Prestigiar al magisterio
Francisco Rodríguez martes 15, May 2012Índice político
Francisco Rodríguez
Contrario a lo que sucede en países como Finlandia -nación con la que se compara a la nuestra en materia educativa-, donde ser maestro tiene gran prestigio social, en México cada vez más los trabajadores de la educación son considerados cual profesionistas de segunda.
La buena consideración que en Finlandia hay hacia el magisterio se refleja en los resultados de las pruebas Pisa, en la excelencia requerida para ingresar a la carrera docente y en buenos salarios.
El maestro mexicano, hace tiempo, perdió todo tipo de consideración social. Si estudió pedagogía o acudió a prepararse a una Normal, se dice, fue quizá porque no le alcanzó el promedio para hacer “una carrera seria”.
Si pide un sueldo decente y tiempo remunerado para leer, investigar, preparar clases, evaluar o, simplemente, recuperarse de sus extenuantes jornadas, le endilgan “falta de mística”.
Una maestra me contó que, en un congreso pedagógico, varios académicos españoles declararon que los maestros de su país eran excelentes, en tanto que otro objetó que no se podía generalizar, pues también había maestros apenas buenos, otros regulares y algunos malos.
A la maestra mexicana dedicada a formar maestros como ella, le pareció insólita la discusión, porque aquí se parte de la generalización contraria: los maestros son considerados pésimos; una caterva de ‘izquierdosos’, que hace paros para exigir reivindicaciones como salud, vacaciones y pensión, y que protesta porque le aumentan el número de estudiantes y la carga académica. ¿Estudiar pedagogía? Te vas a morir de hambre, es la reacción automática.
Ahora, ¿qué mexicano se enorgullece de tener un hijo maestro, como se ufana de tener hijos médicos o abogados? Porque esa es otra representación social: maestro se asocia con sacrificio, apostolado, paciencia y pobreza. O ¿qué maestro mexicano ha llegado a ser secretario de Educación, por ejemplo?
Tiene décadas que a esa estratégica posición llegan todo tipo de profesionistas que pueden tener diplomas y entorchados hasta de universidades extranjeras, pero que desconocen todo o casi todo de la tarea educativa.
Hay ocasiones, incluso, en los que la Secretaría de Educación ha servido para pagar favores o deudas políticas, no para impulsar el desarrollo en un ámbito en el que nuestro país ocupa los últimos lugares en el mundo.
¿Cómo hablar de reforma de la educación o de calidad educativa sin poner, no sólo al niño, sino al maestro en el centro? ¿Es posible ser buen maestro sin condiciones dignas de salud, salario y descanso, sin horas para reflexionar, sin oportunidades de formación permanente y sistemática, y sin voz en los escenarios donde se toman decisiones?
Por supuesto, los maestros no son todos perfectos. Ni apóstoles ni héroes, pero tampoco villanos. Son ciudadanos, simplemente. Con un oficio que casi a todos les gusta y que intentan hacer lo mejor posible, pese a las dificultades. Los maestros tienen hijos, parejas, miedos, sueños y achaques -pues también se enferman- y con una vida fuera del aula que afecta lo que enseñan al seno de ella.
El educador es de extrema importancia en una sociedad. Si aspiramos a contar con los mejores, no solamente desde el conocimiento objetivo de cada materia, el maestro debe ejercer ese liderazgo comunitario que existía antes, porque cuando se hablaba de un docente usted veía en él un ejemplo. Mi homenaje, y espero que también el suyo, a los maestros en el día que la sociedad dedicó en su honor.
Índice Flamígero: Sobre el Día del Maestro, me escribe el psicoanalista social José Antonio Lara Peinado, autor entre otros textos del libro “El mal-estar docente”: “En términos concretos y de acuerdo a nuestro trabajo de investigación “El mal-estar docente” y después de haber participado en no menos de 20 congresos educativos nacionales e internacionales en los últimos dos años, me queda claro que en términos educativos México tiene esta realidad:
1) Hay un secuestro del discurso pedagógico. 2) No existe una teoría pedagógica mexicana. 3) Hay en los centros escolares una degradación de la conciencia colectiva. 4) Se está en el imperativo de los contenidos, por lo tanto, no hay posibilidad de inculturarnos. 5) Hay una desatención al “Mal-estar docente”. 6) Hay un fetichismo seudopedagógico en las maestrías y doctorados. 7) El maestro está des/historizado. 8) En la educación se ha implantado la corrupción como un código práctico. 9) Las escuelas son industrias de aparentes conocimientos, desprovistas de raíces humanistas y de un compromiso social y ético. ¿Quién está atendiendo esta realidad? Nadie. Esta realidad no se resuelve con pruebitas o evaluaciones de empresas privadas, no se resuelve con discursos cada 15 de mayo, no se resuelve con documentales televisivos, se requiere atender de fondo lo que pasa. Ya en varios congresos se ha presentado la investigación: “La pedagogía de los nadie” (una teoría pedagógica mexicana). En esa investigación apuntó el cómo resolver la problemática antes planteada, espero pronto los políticos decidan voltear a los académicos y que los académicos no quieran convertirse en políticos, solo así podremos caminar en la resolución del problema educativo. No ha de olvidarse que los maestros son sólo el síntoma de lo que está pasando en el país. Centrar en ellos la problemática educativa es una forma cínica que tiene el gobierno de Calderón para justificar su ignorancia sobre el tema.” + + + Anote usted: ya sólo faltan 200 días.