A Dresser, de Mónica
Francisco Rodríguez miércoles 29, Feb 2012Índice político
Francisco Rodríguez
La siguiente carta, de Mónica T. Arriola Gordillo a Denise Eugenia Dresser Guerra, no requiere de mayor introducción. Dirigida también a los señores Leo Zuckermann y Juan Pardinas, la hija de la maestra Elba Esther Gordillo escribe en nombre de su familia y de quienes conocemos y respetamos a la dirigente nacional del SNTE:
“Señora Dresser y señores Zuckermann y Pardinas: “Nos dirigimos a ustedes de manera respetuosa para exponer y transmitir nuestra preocupación e indignación, derivadas de los comentarios vertidos en el programa Es la hora de opinar, transmitido el miércoles 22 de febrero en el canal Foro TV.
“Creemos que la academia y el periodismo se sustentan a través de la investigación, la reflexión, la argumentación y el conocimiento, pero sobre todo, se sostienen a partir de la dignidad y el compromiso profesional con el que se defienden las ideas y opiniones periodísticas.
“Justamente, es el compromiso profesional el que evita utilizar expresiones dolosas y personales en espacios de opinión y de contenido público, ese compromiso con el periodismo serio es el que margina los dogmas y privilegia las ideas y la objetividad.
“Para documentar nuestro sentir, quisiéramos comenzar citando el comentario de la señora Denisse Dresser a pregunta expresa del señor Leo Zuckermann ‘¿qué hacer con la maestra Elba Esther Gordillo?’
“’Mi primer instinto, que yo creo es el de muchos que nos están viendo, es pensar… y me apena decirlo, pero sé que es un sentimiento compartido es que se muera (Elba Esther Gordillo) en su siguiente cirugía plástica’, dice la periodista.
“Tal vez su comentario sea instintivo, sin conciencia de la razón, sin recato, utilizando la indispensable libertad de expresión, pero termina emitiendo un juicio sumario con condena incluida. Condena de muerte.
“No creemos, señora Dresser, que el hecho de tratarse de una figura pública sea razón suficiente para violentar los más elementales principios de tolerancia y respeto a la dignidad humana. No nos parece justo, civilizado, democrático, que las diferencias de opinión y perspectiva política, por más radicales que parezcan, sean utilizadas para denigrar, injuriar, agraviar.
“Cierto, su comentario fue ‘instintivo’, sin conciencia de la razón, sin recato ni pudor, utilizando la libertad de expresión para denigrar y enjuiciar no sólo a la maestra Elba Esther, sino también para lastimar a sus hijas, nietos y familiares.
“Si usted tiene o llega a tener hijos, ojalá que la amen entrañablemente y la admiren y respeten como lo hacemos nosotros con ella. Si alguna vez es objeto por cualquier motivo de la furia irracional o ataques de odio como los que hoy instiga hacia la nuestra, que sus hijos la defiendan con el mismo amor y solidaridad que el que nosotros le profesamos.
“Para nosotros, para mi familia y los amigos cercanos, la calidad moral de la madre, la abuela, la maestra, no está en tela de juicio.
“Es y seguirá siendo un ejemplo de esfuerzo, tenacidad y valor. Una mujer fuerte, luchadora, que ha enfrentado y vencido obstáculos en ambientes hostiles.
“Una madre y abuela cariñosa que ha sabido ganarse el cariño y respeto de una familia que no puede dejar pasar el insulto y la vulgaridad amparados en el ejercicio de la libertad de expresión.
“Habla de un ‘sentimiento compartido’, sin embargo, desear la muerte en esos términos es exclusividad suya. Y es responsabilidad de quien la dice, de nadie más.
“Con sorpresa descubrimos que el arrebato redujo su intervención pública a un triste y desafortunado mensaje de odio: desear la muerte de una persona o, simplemente, esperar ‘que se vaya’, ‘se enferme’, ‘la enjuicien’ o ‘desaparezca’.
Parece que su opinión no está a la altura de los méritos y reconocimientos académicos que ha obtenido gracias a su inteligencia, a su crítica dura pero argumentada, a su formación y preparación. Por esto nos sorprenden aún más sus comentarios faltos de sustento, sus juicios y acusaciones. Incriminando sin probar. Sólo desde su exquisita verdad. De su innegable probidad.
“Los mexicanos queremos desterrar la violencia y usted con sus comentarios pone en riesgo la integridad de una persona, incitando y deseando el peor de los males, lo hace con tanta ligereza que pone en duda su liderazgo de opinión, o peor aún, su escasa idea del poder que detentan las voces en los medios de comunicación.
“Señora y señores: Tan honorables son sus críticas y opiniones políticas como también lo deberían ser sus responsabilidades al comunicar en espacios de opinión pública.
“Que quede claro, ésta no es una carta con intenciones de defensa política o sindical, en eso sus discrepancias, críticas y argumentos son muy bienvenidos. Esto es distinto y debiese ser entendido así: Esta es una expresión y sentir familiar sobre la falta de respeto reflejada en sus comentarios, risas y burlas. Somos una familia que demandamos respeto como personas. No más, señora. Ni tampoco menos.
“Nuestra familia cree en la honestidad y en la sinceridad, cree y confía en la tolerancia como ejemplo de libertad, cree y confía en la calidad moral de ustedes como comunicadores y académicos, pero también en la calidad como ciudadanos para distinguir y discernir entre los deseos personales y el elemento indispensable dentro de la responsabilidad que es la obligación, ya sea moral o incluso legal de ejercer su quehacer con estricto apego al respeto y al decoro profesional.
“Señor Zuckermann: dejar que su programa se convierta en un espacio de ofensas, agresiones personales y deseos de muerte sin prueba, sin sustento hará que el debate se convierta en arrebatos de rencores o resentimientos que en nada contribuyen a la democracia de nuestro país. Señor Pardinas: no se trata de humillar mediante la palabra, de insultar y desprestigiar mediante suposiciones, haciendo de las posturas verdades absolutas. Seriedad y profesionalismo, señor.
Señora y señores: Utilizar las cámaras y el micrófono en una circunstancia electoral y política para ofender a una mujer y su familia no es acorde a sus reconocidas trayectorias, no va con el ejemplo de civilidad, objetividad e integridad que ustedes deben demostrar ante la opinión pública, no es digno de un país que también exige ejemplo de educación desde los medios de comunicación, porque al final más allá del talento están los valores comunes, porque no se trata de provocar el mayor daño poniendo de rehén la dignidad de otros ciudadanos. De familia a familia: esperamos que sus expresiones sólo hayan sido producto del ofuscamiento y que sea capaz de ofrecer una disculpa pública en el mismo medio. Nuestra familia desea que recupere su capacidad analítica, su perspectiva académica y su calidad como ser humano.
“Atentamente, “Mónica T. Arriola Gordillo”
Índice Flamígero: Más parecía programa de la insulsa barra cómica. Pastelazo tras pastelazo, los tres parecían cómicos de la legua. Idos de la lengua.