¿Fin a la soltería de los sacerdotes?
Alberto Vieyra G. miércoles 31, Mar 2010De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Durante y después de la batalla del 5 de mayo de 1862, la iglesia católica negó los auxilios espirituales a los soldados mexicanos caídos en desgracia en Puebla. Cuando algún herido de muerte clamaba la presencia de un cura para que le aplicaran los santos óleos, simplemente le decían que no había curas. No era verdad.
La iglesia católica y el rancio conservadurismo de aquella época, deseaban con toda su alma el triunfo militar de los franceses. Tanto lo anhelaban que después de la histórica batalla de los fuertes poblanos, colocaron enormes crespones negros en las puertas en señal de luto por la derrota del ejército más poderoso del mundo: el ejército francés. 148 años después, se asegura que en México se están acabando los curas ¿Qué no eran 11 mil? ¿Dónde están? ¿Serán funcionarios en los regímenes panistas?
Vaya usted a saber, pero lo cierto es que hace tres semanas un ser querido de este servidor murió y no obstante, haber profesado ciegamente la religión católica, en muchos pueblos a la redonda donde recibió cristiana sepultura, no fue posible conseguir un cura. La iglesia católica le negó sus auxilios. Se decía que el servicio le correspondía a tal o cual parroquia. Se acudió a unas y a otras hasta que finalmente se informó que el cura tenía que ir de Toluca, porque en la mayoría de las parroquias no hay prelados. ¿Es real esa escasez de curas? ¿Desertaron para poner fin a una rigurosa soltería –absurdo celibato- que les impone el Vaticano y la iglesia católica?
¿Es insano el celibato? ¿Es esa la causa de la histórica crisis que cimbra a la santa sede y a esa institución por los escándalos de los curas pederastas en Estados Unidos, Irlanda, Alemania, Austria, Holanda, Polonia, México y España? ¿El celibato y la tan llevada y traída castidad entre los clérigos, son el motivo de esa crisis que amenaza con extinguir al catolicismo en el mundo? ¿Ser sacerdote inclina a ser pederasta? No. ¿Ser pederasta inclina a ejercer el sacerdocio? Sí, según expertos, quienes sostienen que no hay relación directa entre castidad y pederastia.
Los escándalos por abusos sexuales contra menores que hoy abruman al Vaticano han reabierto el tema del celibato, que ha sido por muchos años motivo de debate, pues esa norma del Vaticano que prohíbe a los curas casarse parece oler a rancio, pues la mayoría de los estudiosos y vaticanólogos se preguntan ¿Cómo es posible que se tolere que un hombre casado pueda convertirse en cura y un cura ordenado no pueda casarse?
También los estudiosos se preguntan ¿Por qué tantos casos de pederastia en la iglesia católica? ¿Por qué tantos curas pederastas? ¿Será porque hasta hace muy poco los curas eran intocables por la justicia terrenal, por una especie de fuero sacerdotal que les daba inmunidad? ¿La iglesia se convierte en elemento protector o paraguas, por aquello de que el pederasta siempre tiene como premisa que es mejor caer en manos del obispo que del fiscal? ¿La iglesia católica se ha convertido en refugio de abusadores sexuales de menores de edad?
Para el director del Instituto de Estudios de la Sexualidad y la pareja de Barcelona, Pere Font, no hay la menor duda de que “para el pederasta, la iglesia ha actuado de paraguas y elemento protector”.
Ante esta cruda realidad que vive la iglesia católica, no faltan los expertos como el ex cardenal de Milán, Carlo María Martini, que exigen al Vaticano acabar con la absurda norma de la soltería de los curas, cuando en el nuevo testamento no existe.
Para los estudiosos de la psiquiatría, los pederastas eligen tres profesiones que les permiten estar en contacto con niños: “entrenadores deportivos, curas y frailes y conductores de autobús escolar”.
Para el arzobispo de Friburgo, Alemania, Robert Zollitsch, los casos de abuso sexual contra menores son crímenes atroces, por los cuales el Vaticano y la Iglesia católica deben pedir perdón al mundo. “Son los primeros pasos para superar la crisis… pero tiene que haber más acciones contra los curas involucrados”, advierte el jerarca de la Iglesia católica alemana.
Para otros estudiosos, el abuso sexual por parte de clérigos no tiene nada que ver con el celibato, y sostiene que este tipo de abusos es común en familias, colegios, asociaciones y también en iglesias en las que no rige la ley del celibato. Pero, se preguntan también, ¿por qué de manera masiva en la iglesia católica?
