Infiernos o paraísos
¬ Augusto Corro miércoles 9, Nov 2011Punto por punto
Augusto Corro
Las cárceles mexicanas se encuentran en los extremos de la realidad social: son paraísos o infiernos. Todo depende del lugar donde se encuentren los penales. En el norte del país, la vida en las prisiones cambió por la presencia de los narcotraficantes.
La vida en los reclusorios se desarrolla bajo el signo del más poderoso económica o físicamente.
Son los capos quienes dictan las leyes. Cuando ocurren las matanzas entre reos, el móvil principal es la lucha por el poder.
Claro, los elementos que predominan son la violencia, el hacinamiento y la corrupción.
La violencia es permanente, pues lucha cada quien por su supervivencia en lugares cerrados donde impera la ley del más fuerte.
Cuando se rompe ese delgado hilo de armonía, es cuando sobrevienen las decenas de muertos, ya sea por los enfrentamientos entre los propios reos o las acciones represivas de los guardianes.
Hace tiempo que las cárceles mexicanas están sobrepobladas. El hacinamiento, por sus condiciones infrahumanas, es uno de los ingredientes que provoca el descontento constante de los reclusos.
Hay prisiones en las que no existe lugar ni para dormir. Los reos tienen que dormir parados, atados del tórax y colgados de las rejas en celdas pequeñas.
Todo mundo sabe que la corrupción es parte de la vida misma de las prisiones. Los privilegios de los internos, obviamente, son en función de su riqueza.
Así, algunos capos disfrutan en la cárcel de las comodidades de la vida moderna. En su celda cuentan con teléfonos celulares, computadoras, bares, ayudantes y el servicio de comida especial, así como de horarios para sus actividades personales.
Lo común es pagar la cuota tradicional a los custodios para entrar, salir y pasar comida al interior.
Por eso, no es extraño que en esas revisiones esporádicas en centros penitenciarios se encuentren armas, droga y alcohol a disposición de los internos. En muchos casos se trata de rifles de asalto.
El lunes en la madrugada, en el Centro de Readaptación Social (Cereso) de Acapulco, Guerrero, se efectuó un operativo.
Las autoridades irrumpieron en el penal y en la inspección encontraron: armas punzocortantes, dos costales de mariguana, cien gallos de pelea, dos pavorreales y 19 sexoservidoras. También fueron hallados diversos artículos electrónicos que están prohibidos en los centros penitenciarios.
Temporalmente, los internos tendrán que vivir en la realidad, lejos de su paraíso, de sus mujeres, de sus entretenidas peleas de gallo y de sus pavorreales. No será por mucho tiempo, tarde o temprano llegará un funcionario “sensible” a los estímulos económicos.
En Durango ya sucedió que la directora de un penal le permitía a los reos salir por las noches a ejecutar a sus enemigos y regresar a continuar su vida normal, al amparo de los muros de la prisión.
¿Son las cárceles infiernos o paraísos? Todo depende del lugar donde se purgue la condena.
A DIEZ AÑOS DE LOS FEMINICIDOS
En Ciudad Juárez se efectuó anteayer una ceremonia singular.
Al cumplirse diez años de que fueron localizados los cuerpos sin vida de ocho mujeres en el denominado Campo Algodonero, se inauguró el monumento memorial que ordenó la Corte Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH).
En la ceremonia, el gobierno de México pidió perdón por esos crímenes, y reconoció la responsabilidad del Estado mexicano por las omisiones que derivaron en violaciones a los derechos de las víctimas.
En representación de las autoridades estuvieron el subsecretario de Gobernación, Felipe Zamora, y Graciela Ortiz, secretaria de Gobierno de Chihuahua. Ambos recibieron los reclamos y los abucheos de los familiares de las jóvenes asesinadas.
Los deudos les dijeron que eran unos mentirosos y les gritaron las consignas de “ni una (víctima) más” o “vivas se las llevaron, vivas las queremos”. Luego criticaron la ausencia de Felipe Calderón Hinojosa y del secretario de Gobernación, Francisco Blake Mora “que ni en eso le dieron importancia al acto”.
La historia de los feminicidios en Ciudad Juárez es un sinónimo de impunidad total. “Las muertas de Juárez” es un tema que se trata a nivel internacional.
En los cientos de casos de mujeres asesinadas quedó demostrada la ineficacia, negligencia e incapacidad de las autoridades mexicanas para investigar las desapariciones y asesinatos de niñas y jóvenes en la frontera chihuahuense.
La indiferencia e ineptitud de las autoridades municipales y estatales y en términos generales su ineptitud permitió que se incrementará, desorbitadamente, el número de feminicidios.
Siguen abiertos los expedientes de “Las muertas de Juárez”. Y como se ve la situación así seguirán por tiempo indefinido. A los gobiernos municipales, estatales y federales nunca les interesó resolver los crímenes.
Con los funcionarios mexicanos que pidieron perdón por su ineptitud en la investigación de los feminicidos, apenas si reconocieron una parte mínima de su irresponsabilidad como autoridades.