Invierno, la despedida
Ramón Zurita Sahagún jueves 1, Dic 2011De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Cada seis años, el ciclo se cumple. Llega diciembre y con ello una serie de personajes que dejan los cargos públicos que ocupan, pero no por considerar que ya cumplieron su meta, con la satisfacción del deber cumplido, sino por cuestiones de ambiciones personales, cuyo propósito es saltar a un nuevo cargo público.
El ritual se presenta al término del quinto año de gobierno del Presidente de la República e inicios del sexto, cuando al grito de sálvese el que pueda, los políticos mexicanos muestran su verdadero rostro, el de la ambición personal.
Y es que, para entonces, sienten que ya cumplieron con su amigo, en el caso del Presidente de la República, otros con los gobernadores y los menos con los presidentes municipales.
Los diputados federales se preparan para saltar al Senado de la República, los diputados locales, para intentar ser federales o alcaldes, otros buscan gubernaturas y los más pretenden incrustarse en el equipo de los candidatos presidenciales.
Son decenas que abandonan la nave a punto del naufragio, cada invierno del quinto año de gobierno presidencial o estatal que vayan en elecciones concurrentes.
Por lo pronto, los del Congreso federal preparan sus licencias para el 15 de diciembre, para asegurar el aguinaldo y el cobro del mes completo. Otros, los del gabinete anuncian su salida hasta fin de año, para estirar la liga hasta el último día que pueden actuar dentro del gobierno y sacar raja de todo.
Cercano ya el inicio del sexto año de la administración de Felipe Calderón, son varios sus colaboradores que preparan maletas, entre ellos varios secretarios y otros funcionarios menores que pretenden ponerse el traje de trapecistas para volar de un lado a otro.
Hay algunos que han anunciado su decisión con mucha anticipación, como es el caso del secretario de Trabajo, Javier Lozano Alarcón, un político con mucha suerte, pero no logra dar el campanazo para situarse en primera fila.
Inició como priísta, aunque ahora reniegue de ese partido, donde llegó a ser subsecretario de Gobernación, encargado del área de comunicación y vocero del CEN de su entonces partido.
Incluso, fue postulado como candidato a diputado federal por su natal Puebla, pero fue arrasado por el efecto Fox y perdió los comicios.
Eso sí, el resultado de ese proceso electoral le abrió los ojos y le indicó el camino por el que podría crecer, políticamente.
Decidió dejar al PRI y emigrar al PAN, donde su amigo, Felipe Calderón Hinojosa, se perfilaba como candidato presidencial, se unió a su campaña y, al triunfo electoral, fue retribuido con la Secretaría del Trabajo.
Lozano Alarcón se destacó como uno de los principales operadores del Ejecutivo federal y sirvió de emergente en diversos casos, ya que desde el inicio del gobierno calderonista mostró que era un fajador, listo para pelearse con quien fuera, subirse al ring y calzarse los guantes.
Uno de los primeros con el que cruzó derechazos fue con Marcelo Ebrard, por lo que se consideró entonces que sería un buen prospecto para competir por el gobierno capitalino.
No surtió efecto y tomó otro sendero, el de impulsar una nueva Ley Federal del Trabajo, la que nunca cuajó, pero le sirvió para ponerse los guantes, nuevamente, con quien quisiera un intercambio de golpes con él.
Más adelante intentó disputar la nominación panista al gobierno de Puebla, pero Rafael Moreno Valle le había sacado demasiada delantera y no le quedó más que apoyarlo, aunque luego quiso mostrarse como uno de los puntales de la victoria.
Luego pretendió que lo tomaran en cuenta entre los aspirantes presidenciales de su nuevo partido (PAN), pero tampoco pudo conseguir demasiado y fue el primero en bajarse de una contienda en la que se subió solo, sin respaldo alguno.
Ahora pretende un escaño senatorial y recurre a su oriundez, en un estado donde ya fue rechazado una vez y, posiblemente, sufra de nuevo un revés, si es que pasa el filtro de la candidatura.
Otros dos secretarios, ambos sumamente objetados y quienes han sido parte del marco decorativo del gabinete presidencial, aspiran también a llegar al Congreso federal.
Siendo ambos tan anodinos, les da lo mismo si son incrustados nuevamente en la Cámara de Diputados o si pasan el filtro para el Senado de la República. Salvador Vega Casillas y Rafael Elvira Quesada, son los nombres de estos titulares de la Función Pública y del Medio Ambiente, respectivamente, que buscan dejar un gabinete en el que poco brillaron.
Con todo y ello, el Presidente comienza a quedarse solo y el último año de gobierno le resultará sumamente pesado, por la falta de operadores.
La ventaja de todo esto es que los secretarios de Hacienda, José Antonio Meade; Comunicaciones, Dionisio Pérez Jácome y de Gobernación, Alejandro Poiré, tienen tan poco tiempo en sus cargos que no irán a ningún otro lado.
¿COMODINOS O ESPÍAS?
Está tan de moda el restaurante Palm entre la clase política en el poder, que la disputa por las mesas de privilegio es una lucha constante.
El martes comía en una de ellas el presidente de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados, Mario Alberto Becerra Pocoroba, al término de ello le cedió la misma mesa a su coordinador Francisco Ramírez Acuña.
No se sabe si el interés era de ver de frente a los demás comensales o de escuchar lo que platicaba en la mesa de junto el secretario particular del Presidente, Roberto Gil, quien dialogaba con quien se convirtió en un hombre poderoso en esa misma posición, varias décadas antes, Emilio Gamboa Patrón.