Los tiranos y la historia
¬ Augusto Corro miércoles 11, Ene 2012Punto por punto
Augusto Corro
Los dictadores de todo el mundo, cuando están en la cima del poder sienten un profundo desprecio por la Historia (con mayúsculas).
El desprecio por la vida humana es el principal eje de sus acciones. En esos regímenes represivos no se vale pensar. Las ideas deben surgir de la mente del sátrapa.
Se cancelan las libertades y las acciones dictatoriales caen en las acciones represivas permanentes.
Los enemigos son perseguidos hasta eliminarlos físicamente. Los cementerios se llenan de cadáveres de hombres y mujeres que se opusieron a los designios del todopoderoso.
En los regímenes dictatoriales, no se aceptan ni la más mínima de las protestas. En la sociedad que padece a los tiranos, la búsqueda de inconformes es el pan de cada día. En Chile o en Argentina, los gobiernos dictatoriales apoyados por la fuerza de las armas se nutrieron con miles de ciudadanos torturados, muertos o desaparecidos.
El testimonio de esas acciones de lesa Humanidad está escrito en los libros de Historia Universal. Son páginas que se refieren a los latrocinios que los dictadores cometen cuando se encuentran ebrios de sangre y poder.
Con tinta indeleble quedan grabados esos capítulos denigrantes en la vida de la raza humana.
En estos días, en Chile surgió una acalorada discusión e inconformidad porque las autoridades derechistas pretenden cambiar los textos de la Historia.
Específicamente, se intenta cambiar la palabra dictadura (la que practicó Augusto Pinochet) por régimen militar, con la idea de suavizar aquellas horas amargas que sufrió el pueblo chileno, cuando ocurrió el golpe de Estado que terminó con la vida del presidente Salvador Allende.
Después, el poder fue asumido por Pinochet que instauró una dictadura militar apoyada en el terror y en la represión contra los enemigos políticos y la sociedad en general. Las autoridades educativas chilenas, bajo la sombra de la derecha, buscan por decreto, suavizar la palabra dictadura. El esfuerzo será en vano, la Historia ya juzgó los hechos y a Pinochet lo tienen catalogado como un sátrapa redomado.
FRANCO NO CANTABA MAL…
Pero no es el único caso. En España, todavía se lucha por dignificar la imagen del generalísimo Francisco Franco.
La derecha de aquél país aún se muestra muy sensible cuando algún juez intenta aclarar el pasado ignominioso de la dictadura franquista. Por más que los españoles intentan darle la vuelta a la página, la Historia, necia, lo impide. No es para menos. Todavía se encuentran cadáveres sin identificar y tumbas clandestinas de difuntos anónimos.
¿Dónde están los restos mortales de aquel poeta Federico García Lorca? Por cierto el juez Garzón, quien se enfrentó a Pinochet, ahora libra una lucha contra la propia justicia española que no permite que el letrado remueva, en busca de la verdad, los escombros de esa época oscura de la dictadura franquista. El fallo de la Historia es inapelable. El dictador que actúa como tal queda registrado en los anales históricos para siempre. Tratar de suavizar o lavar su imagen es en vano. El testimonio de las víctimas los condenará para siempre.
Tarde o temprano, aquellos que mantienen sojuzgados a sus pueblos, son llevados a rendir cuentas por sus acciones represoras.
Precisamente, en Egipto, el ex presidente Hosni Mubarak, de 83 años, un déspota ejemplar, es juzgado después de mantenerse en el poder durante 29 años. Un querellante en el juicio exigió la pena de muerte en la horca.
Sobre el ex mandatario egipcio hay cargos de complicidad en el asesinato de más de 800 manifestantes durante el levantamiento que lo derrocó el año pasado.
En el caso del dictador Muamar Gadafi, este pereció luego de ser capturado por las fuerzas revolucionarias de Libia.
Mubarak y Gadafi lo mismo que Pinochet, Franco o los militares argentinos no podrán cambiar la Historia. Maquillarla con el cambio de palabras ya no beneficiará a los tiranos.
ZEDILLO ¿APRENDIZ DE DICTADOR?
Ya que hablamos de déspotas, en Estados Unidos el ex presidente Ernesto Zedillo enfrenta una demanda en su contra por la matanza de 45 personas ocurrida en 1997, en Acteal, Chiapas.
Los abogados del ex mandatario presentaron una moción ante la corte federal de Hartford, Connecticut, para que se deseche dicha demanda y, obviamente, rechazan las acusaciones.
Ignoramos, cómo sorteará Zedillo este problema, porque la acusación es grave. Alega que por su carácter de ex jefe de Estado tiene inmunidad frente a la demanda mencionada. El ex funcionario negó que tener alguna responsabilidad por la matanza que un grupo paramilitar cometió en Acteal, y de que haya intentado encubrir el crimen.
Las noticias de la tragedia de Acteal (22 de diciembre de 1997) decían que la acción criminal duró varias horas y los agresores pertenecían al grupo denominado Máscara Roja que atacaron a los indígenas tzotziles de la organización “Las Abejas”, que oraban en el interior de un templo.
El resultado de esa acción sangrienta dio como resultado la muerte de 45 personas, incluidos niños y mujeres embarazadas.
Las autoridades mexicanas declararon que el crimen obedecía a las pugnas por un conflicto étnico. Los grupos defensores de los derechos humanos señalaron que se trataba de una estrategia gubernamental para desarticular la base social del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
En fin, resulta más que difícil borrar los renglones negros de la Historia, principalmente aquellos relacionados con hombres que se creían o se sentían dioses. Tarde o temprano enseñan el cobre de sus enfermedades de poder.