La lealtad
¬ José Antonio López Sosa martes 1, Nov 2011Detrás del Poder
José Antonio López Sosa
La lealtad entendida tal y como la describe la Real Academia Española de la Lengua, como “cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien”, es de claro entendimiento y por lo general tiene una estrecha relación con la ciencia política y con la política en general, pues la fidelidad y el honor casi siempre tienen que ver con posiciones o relaciones de poder en los individuos.
La lealtad que debiera ser una virtud, en la historia reciente de nuestro entorno suele ser un defecto que en términos políticos, descalifica y obliga a sectorizarse a un individuo, cuando pueda o no comulgar con la visión política de otro.
La lealtad como toda institución social, nace en la familia –institución base—y se extiende a otros rubros. Sin embargo, cuando intereses económicos o políticos (a cualquier nivel) están en juego, la lealtad puede comenzar a transformarse en una loza difícil de sostener, en muchas ocasiones es mucho más fácil hacerla invisible, que afrontar la responsabilidad que a todos como individuos nos es inherente.
Dentro de la esfera política, ahí donde el poder corrompe absolutamente a cualquier individuo que entre en dicha elite, la lealtad es como la Virgen de Guadalupe: todos creen en ella pero desafortunadamente no existe.
La lealtad hacia una persona o institución, supuestamente todos nuestros políticos la tienen en teoría, pero en la praxis nadie le es leal a nadie.
Es difícil entender cómo muchos compañeros de lucha social y supuestos defensores del poder político transparente, de pronto se convierten en enemigos acérrimos, y sobre todo, hablando uno del otro particularmente de los errores de cuando estuvieron en equipo. Ese es el común denominador entre la gente del poder, para ellos la lealtad es buen producto de promoción pero en realidad, no la llevan a cabo.
Ahora bien, ¿por qué tanta preocupación por la lealtad en el caso de individuos con poder?, simple y sencillamente porque este ejercicio de honor, denota en lo particular qué se puede esperar y qué no de un individuo, qué tanto es corruptible en cualquier sentido y qué tanta idea tiene de dónde está, a dónde quiere llegar y qué método usará para tal fin.
Ahí es donde comprobamos que quienes conforman grupos de poder tanto en el gobierno, en empresas, en sindicatos, no tienen claro dónde están y dónde quieren estar en un futuro próximo.
Desafortunadamente la mayoría se mueve conforme se van dando las oportunidades: hoy estoy contigo, pero mañana con el mejor postor; lo peor de todo es que estos inexistentes compromisos no sólo son con otro individuo, son con una ideología, con una lucha y con la sociedad misma.
Aquel individuo que no es leal a sí mismo, en sus ideales y objetivos, no puede ser leal a otra persona y mucho menos a un grupo, ¿qué político, o representante sectorial le es leal a su gente?, el problema subyace precisamente ahí, ni siquiera son leales consigo mismos.
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