La disputa por el PAN
Roberto Vizcaíno lunes 16, Abr 2012Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
- El enfrentamiento entre Calderón y Vicente Fox, apenas la punta del iceberg panista
- El Presidente ha sembrado su camino con las víctimas de su ira y mal genio
- Josefina Vázquez Mota ya acepta que puede perder, y dice que si ocurre, perdería México
Desde que llegó a Los Pinos hace casi 6 años, Felipe Calderón ha dejado muy en claro que no tolera opiniones en contra. Ni de amigos ni enemigos.
Su camino desde entonces está sembrado de disidentes o de ex colaboradores que han probado su ira o disgusto. En su toma de decisiones prevalece la constante del capricho por sobre la razón.
Si no, que lo digan Manuel Espino -quien era el presidente del PAN que hizo ganar la Presidencia a Calderón-, o César Nava, o Germán Martínez, o Gómez Mont, o…
Hoy mismo esta circunstancia ha provocado una más de evidente ruptura con su antecesor, el ex presidente Vicente Fox, quien en respuesta ha reconocido que el PAN y su candidata presidencial Josefina Vázquez Mota prácticamente no tienen ya más futuro que el de la derrota.
Ya otra de sus frases clásicas será de que, “ni con un milagro” lo logra.
El guanajuatense no dice nada nuevo. Las encuestas, los hechos y los resultados de las campañas advierten este destino.
Pero señalado por Fox, el reconocimiento de la derrota anticipada del PAN y doña Josefina, ha sido tomado como una traición por otros panistas, especialmente los cercanos a Calderón.
Este enfrentamiento ha dejado a su vez en claro que debajo del pleito entre el panista saliente y su antecesor, hay un poco más que cuestiones personales: sin duda Fox representa a la parte de Acción Nacional que Calderón ha golpeado, o que de plano ha anulado.
Detrás del ex presidente está, advierten algunos, quizá la mitad de las estructuras de Acción Nacional que fueron echadas fuera del reparto de candidaturas y otras posiciones luego de que el Presidente de la República impuso a los suyos.
Ya antes, durante la selección interna de consejeros nacionales Calderón impuso su voluntad para colocar en los primeros sitios a algunos de su equipo cercano y a su familia.
Por todo eso y más a panistas de tradición les duele que su partido haya perdido su vocación democrática interna, en razón de la aplicación del método del “dedazo” que tanto le criticaron al viejo PRI.
Para demostrar de qué hablan, recuerdan la imposición dictada desde Los Pinos de la candidatura Isabel Miranda de Wallace a la jefatura de gobierno en el DF.
No pocos respetan a la activista social por su lucha en favor de lograr justicia en el caso de su hijo, pero no entienden qué tiene que ver eso con la postulación a un cargo público.
Esta irritación se profundiza cuando escuchan las declaraciones de doña Isabel quien aclara que no es panista ni tampoco se someterá a las reglas o programas de este partido.
¿Entonces para qué es nuestra candidata?, afirman.
Así, el actual proceso electoral está plagado de este tipo de decisiones dentro del PAN.
Por eso habla Fox. El ex presidente representa al sector dolido, vapuleado, menospreciado por Calderón.
Este conflicto ha llevado a los panistas al contrasentido, porque no hay que olvidar que fue precisamente Fox quien metió en política a Josefina Vázquez Mota, la candidata que ahora lo ignora y desconoce ante el temor de sufrir la ira de Calderón.
En medio de eso no hay posibilidad para lograr ninguna victoria. Los panistas están fracturados y sin brújula.
YA LO ACEPTA
Es una vieja consigna el que ningún candidato acepte que puede ser derrotado. Bueno, ni siquiera los más débiles o expuestos como Gabriel Quadri hablan de perder.
Por eso, sorprendió que la panista Vázquez Mota haya hablado de que si pierde, entonces México habrá desaprovechado el siglo XXI.
De ahí que haya suplicado a los empresarios de León -como también ya lo hizo en Mérida-, a que le ayuden a ganar.
Dentro de todo este entorno, y como si sólo él fuera propietario de la verdad, que sólo él viera lo que todos los demás no vemos, el ex gobernador de Guanajuato, Juan Manuel Oliva, insiste en que la meta de él y todo el “nuevo” equipo de campaña de Vázquez Mota es lograr 22 millones de votos.
