s Ciudadanas
Edgar Gómez
Cada persona, cada familia, cada sociedad y cada nación tenemos distintos motores que impulsan nuestras acciones. Las personas podemos sentirnos motivadas por un nuevo trabajo o el contacto con un nuevo conocimiento. En el caso de las familias, éstas pueden verse animadas por la llegada de un nuevo miembro, la compra de su vivienda o un viaje que pretendan hacer. En este sentido, las sociedades y las naciones viven un proceso más complejo de motivación. Esto se debe a la diversidad de gustos, creencias y valores que envuelven a todas las personas y familias que las conforman. Sobre esto, los ciudadanos que pertenecemos a una sociedad y nación debemos preguntarnos, ¿Qué nos motiva? ¿Qué nos hacer estar amalgamados en una macro organización como lo es una nación?, para contestarlas me gustaría identificar algunos fragmentos de nuestra historia que nos ayuden a reflexionar: los mexicas partieron de la ciudad de Aztlán (lo que ahora pertenece al estado de Sinaloa) guiados por el dios Huitzilopochtli hacia la ciudad prometida, donde deberían encontrar algunos indicios para instaurarse. En ese momento todos los nahuas tenían la motivación de emprender el viaje colectivo hacia un futuro incierto, pero con un sueño común, la nueva ciudad. Así, a principios del siglo XIX, los criollos que ocupaban el territorio de la Nueva España, vieron la posibilidad de convertirse en los propietarios de la tierra que los había visto nacer, por lo que con el apoyo de la masa indígena pudieron crear un ideal común, una nación libre de los españoles, sin esclavitud y con un marco jurídico más cercano a las necesidades de los nuevos mexicanos.
Estos ideales que vemos en cada paso de la historia nacional o mundial nos permite ver que las sociedades, que conforman naciones, en alguna parte de su actuar encuentran un sueño común; un sueño que permite asegurar que hay una o diversas razones por las cuales nos agrupamos en una nación y conformamos un estado. Podemos traer a nuestra reflexión inmensidad de ejemplos que nos permitan identificar sueños o ideales de los grupos sociales en diversas latitudes y en distintos tiempos; tales como: el ideal de justicia laboral originada por el proletariado ruso de principios del siglo XX, los deseos de igualdad en las clases populares (urbanas y rurales) de la Cuba de mediados del mismo siglo, o el deseo de igualdad racial ansiado por los habitantes de raza negra en Sudáfrica de finales del siglo pasado.
A toda esto, mi pregunta este día lector, en un contexto del centenario y bicentenario de la Revolución y de la Independencia mexicana, sería: ¿Cuál es el sueño o el ideal que compartimos los mexicanos y que nos mantiene unidos? Temo, nuevamente amigos, que este sueño o ese ideal no existe. Y con esto no quisiera crear un ambiente de pesimismo; sin embargo, sí me gustaría inducir la reflexión de la convivencia viable en el largo plazo. Así como una persona requiere una motivación para encontrar sentido a su existencia, así las sociedades y las naciones deben tener una motivación que las cohesione y las haga caminar hacia un rumbo común.
No podemos conseguir una patria libre de pobreza, protectora del medio ambiente, impulsora de la diversidad social y de pensamiento, si antes no ha sido plasmada y asumida como un sueño y un ideal de cada uno de los mexicanos que conformamos esta nación. Es por esto que debemos impulsar desde nuestro campo de acción (universidades, centros de trabajo, familias, etc.) salir del letargo en el que nos tienen envueltos los medios de comunicación, los dogmas inamovibles de las religiones y las ineficientes políticas públicas que únicamente buscan mantener el status quo de nuestra sociedad, con los riesgos que esto implica.
No nos debemos conformar con un país violento, ignorante, sumergido en la pobreza extrema, con leyes y normas que fueron creadas con los valores del siglo XIX y XX. Es momento de volver a soñar con una nación industrializada, con sus ecosistemas respetados, en un marco de libertad social e intelectual que nos permita crecer económica y culturalmente. No nos conformemos con tener héroes comunes y una historia rica en fábulas. Debemos impulsar el debate social que nos permita definir hasta dónde queremos llegar. En qué país queremos que nuestros padres mueran y en qué país queremos que nuestros hijos vivan.
Hemos conseguido nuestra independencia política y abolido la esclavitud indígena. Sin embargo, no nos hemos despojado del sometimiento intelectual y de la esclavitud de nuestra pobreza. Es momento de ver a México con una sociedad heroica que reviva el sueño perdido, el ideal que nos guíe nuevamente al plano mundial.
Estimados lectores ahora, justo después de dejar el período vacacional de Semana Santa, los invito a que reflexionemos sobre el país que tenemos y formemos en nuestra conciencia personal y colectiva (con la familia, en el trabajo y en nuestro núcleo social más cercano) ese sueño que nos movería a seguir en esta inigualable nación. Por eso, nuevamente los invito a que transformemos el sometimiento por la libertad y el interés por el ideal.