Nazar Haro, el represor
¬ Augusto Corro lunes 30, Ene 2012Punto por punto
Augusto Corro
La semana pasada murió Miguel Nazar Haro, un policía que siempre estuvo en el ojo del huracán, por su fama de torturador, asesino y violador de los derechos humanos, sistemáticamente. Convertido en uno de los represores más visibles de la denominada “guerra sucia” (últimos años de la década del sesenta, hasta finales de los setenta), fue el titular de la denominada Dirección Federal de Seguridad (DFS) encargada de aplastar a grupos subversivos armados, en todo el país.
Durante la represión, se registraron acciones violentas de la autoridad contra miles de ciudadanos que fueron víctimas de desapariciones forzadas, no era otra la función que desempeñaba la Brigada Blanca, instrumento ejecutor de la citada dirección.
En casos específicos, Nazar Haro estuvo relacionado, entre otros, con los levantamientos de seis integrantes de la Brigada Campesina Los Lacandones, en 1974, y de Jesús Piedra Ibarra, hijo de la senadora Rosario Ibarra de Piedra.
En el gobierno de Vicente Fox se montó un teatro con la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado para poner en su lugar a todos aquellos que encabezaron el movimiento represor. Hubo simulacros de juicios, en los que se manejaron los nombres de Luis Echeverría Álvarez, Fernando Gutiérrez y Miguel Nazar Haro. Fueron acusados de cometer los peores delitos, en los que se añade el de lesa humanidad, pero la farsa terminó como empezó: nadie fue enviado a la cárcel.
Se trató de las peores actuaciones de los representantes de la justicia a la mexicana. Fueron abundantes las pruebas de la represión contra la ciudadanía; pero no hubo un valiente en el Poder Judicial que se decidiera por el castigo de los represores.
En fin, el expediente de Nazar Haro se encuentra lleno de hechos criminales, que van desde el robo de coches hasta la desaparición forzada de personas, en un país donde las leyes se aplicaban en el más puro estilo de las cavernícolas. De la trilogía de represores, el único sobreviviente es el ex presidente Luis Echeverría Alvarez. El gran burlador de la justicia a la mexicana.
RÍOS MONT EN GUATEMALA
En Guatemala, el ex dictador Efraín Ríos Montt no corrió con la misma suerte que su colega mexicano, el intocable Echeverría.
Después de varios años de vivir en la impunidad total, el ex presidente al fin fue alcanzado por el brazo de la justicia, pues su régimen resultó el más violento durante los 36 de guerra civil, con un saldo de más de 200 mil víctimas.
El jueves de la semanada pasada, la jueza Carol Patricia Flores ordenó procesar por delitos de genocidio y crímenes de guerra.
Debido a su avanzada edad (en junio cumplirá 86 años), el ex mandatario estará en “arresto domiciliario”, con la custodia de agentes de la Policía Nacional Civil. La legislación guatemalteca contempla penas de 30 a 50 años de prisión por el delito de genocidio y de 20 a 30 años por el de crímenes contra la humanidad.
La Fiscalía de Derechos Humanos acusó a Ríos Mont de diseñar, ordenar y dirigir los planes contrainsurgentes ejecutados por el Ejército: en al menos 11 matanzas, perdieron la vida unos mil 171 indígenas; también se registraron un millar de violaciones sexuales en contra de mujeres menores de edad.
En el siglo pasado, en el Cono Sur surgieron las dictaduras en varios países. Las más represivas se registraron en Chile, Argentina, Brasil, Nicaragua, etc.
En el caso chileno, el sátrapa Augusto Pinochet no pudo burlar a la justicia. Aunque no recibió el castigo como tal, sí vivió para arrepentirse de sus atrocidades, pues debió superar un juicio por delitos de lesa humanidad en otros países. Lo mismo ocurrió con los dictadores argentinos, pues el último de estos, el ex general Reynaldo Bignone, de 83 años, fue sentenciado a 15 años de prisión por delitos de lesa humanidad en diciembre pasado. El ex militar mencionado, quien negoció la transición a la democracia después de firmar una ley de amnistía que posteriormente fue anulada, y ordenar la destrucción de toda la documentación sobre detenciones, torturas y asesinatos de desaparecidos, también está relacionado con el robo de bebés durante el régimen militar.
En México, el ex presidente Ernesto Zedillo Ponce de León enfrenta una acusación por el delito de genocidio por la matanza de Acteal.
¿QUÉ CON EL ESPIONAJE?
Que siempre no hay espionaje en San Lázaro. Como informamos la semana pasada, los diputados amarillos se quejaron de ser espiados. ¿Por quién? Nadie lo sabe.
El legislador Guadalupe Acosta Naranjo, del Partido de la Revolución Democrática (PRD), presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, armó el escándalo por el supuesto espionaje telefónico o electrónico, sólo él sabe de qué se trata.
En un informe preliminar, las autoridades señalaron que no hay pruebas o elementos para pensar que hay espías en San Lázaro.
Por su parte, la bancada priísta en la Cámara baja confirmó también que no hay tal espionaje, después de revisar las oficinas de los diputados del tricolor.
Y de paso sea dicho que en San Lázaro no hay razones para realizar investigaciones secretas. En ese lugar la mente de los representantes populares no se encuentra en condiciones de idear, pensar o imaginar cosas extraordinarias.
¿Qué se puede indagar subrepticiamente si los diputados están sometidos a la voz del amo y que difícilmente pueden actuar con algo de autonomía?
Ahora, los propios legisladores le exigen a Acosta Naranjo pruebas de sus acusaciones, porque ni ellos mismos se creen un peligro para ser objetos de las historias de James Bond, el inmortal 007, con licencia para matar.