Estudiantes vulnerables
¬ Augusto Corro lunes 19, Dic 2011Punto por punto
Augusto Corro
La semana pasada fueron sacrificados dos normalistas durante una manifestación en la Autopista del Sol, sobre Chilpancingo, Guerrero: ambos perecieron al ser alcanzados por las balas de la policía en un acto represivo ordenado por las autoridades estatales.
Posteriormente en las instalaciones de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) cuatro jóvenes y el padre de uno de ellos perdieron la vida a manos de gansters. Los restos de los victimados aparecieron en fosas clandestinas. En este caso, las primeras investigaciones revelaron que se trató de crímenes del fuero común, en los que participaron miembros de la propia agrupación estudiantil, en asuntos relacionados con extorsiones.
Por lo menos, el padre de uno de los jóvenes se dedicaba a la venta de churros y posiblemente se negaba a pagar el derecho de piso, exigido por los hampones pseudouniversitarios.
Los investigadores suponen que los asesinatos fueron la parte culminante de la violencia que se desató días después de los Juegos Panamericanos. Aunque las actividades ilícitas del gansterismo universitario se realizan desde hace mucho tiempo.
Como si lo anterior no fuera suficiente, Guadalajara recibió un baño de sangre, como ha ocurrido en otras ciudades de México.
Basta recordar los cuerpos sin vida transportados en camionetas abandonadas en avenidas importantes de la Perla Tapatía.
Los policías tienen pistas suficientes y claras para descifrar los motivos de la matanza de estudiantes y de quienes son los presuntos asesinos.
En las instalaciones de la FEG fueron localizados los cadáveres de Francisco Javier Carrillo García, Gabriel Morán Cervantes, Juan Pablo Valentín Guerrero, Francisco Ismael Gómez Saucedo y Armando Gómez.
La FEG se ha distinguido por actuar con métodos violentos para mantener amedrentada a la población estudiantil y ejercer un poder que le permita la extorsión y la impunidad. Las pugnas en el ambiente universitario de Guadalajara son el pan de cada día y en ellas participan desde los estudiantes hasta el rector.
Los días de la FEG están contados. Así lo dejó entrever el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, quien “adelantó que ante la ola de violencia presuntamente desatada por la FEG, su gobierno va a desenmascarar a los que están detrás de esa red de delincuencia, sancionar a los homicidas de los estudiantes y el padre de uno de ellos, sucedidos en las últimas horas”.
En tanto grupos de universitarios se manifestaron por la desaparición de la FEG multicitada.
LOS NORMALISTAS
Dos jóvenes de la normal de Ayotzinapa perecieron al ser alcanzados por las balas que dispararon las armas largas de la fuerza pública estatal. Ellos respondían a los nombres de Jorge Alexis Herrera y Gabriel Echeverría. Por el momento, el gobernador aliancista, Angel Aguirre, intenta desesperadamente salvar el pellejo. En otra ocasión defendió, sin mayor problema a su protector, el entonces gobernador Rubén Figueroa, quien fue señalado como el autor intelectual de la masacre de campesinos.
Angel Aguirre hacía entonces el papel de gobernador interino. Hoy la situación es diferente, porque los adversarios políticos del mandatario estatal plantean la posibilidad de enjuiciarlo políticamente.
Es iluso pensar que un político mexicano (el que usted sugiera) y menos un gobernador sea juzgado por hechos en los que perdieron la vida dos normalistas.
Cabe mencionar que los jóvenes protestaban porque Angel Aguirre no cumplió una lista de compromisos que ofreció a los estudiantes. Ni siquiera recibía a las comitivas escolares que intentaban entrevistarlo.
Los gobernadores, convertidos en virreyes, disfrutan de la vida en sus ínsulas de poder, sin que nadie los llame a rendir cuentas.
Ni siquiera los partidos políticos (PAN y PRD) alzan sus voces para exigir justicia.
LA GUERRA DE CALDERON
A esas muertes de estudiantes se suman las miles de víctimas jóvenes producto de la guerra de Calderón contra la delincuencia organizada. A la guerra no se puede ir sin fusil. Es decir que si no se tienen los elementos necesarios para pensar en la victoria, mejor dejar la lucha para otra ocasión.
Entre las fallas de Calderón para enfrentar a la delincuencia organizada, hay una importante: la policía. Todo mundo sabe que la fuerza pública municipal, estatal y federal no estaba preparada para participar en la guerra contra la narcodelincuencia.
Los uniformados estaban relacionados estrechamente con los delincuentes, quienes recibían las facilidades del caso para el trasiego de droga, el contrabando de armas y la ocupación de las plazas.
Se tiene entendido que las policías de los tres niveles obligadas por sus necesidades o por las amenazas contra sus vidas, optaron por colaborar con los narcos.
En parte, el florecimiento de los cárteles se debió a que, por largos años, nadie los combatió. Al contrario, los representantes del orden encontraron una mina de oro para obtener ganancias ilícitas.
Después de tanto tiempo con el cáncer en el tejido social, cuando se decidió extirpar las células malignas, estas ya habían avanzado considerablemente en su poder destructivo.
Ir a la guerra sin contar con la infantería apropiada, es como arrojarse desde un avión sin paracaídas.
Ya no se sabe el número de policías que han sido dados de baja porque se les descubrió que colaboraban con cualquiera de los cárteles de la droga de diferentes maneras: desde soplones, halcones y sicarios.
En círculos del poder político, es decir, en el Consejo de Seguridad, las principales autoridades acordaron hacer una depuración en los cuerpos policiacos.
Ningún gobernador se opuso a limpiar de malos elementos la fuerza pública; pero el hechos son contados, los que efectivamente cumplen con su palabra empeñada.
En la estrategia contra los cárteles de la droga, la corrupción policiaca ha contribuido a no obtener los resultados que permitan ver una victoria cercana.
En caso de que las autoridades se esmeren en sanear sus cuerpos policiacos y sean lanzados a la calle los malos elementos, la depuración podría concluir en enero del 2013.
No es nada halagador suponer que la ola sangrienta que azota a México seguirá incontrolable. ¿Hasta cuándo? Nadie sabe.
En la barbarie del estado de Guerrero, quedó de manifiesto que las autoridades siguen montadas en el despotismo, la ineptitud y el desprecio por las leyes y la vida humana.