El juego supremo
Francisco Rodríguez martes 10, Ene 2012Índice político
Francisco Rodríguez
El precopeo es una etapa difícil, muy difícil de manejar.
No es raro que, tras hacer dos o tres escalas para precopear -en realidad desde ahí se ponen “como arañas fumigadas”-, algún jovencito llegue a la fiesta de una quinceañera y, apenas saludando a la anfitriona, se vomite sobre ella.
Pero, ¿qué clase de juego es éste? Recurro al envío electrónico de uno de los lectores del Índice, don Jorge Granados Samaniego, de un fragmento del libro “Juego supremo”, del doctor en sicología, Robert S. de Ropp, publicado por Editorial Yug en 1972.
Habla este autor de la existencia de, entre otros, el juego-del-puerco-en-la-batea o el de la abundancia… del juego-del-pavoneo o de la fama… y del juego-de-Moloch o el de la “gloria” o la “victoria”: el genocidio.
“El juego del puerco en la batea es un juego objetivo simple. Su fin es meter el hocico en la batea tanto como sea posible, tragar en exceso, sacando a los otros puercos por la fuerza. El jugador es codicioso, insaciable, despiadado, astuto y egoísta.
“El juego del pavoneo se juega para obtener fama. Está diseñado principalmente para inflar el falso ego y mantenerlo así. El jugador se halla hambriento de ser conocido y que se hable de él. Quiere ser una celebridad, aun cuando no haya nada digno de celebrarles. Para los actores y políticos este juego es prácticamente una obligación, porque se ven forzados a mantener una “imagen pública” que puede no tener ninguna relación con lo que ellos son realmente. Cualquier publicidad para ellos es mejor que ninguna. Prefiere ser conocido como bribón que no ser conocido.
“El juego de Moloch es el juego más mortal de todos los juegos; se juega para obtener ‘gloria’ o ‘victoria’. Es un juego fatalmente humano. Atraídos por algún brillante sueño de gloria o poder, matan con ilimitado entusiasmo, destruyendo ciudades enteras, devastando países completos. Aquí la compasión, la decencia, la simpatía, y ni siquiera el sentido común, se permiten interferir con la orgía destructiva.
“Estos tres juegos son actividades más o menos patológicas. Los jugadores que ‘ganan’, no ganan nada que verdaderamente puedan llamar propio. El del puerco en la batea puede volverse doblemente rico, sólo para verse a sí mismo amargado, vacío e infeliz, sin siquiera saber qué hacer con la riqueza que ha amasado.
“Los del pavoneo pueden volverse tan famosos que todo el mundo conozca su nombre, sólo para darse cuenta de que esta fama es simplemente una sombra y un manantial de inconvenientes.
“Los jugadores del juego de Moloch pueden bañarse en sangre hasta las orejas, sólo para descubrir que la victoria o la gloria, para la cual sacrificaron millones de vidas, son palabras vacías, como prostitutas ricamente ataviadas que conducen a los hombres a su destrucción.”
“En cada uno de estos tres juegos inferiores hay un elemento criminal, porque dañan tanto al jugador como a la sociedad de la cual forman parte. Pero, actualmente están tan deformadas las normas con las que el hombre mide la criminalidad, que los jugadores de estos juegos son más bien considerados ‘pilares de la sociedad’ que lunáticos peligrosos que deberían ser confinados en islas remotas donde no puedan dañarse a sí mismos ni a los demás…”
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