Los desheredados
¬ Augusto Corro lunes 23, Ene 2012Punto por punto
Augusto Corro
Que siempre sí han muerto rarámuris en la Sierra Tarahumara.
En total, fueron registradas veintiocho muertes por desnutrición al cierre de 2011.
Confirmó la información el propio gobernador César Duarte, quien en declaraciones absurdas señaló que los rarámuris son felices en la pobreza que viven.
Debido a los estragos provocados por la sequía y las heladas en el país, los medios de información enfocaron sus baterías a la tragedia que se vive en el campo mexicano en general.
Este problema se agudizó debido a la falta de políticas sociales preventivas, pues aunque se conocen los pronósticos del tiempo nada se hace para paliar los estragos que producen la falta de agua y las heladas.
Los más pobres han sido los más afectados. Entre estos se encuentran las etnias con millones de mexicanos que se encuentran muy lejos de alcanzar los beneficios económicos de un país con millones de dólares en su reserva.
A lo largo y ancho del país, las comunidades indígenas, desde tiempos inmemoriales, han sido explotadas y discriminadas por los caciques en turno. En esa tragedia colectiva debe incluirse a la gente del campo que también es víctima de los caprichos del tiempo y de los malos gobiernos. Pasan los siglos y las etnias continúan relegadas a los planos de injusticia y olvido promovidos y ejecutados por las autoridades y sus representantes que practican la violencia para reprimir y exterminar a aquellos que elevan sus voces de inconformidad, o que representan un obstáculo a las políticas caciquiles regionales.
En el caso de los rarámuris, los zonas que habitan son ricas en materias primas, que explotadas con sentido y justicia, ya hubieran llevado a los indígenas a conseguir mejores condiciones de vida, pero a nadie le interesa el destino de esa gente.
Solo en casos graves como la sequía y las heladas los gobiernos en turno se ven obligados a sacar sus discursos anuales. Pasan las temporadas y se vuelve a lo mismo: los rarámuris seguirán en la hambruna, en espera de que mejore la limosna que les llega a cuenta gotas. Lo anterior se desprende de las declaraciones del gobernador Duarte, quien espera que para este año, se reduzca al número de indígenas muertos por desnutrición. ¿Y los proyectos para sacar de la miseria a esa etnia? No se ven por ningún lado.
LOS CACIQUES
En Chihuahua y entidades vecinas, las comunidades indígenas padecen hambre y frío por las inclemencias del tiempo y por la falta de políticas dedicadas a sacarlos de la miseria. En otras etnias, por ejemplo la triqui, que se localiza en la Mixteca Alta, ocurre lo mismo, aunque debe agregársele el de la represión por parte de grupos paramilitares.
En San Juan Copala, la etnia triqui se dividió por motivos políticos: unos empeñados en la autonomía de su gobierno y otros, entregados al gobierno de Ulises Ruiz Ortiz, promovieron acciones represivas: el número de muertos llega a los 30 en esa guerra fratricida.
Igual que los rarámuris, los triquis se encuentran olvidados de los programas sociales de los gobiernos. Nadie tiene interés alguno en participar como intermediario para que la paz social regrese a esa comunidad.
Debido a las acciones represivas de los grupos paramilitares, los habitantes de San Juan Copala abandonaron su pueblo y huyeron con rumbos diferentes. Algunos se fueron a vivir a la capital oaxaqueña y otros se vinieron a radicar al Distrito Federal. La semana pasada, los indígenas acordaron que ya era tiempo de regresar al terruño y así lo hicieron saber a las autoridades; pero parece que no existen las condiciones de seguridad para el retorno sin problemas. Aunque se habla de medidas cautelares promovidas por organismos de derechos humanos a fin de proteger la vida de los triquis, los paramilitares no entienden razones.
En otra ocasión, una Caravana por la Paz (27 de abril de 2010) que se dirigía a San Juan Copala con víveres para decenas de habitantes que se encontraban sitiados, fue emboscada. En el lugar fueron asesinados dos activistas sociales: Alberta Cariño Trujillo, directora del Centro de Apoyo Comunitario Trabajando Unidos: y Jiry Jaakkola, de origen filandés, observador de derechos humanos.
Según el testimonio de un francotirador paramilitar, esos hechos ocurrieron de la siguiente manera:
”Cuando la camioneta se paró al topar con las piedras, Toño Pájaro (jefe paramilitar) comenzó a disparar. Le siguieron sus “soldados”. Bajaron hasta donde estaban los carros que intentaron dar marcha atrás sin conseguirlo. El ataque fue a matar. No dejaban de tirarles a las personas, que en pocos segundos salieron despavoridas de los vehículos.
“Toño Pájaro, Anastasio Juárez y Cirino López Ramírez continuaron el tiroteo, se fueron contra la camioneta blanca donde caían muertos Alberta Cariño Trujillo y Jiry Jaakkola. El resto del equipo paramilitar apuntaba a los demás integrantes que conformaban el contingente, quienes huían resbalándose por el terreno”. Y de las tragedias indígenas se encuentra llena la Historia de México.
En 1997, en Acteal, Chiapas, fueron masacrados 45 indígenas. Precisamente, en estos días, el ex presidente Ernesto Zedillo enfrenta a la justicia.
Familiares de los asesinados acusaron en un tribunal estadounidense al ex mandatario mexicano por su supuesta complicidad en dicha matanza. Específicamente, el 22 de diciembre de 1997, un grupo de indígenas que oraban en un templo en la comunidad de Acteal, fueron atacados por un grupo vinculado con bandas paramilitares que acabó con la vida de 45 personas entre ellas niños. ¿Terminará algún día la historia de abusos y crímenes contra las etnias? ¿Alguien podrá contestar la pregunta?