El festejo priísta
Ramón Zurita Sahagún lunes 5, Mar 2012De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Son 83 años de existencia, aunque en su camino mudó de nombre hasta en tres ocasiones y perdió el poderoso control político que ejercía desde hace poco más de 20 años y la Presidencia de la República desde una docena de años.
Hoy, el PRI siente que se encuentra en las puertas de recuperar el poder perdido por sus dos más recientes candidatos presidenciales, Francisco Labastida Ochoa y Roberto Madrazo Pintado.
No son pocos los que reconocen que esas derrotas electorales provinieron de la traición de sus cuadros dirigentes, situación que se trata de evitar, abierta o soterrada, suceda de nueva cuenta. Los priístas saben que sus dos principales problemas provienen de los malos gobiernos de algunos de sus militantes y de la traición que ejecutan otros, en forma abierta o soterrada, y que repercute en los resultados electorales.
Saben que las equivocaciones en la postulación de candidatos provoca las fugas de militantes y los votos contrarios expresados en las urnas y que su voto duro y fiel lo siguen teniendo y que con eso les basta para ganar elecciones, y que la apatía ciudadana por concurrir a las urnas sigue siendo mucha.
En su festejo de 83 aniversario del nacimiento de su partido, los priístas celebran el encontrarse con un pie dentro de Los Pinos, como festinara Roberto Madrazo Pintado, hace no tan lejanos ocho años del sueño de retornar al gobierno federal.
El despertar fue terrible, tercer lugar en los comicios presidenciales del 2006, con poco más del 20 por ciento de los votos emitidos en esa ocasión.
Lo que le sucedió a Madrazo Pintado ya había sido anunciado seis años antes, cuando Francisco Labastida Ochoa sufrió una traición similar, aunque no tan grande de algunos de los dirigentes de su partido y se convirtió en el primer priísta que no se lograba transformar una candidatura presidencial en ser el Ejecutivo federal.
Cuando fueron nominados Labastida y Madrazo, los militantes de su partido confiaban en las posibilidades de triunfo de sus candidatos, aunque conforme avanzaban las campañas supieron de la eventualidad de una derrota.
En esta ocasión, el PRI parece encaminarse a la recuperación del poder perdido hace 12 años, desde el mismo sitio donde inició el deterioro: los gobiernos estatales.
Desde siempre se ha mencionado que las primeras gubernaturas perdidas por el PRI no lo fueron en las urnas, sino en la negociación, necesaria en aquellos años para la consolidación de un tambaleante gobierno salinista nacido entre las dudas de un fraude electoral. Baja California fue un laboratorio experimental de lo que se dio en llamar “concertacesiones”, con un candidato panista, Ernesto Ruffo Appel, que se fue al olvido, después de su gestión y que 20 años más tarde intentara regresar a los primeros planos políticos.
Sin embargo, lo que pudo haber sido el laboratorio se convirtió en una entidad perdida para el PRI desde hace 23 años y donde se inició la escalada por el poder por parte de Acción Nacional.
Siguió Guanajuato, estado en donde no ganó el candidato del PAN de aquel entonces (1991) y que 21 años más tarde continúa dominando el partido blanquiazul.
Los triunfos de los panistas se sucedieron en estados como Jalisco, Querétaro, Nuevo León, Aguascalientes, San Luís Potosí, Yucatán, Sonora, Chihuahua y otros más y hoy gobierna toda la franja del Pacífico, desde la península de Baja California hasta Jalisco, con la excepción de Nayarit.
En casi todas esas entidades, Acción Nacional ganó con candidatos propios.
Pero hay otras entidades en las que el PAN ganó en alianza con la izquierda, recurriendo al mismo método usual en los partidos de izquierda, la sustracción de candidatos de otros partidos.
Ese mecanismo fue necesario que lo adoptara la izquierda para sus primeras conquistas estatales, método refrendado hasta la actualidad.
De esa forma, la izquierda conquistó los gobiernos de Zacatecas, Nayarit, Tlaxcala, Chiapas, Baja California Sur, Guerrero y con antiguos militantes ya enrolados en la izquierda con anticipación los del Distrito Federal y Michoacán.
En la actualidad, cada uno marcha por su propio rumbo con candidatos crecidos en el cobijo de sus respectivos partidos aunque hay quienes no olvidan que AMLO militó en el PRI, aunque eso se remonte a casi 30 años.
Los priístas confían en que con su actual precandidato presidencial, Enrique Peña Nieto, no se incurrirá en los errores del pasado y que las traiciones y equívocos son cosas del ayer que no impactarán en nada en los resultados de la jornada electoral del 1 de julio.
Esa es la lógica con que razonan los altos mandos y los estrategas del partido, los que manifiestan su confianza en que la figura carismática del abanderado presidencial permitirá la recuperación de algunos estados en la misma jornada electoral.
Morelos, Jalisco y Chiapas lo sienten en la bolsa, manifiestan confianza con un buen resultado en Guanajuato y Distrito Federal y confían retener Tabasco y Yucatán.
INCONFORMIDAD EN LA IZQUIERDA
Finalmente, en una decisión salomónica de las que se acostumbran en la izquierda, las esposas de las cabezas de las dos principales tribus fueron incrustadas dentro de las candidaturas plurinominales al Senado de la República, con acceso seguro.
Angélica de la Peña, esposa de Jesús Ortega Martínez y dos veces diputada federal por esa misma vía, va como propuesta del grupo que encabeza su esposo, y Dolores Padierna, ex diputada federal, local y ex jefa delegacional por la vía de las urnas, fue parte de la negociación de su esposo René Bejarano, para conseguir un espacio en el mismo Senado.
Pero en la izquierda hay brotes de molestia en algunos estados por la selección de sus candidatos, Tabasco, entre ellos.