El encanto de la discreción
Ramón Zurita Sahagún martes 23, Mar 2010De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Dos años tardó la periodista Rosa María Valles Ruiz en recopilar los pormenores de la vida de Cecilia Occelli González, redactarlos y plasmarlos en un libro lejano de coincidir con el título: “El encanto de la discreción”.
Y es que es cierto que Cecilia fue una mujer discreta durante el gobierno de su entonces esposo Carlos Salinas de Gortari, al igual que la mayor parte de las parejas de los presidentes de la República desde la implantación de los sexenios, pero pierde ese sentido de la discreción con una biografía anodina.
Fueron varios lustros los que pasaron desde que Cecilia Occelli abandonó Los Pinos y otros menos los que marcan su divorcio de Carlos Salinas, del que Cecilia hace un amplio reconocimiento en el libro presentado públicamente el pasado jueves y en el que no se consignan chismes ni escándalos de ninguna clase.
Salvo los casos de Carmen Romano y Marta Sahagún, la discreción ha sido el signo de identificación entre las distintas mujeres que acompañaron en sus respectivos tiempos a los presidentes que han gobernado México.
Dos de estas mujeres se significaron por la labor social desarrollada en la gestión presidencial de sus respectivos maridos: Eva Sámano y María Esther Zuno.
La primera fue la impulsora de los desayunos escolares y de las aportaciones que se hacían al recién creado Instituto Nacional de Protección a la Infancia, organismo que más tarde se transformó en el DIF.
En su labor contó con el respaldo de su esposo, Adolfo López Mateos y con un impuesto adicional que se cobraba en los espectáculos públicos.
La segunda, María Esther Zuno, dedicó parte de su tiempo en procurar mejoras para las mujeres y los niños, creando talleres y generando empleo para las todavía entonces relegadas mujeres.
María Esther como en su momento Eva contó con el respaldo decidido del Presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, su esposo.
Ellas han sido las dos mujeres que más se han significado por su labor social, sin buscar las candilejas o los reflectores para sobresalir o robar la atención que se concentraba en sus respecticos esposos.
Caso contrario es el de las esposas de José López Portillo y Vicente Fox Quesada, las que buscaron, por medios distintos la atención pública y los reflectores.
En el caso de Carmen Romano se trató de una virtuosa de la música, que caminó los seis años de la gestión presidencial de su esposo totalmente al margen de la función pública. La atención que las esposas del Ejecutivo en turno ponen a los programas sociales no fue de su interés, por lo que esta descansó en los encargados de la oficina del DIF.
De la señora Romano se contaron muchas historias, algunas ciertas, otras forman parte de su leyenda, aunque por la poca atención que se ponía en sus actividades, las más de ellas no merecieron la atención pública.
Marta Sahagún se convirtió en la primera esposa de un Presidente de México en atraer tantos reflectores como el propio Ejecutivo federal que llegaron al extremo de crear la frase de” la pareja presidencial”.
La esposa de Vicente Fox Quesada se inmiscuyó en asuntos de gobierno, con el respaldo de su pareja sentimental buscó sus propios espacios y hasta pretendió convertirse en la sucesora de su marido (intentando emular a Isabel Martínez de Perón en Argentina).
En los casos de las otras esposas de los diversos presidentes de México que han gobernado al país desde 1934 a la fecha, poco relevante se puede decir.
Amalia Solórzano era demasiado joven cuando su esposo gobernó al país, pero con todo y ello se puso al frente de la campaña de recolección de dinero para el pago de indemnizaciones por la expropiación petrolera y la discreción fue su forma de vida.
Soledad Orozco fue la esposa de Manuel Ávila Camacho y con excepción de la anécdota sobre lo feo de sus sombreros poco es lo que se recuerda de sus apariciones públicas, aunque como todas las esposas de los ejecutivos federales cumplía con el protocolo de la labor social.
Beatriz Velasco Mendoza fue la pareja que acompañó a Miguel Alemán Valdés en su tránsito presidencial, guardando la respectiva discreción que era tradicional y restringiendo sus actividades a las correspondientes de aquella época y se le recuerda más por ser la única en tener un hijo nacido en la gestión presidencial de su esposo.
María Izaguirre fue la pareja de Adolfo Ruiz Cortines y austera como su marido, aunque se cuentan historias varias, las más de ellas acreditables a sus hijos. No fue exactamente lo más cercano a la discreción en el ejercicio gubernamental de su marido, pero hasta su muerte se mantuvo alejada de reflectores y escándalos.
Guadalupe Borja, esposa de Gustavo Díaz Ordaz, mujer reservada y hogareña que se mantuvo un tanto alejada de la escena pública en la administración de su esposo, aunque fue la impulsora de la fundación del IMAN (Instituto Mexicano de Asistencia a la Niñez).
Paloma Cordero, casada con Miguel de la Madrid Hurtado, es, tal vez, una de las más discretas de las esposas de los presidentes de México, por lo que su gestión fue en ese tenor, aunque en la administración de su esposo se puso especial atención en el patronato del voluntariado nacional que ella encabezó y en el que participaban las esposas de los servidores públicos.
Nilda Patricia Velasco, esposa de Ernesto Zedillo Ponce de León, se distinguió por su renuencia a ser considerada “Primera Dama” y su molestia a participar en los distintos eventos sociales que le correspondían en ese carácter.
Margarita Zavala, esposa de Felipe Calderón Hinojosa, es la primera de las esposas de los presidentes en turno en contra con una carrera propia dentro de la actividad política. Sin embargo, se mantiene con cierto grado de discreción, asumiendo, hasta con cierto desgano, las tareas que le corresponden en gestión social.