De Moro a Obrador
Luis Muñoz viernes 18, Nov 2011Segunda vuelta
Luis Muñoz
Si alguna similitud hay entre el ex presidente Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador, que aspira precisamente a convertirse en el presidente de izquierda de este país, es que ambos llaman la atención ya sea por sus dislates o por su anhelos mesiánicos.
Fox lo sigue haciendo por “inercia”, y AMLO, porque desde ahora quiere “venderse” con esa aureola de hombre cándido al que sólo le preocupa el amor del prójimo y no la guerra.
Todo esto viene a cuento porque después de su triunfo, tan cantado como el desenlace de la novela “Crónica de una muerte anunciada” de García Márquez, López Obrador promete una República amorosa ¿sugerida al oído por Ebrard?
O inspirado, quizá, en “Los amorosos” de Jaime Sabines. Un poema que en su estructura central dice más o menos así:
Los amorosos no pueden dormir porque si se duermen se los comen los gusanos. En la oscuridad abren los ojos y les cae en ellos el espanto. Encuentran alacranes bajo la sábana y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos, sin Dios y sin diablo. Los amorosos salen de sus cuevas temblorosos, hambrientos, a cazar fantasmas. El “nuevo” López es soñador, cándido, atrás quedó (hasta que vuelva a perder) el político rijoso, el que a la menor provocación manda “al diablo a las instituciones”; ahora busca su camino (rumbo a Los Pinos) como Diógenes con su lámpara a un hombre (al hombre perfecto, honesto). Una utopía.
La República amorosa de López Obrador se asemeja al Estado imaginario de Tomás Moro que reúne todas las perfecciones y que hace posible una existencia feliz porque en él reinan la paz y la justicia. Igual que “El Peje”.
Pero hay otra cosa, el candidato de las izquierdas a la Presidencia en 2012 cae en la “trampa” de prometer lo imposible con tal de atraer el interés de la gente que no es lopezobradorista.
Olvida que cuando Vicente Fox se encontraba en precampaña, declaró que si llegaba a la Presidencia de la República resolvería el conflicto de Chiapas “en 15 minutos’’.
Fue una de sus tantas expresiones sin sentido. Un estigma del que nunca se pudo librar y que debió cargar como pesado fardo hasta el fin de su gobierno. López Obrador, “embriagado” por el triunfo ante Marcelo Ebrard, prometió: ¡Crearé 4 millones de empleos en 42 días!
Ni el presidente del empleo Felipe Calderón ha estado cerca, ni remotamente, de esa cifra en 1,825 días…
Así que Obrador se la juega al ofrecer lo irrealizable, convencido de que prometer no empobrece o porque, de cualquier manera, su arribo a Los Pinos es una utopía como la República que alguna vez soñó Platón.
Un Estado en el que reinase la perfección basada en la especialización del trabajo; soldados sin sueldo; un gobernante filosofo. Un Estado que distinguiese tres clases de hombres: los ignorantes, los que creen saber y los filósofos… Mucha utopía para aquel entonces; vergonzosa realidad la de ahora.
El México actual requiere de soluciones tangibles a problemas tan evidentes como la pobreza, la inseguridad, el desarrollo educativo, la falta de empleos; contaminación, mejor transporte, sin olvidar la crisis económica que afecta a muchísimos mexicanos.
LARRAZÁBAL YA NO ES LÍDER DE EDILES
Tal vez no signifique mucho, pero de cualquier manera la Asociación de Alcaldes del Partido Acción Nacional (PAN) destituyó a Fernando Larrazábal, alcalde de Monterrey, como su dirigente al considerar que no puede mantenerse al frente de las acciones de los ediles panistas luego del proceso legal que aún libra su hermano en Nuevo León.
Como se sabe, Fernando Larrazábal enfrenta desde el pasado 14 de septiembre un proceso interno luego de que desobedeciera un pedimento del Comité Ejecutivo Nacional y de su dirigente, Gustavo Madero, de retirarse del cargo para transparentar el proceso contra su hermano, acusado de presunto chantaje en perjuicio del Casino Red, quien finalmente le otorgó el perdón y fue puesto en libertad.