A diferencia de Andrés Manuel López Obrador que pide a sus seguidores a que convenzan a 5 mexicanos más a votar por él, los panistas de Vázquez Mota les exigirán que persuadan a otros 10.
De ahí que el programa que pondrán en marcha se denomine: “Voy por 10, Todos con Josefina”.
Oliva va a más y afirma que esos 22 millones de votos con que ganará la presidencia su candidata, saldrán del noroeste, es decir, de los estados de Sonora, Sinaloa, Baja California y Baja California Sur.
¿LO SABE PEÑA, LO ORDENÓ ÉL?
Beatriz Paredes lideró al partido perfecto, ese en el que todo estaba muerto.
El PRI bajo su dirigencia vio cómo se elevaron más de 3 metros sus rejas, y cómo fueron coronadas con una maraña de alambres sembrados de filosas navajas.
Sus puertas fueron resguardadas por policías privados surgidos de un lumpen políticamente inculto, que les impedía saber a quien tenían enfrente.
Sus órdenes eran no dejar pasar a nadie, y cumplieron al pie de la orden la instrucción.
La sede nacional del tricolor, se vació. Durante el reinado de la tlaxcalteca no se prendían ni las luces. No hacía falta. No había nadie.
Todo revivió en la central priísta con la llegada del coahuilense Humberto Moreira. El ex gobernador tenía sentido del humor y una vocación natural para la política.
Las luces se prendieron y la explanada, pasillos y oficinas del PRI vivieron de nuevo el bullicio.
Los guardias paredianos y su incultura fueron arrinconados a sus cuevas ante el flujo de la vena política priísta.
El PRI no estaba muerto. Paredes no logró sepultarlo. Estaba simplemente en receso. Y el nuevo impulso hizo imposible detener la rehabilitación de la vida partidaria.
Sus errores anteriores provocaron la salida de Moreira, quien fue sustituido por el senador quintanarroense, ex gobernador y ex secretario de Turismo, Pedro Joaquín Coldwell, uno de los políticos más completos en México.
Vino luego la contienda interna y Enrique Peña Nieto ganó la candidatura presidencial, y el mexiquense llenó de nuevo de masas a este partido.
El candidato recorre hoy el país llenando al tope plazas, calles, auditorios y malecones, concentraciones en las que se mete de lleno sin prejuicio alguno para convivir con sus miles y miles de seguidores, quienes se atropellan por estar a su lado, sacarse la foto con él, hablarle, abrazarlo, besarlo -en el caso de las mujeres-, y presumir luego haberle visto, estar con él.
Peña Nieto es sin duda un político incluyente. Disfruta de la enorme atracción que ejerce en las masas. Sabe que la exclusión le provocó a su partido las derrotas anteriores.
Por ello sorprende que de nuevo se vuelvan a cerrar las puertas del PRI, que los guardias vuelvan a sustituir a los altos ejecutivos de este partido, para decidir desde la misma puerta quién entra o no a la sede nacional, y que para hacerlo esgriman la frase irrevocable de: “es la orden que le dio el candidato (Peña Nieto) al capitán Salinas” (¿será este Salinas algo del villano favorito de la nación?).
Y ante eso no hay nada que hacer… ni modo de ir a buscar a Peña Nieto para conseguir el pase correspondiente a alguna de las oficinas de esa sede.
Así es como el PRI es convertido de nuevo en el reclusorio creado por Beatriz Paredes, esa ratonera dominada por cámaras de video en cada esquina y en un campo en el que todo se mueve al ritmo de los Walkie Talkies que son operados por personajes siniestros de cabello corto y mirada militar.
Hace unos días atestigüé cómo fue rechazado un ex gobernador, ex senador, ex diputado, ex líder del sector popular por uno de estos guardias, quien le negó la entrada al partido en el que ha militado durante más de 50 años simplemente porque no llevaba su credencial de elector.
Los tiempos son duros. El PRI y sus candidatos, dirigentes, otros cuadros, requieren de protección.
Pero, ¿por qué junto al iletrado con instrucciones militares no hay alguien de relaciones públicas que les diga quién es quien quiere, necesita pasar?, ¿por qué los jefes del capitán Salinas convierten al PRI en un sitio excluyente, aislado, cerrado?
¿Lo sabe Peña Nieto, quien con este tipo de acciones ve cancelado de alguna forma su esfuerzo y riesgo por acercarse a la gente?