Para Hans Küng, catedrático emérito de Teología Ecuménica en la Universidad de Tubinga, Alemania y presidente de Global Ethic, es urgente abolir la ley del celibato. En un artículo publicado por el diario español El País el sábado 13 de marzo, titulado ¡Abolid la ley del celibato!, Küng abunda sobre este escabroso asunto, que aún dará mucho de qué hablar, pues el celibato es una de las razones fundamentales por las que la Iglesia se ha ido quedando sin curas y los que hay son pederastas:
“Evidentemente, el celibato no es la única razón que explica estos errores. Pero es la expresión estructural más importante de una postura tensa de la Iglesia católica respecto a la sexualidad, que se refleja también en el tema de los anticonceptivos.
Sin embargo un vistazo al Nuevo Testamento muestra que Jesús y San Pablo vivieron ejemplarmente sus respectivas solterías para volcarse en su servicio a la humanidad, pero dejando a cada cual plena libertad respecto a esta cuestión.
En lo que al Evangelio se refiere, la soltería sólo puede comprenderse como una vocación adoptada libremente -una cuestión de carisma- y no como una ley vinculante general. San Pablo se oponía rotundamente a los que, ya entonces, defendían la opinión de que `bueno es para el hombre no tocar mujer´: “No obstante, por razón de las inmoralidades, que cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido” (1 Corintios, 7, 1-14). Según el Nuevo Testamento en la Primera Carta a Timoteo `el obispo debe ser hombre de una (¡y no ninguna!) sola mujer´ (3, 2).
San Pedro y el resto de los apóstoles estaban casados con sus ocupaciones. Para obispos y presbíteros esto quedó, durante siglos, como algo que se daba por supuesto e incluso prevaleció hasta el día de hoy, al menos para los sacerdotes, tanto en oriente como en las iglesias ligadas a Roma, así como en toda la ortodoxia. Sin embargo, la ley romana del celibato contradice el Evangelio y la antigua tradición católica. Merece ser abolida.
… La ley del celibato no existía aún en el primer milenio. En el siglo XI, en Occidente, esta ley se impuso por influencia de monjes -que viven en celibato por decisión propia- y, sobre todo, del papa Gregorio VII de Canossa, en contra de la clara oposición del clero italiano y más todavía del alemán, donde sólo tres obispos se atrevieron a promulgar el decreto. Miles de sacerdotes protestaron contra la nueva ley.
En un memorial, el clero alemán alegaba: `¿Acaso el Papa no conoce la palabra de Dios: ‘El que pueda con esto, que lo haga’ (Mt 19, 12)?´. En esta única declaración sobre la soltería, Jesús aboga por optar libremente por este modo de vida.
De esta manera, la ley del celibato -junto con el absolutismo papal y el clericalismo forzado- se convierte en uno de los pilares fundamentales del `sistema romano´. Al contrario que en la iglesia oriental, el celibato del clero occidental parece sobre todo distinguirse del pueblo cristiano por su soltería: un dominante estado social propio fundamentalmente superior al estado laico, pero totalmente subordinado al Papa de Roma.
El celibato obligatorio es el principal motivo de la catastrófica carencia de sacerdotes, de la trascendente negligencia de la celebración de la eucaristía y, en muchos lugares, del colapso de la asistencia espiritual personal. Esto se disimula con la fusión de parroquias en `unidades de asistencia espiritual´ con sacerdotes totalmente sobrecargados. ¿Pero cuál sería la mejor promoción de una nueva generación de sacerdotes? La abolición de la ley del celibato, raíz de todo mal, y la admisión de mujeres en la ordenación. Los obispos lo saben, pero no tienen valor para decirlo.
… ¿Pero no son acaso los propios obispos quienes tienen la responsabilidad de todas estas decenas de años de encubrimiento de abusos que, a menudo, sólo conllevaban el traslado de los delincuentes con la más absoluta discreción? ¿Son por lo tanto los mismos antiguos encubridores ahora fidedignos esclarecedores, o acaso no deberían incorporarse comisiones independientes?
Hasta ahora, ningún obispo ha confesado su complicidad. Sin embargo, podría aducir que se limitaba a cumplir las instrucciones de Roma…por motivos de secretismo absoluto y quien viola esa máxima es condenado a un ejemplar castigo eclesiástico”.