Creer mentiras
Francisco Rodríguez martes 8, May 2012Índice político
Francisco Rodríguez
Ya entraron en acción los llamados spin doctors. Sí, los mercadólogos “al uno por uno”, que le dan la vuelta a la realidad y nos presentan su versión haciéndonos creer que permanentemente somos víctimas de nuestro autoengaño.
Por correo electrónico, en mensajes SMS, a través del mensajero de BlackBerry, incluso por llamadas telefónicas son muchos quienes tratan de convencerme de que su propio candidato ganó el debate. Que si mucha prestancia y galanura, me dice uno. Otra sostiene que ella fue la más osada, la más propositiva. Aquél apunta que el suyo fue coherente consigo mismo y con el movimiento que representa. Y más, muchos más, los que me hablan del nacimiento de un “efecto” que será determinante en la elección.
Tal es la tarea de los spin doctors. Darle la vuelta a las cosas. Presentarla al gusto del cliente. Mercantilismo o, si se quiere, mero acto mercenario. Nada más.
Nada grave. Nada distinto a lo que ha sucedido y sucede siempre en la política. Aquí y en cualquier lugar.
Mentir es consustancial a esa actividad y a quienes la ejercen.
¿Desde cuándo preocupó a nadie que los políticos mintiesen? Es connatural a su oficio. Todo el mundo conoce la anécdota del cacique que repetía el mismo discurso: “si votan por mí… les haré un puente”; “pero si no tenemos rio” le indicaron un día; “y qué importa… también les haré un rio”. Mentir provocaba risotadas. El “miente”, “México no se merece un gobierno que miente”, el acusarse todos unos a otros de mentir, es recientísimo: probablemente de esta campaña electoral. En la anterior campaña, el “peligro para México” no utilizaba aún este concepto de mentira como motivo, sino otros más convencionales, choteados y aún así resultaron “espantapájaros” para el timorato electorado (corrupción, mal gobierno, inflación…). La “mentira” llega a los estrategas del actual gobierno importada de los EU como casi toda su estrategia electoral. “Mentira” es como la palabra “paz”, o como el término “progresista”: una word-cluster, una “palabra-cajón” o “palabra-símbolo” que golpea un instinto primario, el del engaño, humillación, desprecio, “hacer de menos” y puede alcanzar un gran número de público.
Cumple en definitiva una función dentro de una estrategia de comunicación electoral y política. El concepto y término “mentira” es una inyección de negatividad concentrada contra el “enemigo” político, que forma parte de un “relato” o suma en constante acción de golpes de efecto en los noticieros de la televisión y en las columnas de los impresos. “A cualquier precio”, “todo vale”, es lo que hoy priva en el posdebate.
Una estrategia que puede o no tener qué ver con la personalidad de los candidatos, sino con la de los spin doctors. Se comenzó a definir en las campañas de Clinton en los ’90 del siglo anterior, la perfeccionó Berlusconi hasta sus máximos límites posibles, la convirtió en modelo Karl Rove para Bush de modo especial en su segunda campaña y ha sido el caballito de batalla de Solá en las campañas de Calderón y ahora de Vázquez Mota. Son los modos dominantes de hacer mercadotecnia política en los últimos 20 años. Pero, cuidado. El riesgo no es sólo que alguno o varios de los candidatos acaben creyendo las mentiras creadas por sus mercadólogos.
El riesgo también está incubado en un nuevo tipo de campañas que han resultado menos a la mercadotecnia y más al pensamiento, a las ideas. Menos imagen, más contenido y sustancia. Merkel en Alemania y ahora Hollande en Francia, quienes se enfrentaron a spin doctors… y los vencieron.
Un favor: Ya no me envíen correos, ni mensajes, ni voy a recibir llamadas telefónicas de aquellos que traten de convencerme de que su candidato ganó. Mejor traten de que su candidato se convenza de ello.
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