¿Amor eterno?
¬ Augusto Corro viernes 2, Dic 2011Punto por punto
Augusto Corro
La cúpula perredista se reunió para fumar la pipa de la paz. Los enemigos se sentaron a la mesa para jurarse amor eterno y llegar unidos a las elecciones del 2012.
Con la nueva mística política de la izquierda mexicana basada en los sentimientos de amor y paz, los dirigentes se tomaron la foto del recuerdo: todos sonrientes, con los brazos en alto y los dedos haciendo la V de la victoria.
En el presídium estaban, de izquierda a derecha, Jesús Zambrano, El Chucho mayor; la secretaria general del PRD, Dolores Padierna; el jefe de gobierno capitalino, Marcelo Ebrard Casaubon; el precandidato a la presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador; el presidente de la organización mencionada, Jesús Zambrano; y Alejandro Encinas, diputado de los amarillos.
Con esa acción de la dirigencia amarilla se confirmó que las denominadas izquierdas mexicanas buscarán la unidad, como paso fundamental para desempeñar un papel decoroso en la contienda electoral del año próximo.
La estrategia empezó por limar asperezas entre los aspirantes a la precandidatura presidencial. Marcelo aceptó su derrota ante AMLO, quien sin mayor problema, será el abanderado de la izquierda en las elecciones mencionadas.
Luego se tenía que seguir con la imagen de camaradería que priva entre los líderes para que los militantes de izquierda se dieran cuenta que nuevos vientos políticos amorosos soplan al interior del PRD, PT y Movimiento Ciudadano (antes Convergencia).
Y así ocurrió. Como en sus mejores tiempos, los representantes de las diferentes corrientes políticas perredistas se juntaron para sellar un pacto de “amor y paz” tan verdadero como un billete de dos pesos. Las señales que se usaban para mentarse la madre fueron sustituidas por la sencilla V de la victoria o de paz y amor.
Atrás quedaron esos días en los que Los Chuchos y los lopezobradoristas sacaban a relucir sus mejores armas para denostarse entre ellos. La palabra traidor que se usaba contra Los Chuchos a cado rato y a la menor provocación será anulada del léxico amarillo, porque al simple pensamiento de lanzarla contra los adversarios se atentaría contra el mundo amoroso y pacífico, en vías de construcción.
Las tribus perredistas guardaron su rijosidad. Doña Dolores Padierna, convertida en una paloma de la paz, buscará convencer a las huestes rijosas de su marido, René Bejarano, de que aquél que no ame, no alcanzará la bendición de su mesías para su lucha política.
Después de la controvertida elección presidencial del 2006, AMLO se alejó del PRD, porque la corriente de Los Chuchos Nueva Izquierda (NI) empezó a coquetear con Felipe Calderón Hinojosa.
Por ejemplo, el senador perredista Héctor Bautista, de NI se reunió con FCH para pedirle incentivos en materia de desarrollo social.
Se enfriaron las relaciones entre AMLO y Los Chuchos, quienes fueron criticados por su entreguismo al gobierno federal panista. Inclusive se comentó que Jesús Ortega tenía la encomienda de desaparecer al PRD y poco faltó.
En una de las elecciones para renovar al Comité Ejecutivo Nacional del PRD, se enfrentaron Jesús Ortega, el Chucho mayor y Alejandro Encinas. Se trató de una lucha encarnizada, en la que resultó ganador el primero, con el apoyo del tribunal electoral.
Los enfrentamientos se agudizaron. En las elecciones de Guerrero, el propio AMLO se encargó de dividir más a los perredistas, pues apoyó a candidatos que representaban al Partido del Trabajo. El tabasqueño era dirigente amarillo, pero pedía que se votara por los petistas.
En el inter, se registró aquella historia de las elecciones en la delegación de Iztapalapa. Todo mundo recuerda que Rafael Acosta fue el candidato a jefe delegacional por el PT y ganó la elección; luego tuvo que dejar el cargo, para que lo ocupara Clara Brugada, en una maniobra bajuna y singular propia de la política a la mexicana.
En esa ocasión, Los Chuchos fueron derrotados, porque apoyaban a los caciques Víctor Hugo Círigo y René Arce, quienes participan con su candidata, Silvia Oliva.
La crisis de la unidad llegó a lo máximo, cuando a una parte del PRD le dio por la política aliancista entre partidos, para participar como candidato común en las luchas electorales que se registraron para renovar gubernaturas.
Por un lado, Los Chuchos, Marcelo y Manuel Camacho Solís se unieron con los panistas y lograron triunfos en varios estados. Esa misma táctica pensaron utilizarla en el Estado de México. AMLO se oponía a esas alianzas, pero decidió enfrentarse, decididamente, a la política aliancista. El divisionismo en nada los ayudó y el Partido Revolucionario Institucional (PRI), ganó la gubernatura por un amplio margen de votos.
Ahora falta que se realice la prueba del amor total entre los perredistas. Ocurrirá cuando se empiecen a conocer los nombres de los aspirantes a cargos de elección popular: asambleístas, diputados federales, senadores y jefes delegacionales.
Son tantas las tribus y tantos los intereses que se juegan, que el experimento amoroso y pacífico planteado por AMLO corre el riesgo de sufrir una abolladura. El amor eterno no se da ni en las mejores familias, menos entre las lumpetizadas.