Un galimatías perfecto
¬ Augusto Corro jueves 17, Nov 2011Punto por punto
Augusto Corro
Con atención escuché el informe de las encuestadoras que dieron como triunfador a Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Esto último fue lo que entendí con claridad. Lo demás se convirtió en un manejo de cifras que, estoy seguro, pocos entendieron.
Como todo mundo sabe, dos empresas entrevistadoras fueron contratadas para preguntar al electorado a quién preferían como candidato presidencial entre AMLO o Marcelo Ebrard Casaubon.
Como es del conocimiento general, el ganador resultó el tabasqueño. Repito: fue lo único que alcancé a comprender de ese galimatías propio de las encuestadoras que solo entendieron quienes participaron en ese trabajo o los muy avezados en las ciencias pitagóricas.
¿Qué preguntas plantearon los entrevistadores? En números reales ¿cuál fue la diferencia entre el vencedor y el derrotado?
Tuve la impresión de escuchar una información manejada con mucha cautela para no inferirle mayores molestias al perdedor: tratar el asunto con los modales más finos de la diplomacia. Como si hubiera temor de herir susceptibilidades.
Los representantes de las encuestadoras trataron con pinzas los datos “duros” de las entrevistas, en un lenguaje que todavía no se sabe bien a bien, en qué consistieron los pormenores de ese trabajo tan singular y tan alejado de la democracia real.
De la democracia a la mexicana, en la que son suficientes seis mil personas (anónimas) para que opinen en nombre de millones de ciudadanos con nombres y apellidos sobre sus preferencias políticas. Vaya manera de ejercer la democracia.
Si se aplicara este sistema selectivo, ya no habría necesidad de derrochar tantos recursos en la próxima campaña presidencial.
Se contrataría el servicio de varias encuestadoras para saber por qué candidato se inclina la ciudadanía y el triunfador sería ungido como Presidente de la República.
No habría esos gastos fabulosos de campañas electorales, ni el desgaste de las organizaciones políticas. Las empresas entrevistadoras se convertirían en la solución apropiada a tantos conflictos políticos.
En la izquierda mexicana optaron por las acciones simplistas que luego se enredaron. No sería mala idea que las multicitadas empresas encuestadoras dieran a conocer los pormenores de los porcentajes y los detalles de la manera en que se realizaron las entrevistas.
Queda claro, pues, que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) será el candidato oficial de la izquierda mexicana rumbo a la sucesión presidencial del 2012. Sinceramente no se trató de una sorpresa. No había otra opción. Si los perredistas no llegaban unidos a la máxima contienda electoral, la desaparición del Partido de la Revolución Democrática (PRD) sería cuestión de tiempo.
Sin embargo, el espíritu rijoso de las hordas amarillas sigue latente y puede activarse en cualquier momento, porque el divisionismo es la divisa de la izquierda mexicana a través de los tiempos.
Desde luego, el gesto extrañísimo de civilidad política de Marcelo Ebrard Casaubon al aceptar la derrota frente a AMLO es un punto que abona, supuestamente, a la tan buscada unidad de los amarillos.
A nivel cupular los acuerdos marchan sobre ruedas. Aunque en la misma izquierda no están convencidos de la lealtad de Marcelo y de su maestro Manuel Camacho Solís.
Marcelo tiene otras aspiraciones que podrían encontrarse en el gobierno de coalición que con tanto interés promueve Camacho. Marcelo juega su propio juego y el aceptar la derrota con humildad es parte de su estrategia. Sus verdaderas pretensiones políticas se conocerán conforme avance el tiempo. Por otra parte, al interior del PRD, las hordas chuchistas se tardarán un tiempo considerable para aceptar el triunfo de AMLO. Son enemigos jurados de AMLO y no se darán por vencidos.
Lo mismo ocurrirá con las tribus bejaranistas que odian a Los Chuchos. Se necesitarán los esfuerzos de las diferentes corrientes políticas de izquierda para limar asperezas y reflejar la imagen del PRD como un partido ejemplar, sin los conflictos de otras organizaciones políticas.
Ojalá y que la alegría de la unidad les dure por lo menos hasta que se hayan resuelto las designaciones de cientos de candidatos perredistas a senadores, diputados federales y locales, así como delegados a las diferentes demarcaciones políticas en el Distrito Federal. Y principalmente nombrar a la candidata o candidato al gobierno capitalino.
En esa ronda de aspirantes serán incluidos los representantes del Partido del Trabajo (PT), de Movimiento Ciudadano (antes Convergencia) y del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), de sello lópezobradorista.
La cuota de representantes populares no alcanzará para satisfacer la demanda de los partidos políticos de izquierda que saben muy bien, porque lo experimentaron, que de ninguna manera deben quedar fuera del presupuesto que les genera riquezas y privilegios.
Es en este tema de la ambición por los cargos, donde se probará la fortaleza de la unidad que empezó con la resignación de MEC de esperar mejores tiempos para buscar la candidatura a la Presidencia de la República, mientras tanto, tendrá que utilizar todo su ingenio para dejar satisfechos a sus seguidores en lo que a la repartición de cargos se refiere, pues todos quieren ser senadores o por lo menos asambleístas.
Por cierto, con la misma facilidad como se resolvió el asunto de la candidatura presidencial izquierdista, de esa manera se podría conseguir la designación del aspirante al gobierno capitalino.
Se contratarían los servicios de las mismas encuestadoras y se les proporcionarían los nombres de los precandidatos con mayores posibilidades: Alejandra Barrales, Miguel Angel Mancera, Martí Batres, Ricardo Monreal y Porfirio Muñoz Ledo.
Con esa decisión se ahorrarían todos los conflictos derivados de las pugnas por mantener o conseguir el poder de la izquierda en el Distrito Federal, por ahora en manos Marcelo, quien mantiene su apoyo a Mario Delgado, su delfín, en la contienda preelectoral capitalina, que luce apagada y deslucida.
Las hordas perredistas y los grupos de las otras organizaciones políticas de izquierda ya no tendrían que enfrentar la lucha ignominiosa por el poder. Las empresas encuestadoras, como ángeles salvadores, les habrían resuelto sus problemas.