La barra peñanietista
¬ Juan Manuel Magaña miércoles 16, May 2012Política Spot
Juan Manuel Magaña
Dicen ser grandes conocedores y hasta han denunciado que el partido está de bostezo por el hecho de que había un delantero que fácilmente le estaba poniendo una supergoliza a los demás.
Han dado también por hecho que el gane está asegurado y que sólo a menos que cayera una bomba en el estadio el resultado podría ser alterado.
Pero eso sí, apenas hubo un poco de rudeza sobre su goleador y, entonces, la bola de villamelones reclamaron furiosamente ¡pénalti!
Quihúbole, ¿qué pasó?
Pues que más o menos así pasó con el episodio de la Ibero. Ya se sabe: fue Peña Nieto a la Ibero al siempre difícil encuentro en campaña con los estudiantes.
Y encontró un ambiente universitario normal, de porras a favor y en contra, y de posturas unas más centradas y otra más radicales que otras.
Pero la nota la terminaron por darla el abucheo y la rechifla, que cargaron el ambiente de tensión e hicieron insostenible la presencia del candidato priísta.
La barra peñanietista quiso ver la pedrada en la cabeza de Echeverría cuando fue a la UNAM… la conjura comunista.. casi, casi el resurgimiento de la guerrilla de los 70 y, si no, por lo menos un compló como el que tanto le han criticado a Andrés Manuel.
Pero eso fue lo que hizo la barra, la porra, los hinchas, la fanaticada… No el delantero ni la parte elemental del equipo.
No, en cambio ellos, el equipo y su delantero, lo habían calculado todo y se presentaron a sabiendas de todo lo que les esperaba, porque desde temprano hubo información al respecto. Y no se manejaron mal.
Dijeron que el goleador, como debe ser, endureció la pierna y aguantó vara, sin queja por la embestida.
Algunos hasta exageraron y dijeron que lo hizo como un estadista del fútbol, lo cual no estuvo mal, tratándose de una contienda.
Pero esos que forman parte de la barra (en forma orgánica u oficiosa) fueron los que, como dicen los cronistas, quisieron y pudieron desbordar peligrosamente los ánimos.
Volviendo a la realidad, esa barra está compuesta por una verdadera legión de formadores de opinión que comentan y escriben en todos los medios y que sin querer se acaba de desembozar.
Hay escritores, doctores en sociología, en política y hasta en economía, que no pudieron evitar acelerarse, ni exhibir lo lambiscones que son.
Unos tienen hambre tras doce años de panismo y agua. Otros hasta apoyaron, supongo que para sobrevivir bien, a Calderón y a Fox.
Y todos simplemente no pueden dejar de estar del lado del que gana porque así siempre les ha ido y les irá muy bien.
Lo que sorprende ahora es ese nivel de desesperación que no pueden reprimir.
Llamaron a esos jóvenes -que hasta luego dieron el rostro, uno por uno, en internet-: jauría.
Fue inaudito: con todo y su doctorado no les quedó de otra que insultar a unos simples estudiantes para evidentemente quedar bien con el delantero.
Esa es la condición humana. A veces grande y otras veces miserable.
Me hicieron acordar de mi adolescencia cuando en pandilla, a modo de guasa, uno del grupo le gritaba a un viejo refunfuñón que paseaba a su perro por la alameda: “¿Quién lleva a quien?”