Miseria e indigencia
Francisco Rodríguez jueves 15, Dic 2011Índice político
Francisco Rodríguez
Algo de místico hay en las autoinmolaciones. Siempre suceden en “momentos de oscuridad”. Los autoinmolados parecieran querer convertir sus cuerpos en antorchas que ayuden a otros a encontrar el camino que ellos creen es el correcto, aunque los demás estemos conscientes de que están equivocados.
Y los actuales son, efectivamente, “momentos de oscuridad”.
La actual administración federal cosecha ya los resultados: la miseria y la indigencia crecen bajo su égida en el país, mientras en la región latinoamericana son exitosamente abatidas. Hay más analfabetas, más desnutridos, muchos más desesperanzados. Más de la mitad de los habitantes del país carecen de todo tipo de expectativas de salud, educación, alimentación y vivienda.
Presume la creación mensual mínima de empleos, cuando la mayoría, si no es que la totalidad, han sido generados por las grandes obras de infraestructura que erige el gobierno de la capital nacional. De salario mínimo, además.
Por otra parte, la muerte del autoinmolado, sin importar qué tan espectacular sea, permanecerá absolutamente sin sentido a menos que una mirada receptiva la capte, es decir, a menos que suceda en el seno de una comunidad devorada por sentimientos de culpa.
Y esa culpa puede responder a varios factores: injusticias toleradas habitualmente, cobardía colectiva e insensibilidad ética, pasividad frente a la opresión política, sentimiento de derrota frente a fuerzas percibidas como invencibles, aunque legítimas: gobiernos totalitarios, ocupación militar extranjera, etc.
En otras palabras, los autoinmolados surgen en sociedades que de cierto modo se sienten responsables de su opresión, donde no sólo sentimientos de complicidad, resentimiento mutuo y desconfianza envenenan la vida privada de la gente, sino que también la socavan en lo social. Los autoinmolados hacen algo que es cautivadoramente simple: rompen el hechizo que es exactamente lo que se necesita para detonar el cambio, como resultado, son adoptados en calidad de “salvadores” y “redentores”, no obstante que en algunas circunstancias, sólo sean quienes encienden el cerillo en el momento exacto en que la tensión social se ha vuelto explosiva.
Y el país está como yesca y en cualquier momento se podría incendiar.
Índice Flamígero: Decía el admirado escritor y soberbio poeta Mario Benedetti que “un torturador no se redime suicidándose… pero algo es algo”.