Tira la piedra y…
Francisco Rodríguez martes 25, Oct 2011Índice político
Francisco Rodríguez
Hace cuatro años, cuando apenas despuntaba la administración de Felipe Calderón, se publicó una encuesta reveladora. Levantada por Ipsos-Bimsa para el diario El Universal, sólo 7% de la gente le creía a sus declaraciones escuchadas por radio o televisión; el 45% le creía pocas veces; el 18% nunca le creía y el 26% le creía la mayoría de las veces, esto es, no siempre le creía.
Muchas mentiras y medias verdades después de ya casi cinco años de entrevistas, declaraciones y discursos, la credibilidad del ocupante del Poder Ejecutivo federal está por los suelos.
Porque nadie cree, por ejemplo, que en la guerra contra la delincuencia organizada, los culpables de los 50 mil muertos, los casi 15 mil desaparecidos, la violencia que no cesa… sean los gobiernos federales anteriores, el PRI, los gobernadores, los presidentes municipales, los jueces, los diputados y senadores…. todos, menos el gobierno, cual en cada oportunidad él mismo y, claro, sus paniaguados se encargan de machacar.
El gobierno además, tira la piedra y esconde la mano.
Acaba de hacerlo, otra vez, hace unos días cuando la mayoría de los medios y sus comentaristas dieron por buena la versión de que, a resultas de la aprobación del Presupuesto de Ingresos de la Federación para el 2012, los diputados habrían “autorizado” que los llamados gasolinazos -incrementos mensuales al precio de los combustibles- se mantengan en vigor hasta finales del 2014.
Pero hete aquí que los diputados no tienen facultades para ello. Lo explica así el diputado federal del PRI, Silvio Lagos Galindo, quien también lamentó que el Ejecutivo federal utilice los “gasolinazos” como instrumento para “golpear” al Legislativo y justificar su política de precios de los combustibles, donde éstos carecen de atribuciones.
En entrevista, el diputado federal por Xalapa puntualizó que es el gobierno federal quien determina la política de precios de los combustibles, gas y tarifas eléctricas. “Ojalá lo determinara la Cámara”.
Peor aún, Lagos Galindo también dio a conocer que desde hace un mes, los diputados solicitaron al Ejecutivo les informara el costo real de los combustibles y, hasta la fecha, siguen esperando tal reporte, escondido bajo siete llaves en los escritorios de los tecnócratas hacendarios.
Más allá, todavía, fue el panista Alberto Becerra Pocoroba, quien precisó que lo que se modificó fue un transitorio a la Ley del Impuesto Especial sobre Productos y Servicios (IEPS), que está dentro del paquete económico aprobado el jueves pasado en la Cámara de Diputados, y que no impacta en el precio de la gasolina, “no tiene nada que ver con el llamado gasolinazo”.
Señaló Becerra Pocoroba que la ley sigue igual, “lo único que hicimos fue prorrogar el transitorio para que la Federación siga enviando a las entidades 36 centavos por cada litro vendido de Magna, 42 en Premium, y 25 en diesel, hasta el 31 de diciembre de 2014”.
El panista también indicó que el precio de los combustibles los establece el Ejecutivo con base en sus propios parámetros, al tiempo que dijo que de haber eliminado la participación hacia los estados, se hubiera afectado la recaudación por un monto de alrededor de 25 mil millones de pesos.
Y a manera de aclaración, reiteró: “no es que hayamos permitido el incremento a la gasolina, lo que hicimos fue mantener la participación a las entidades y la política de precios sigue exactamente igual”.
Esa es la realidad. La alentada para ser publicada en los medios es falsa. Otra media verdad, otra mentira de la actual administración panista, con claros tintes electoreros. Y sí, sí habrá “gasolinazos” per saecula saeculorum… Pero el responsable de ello, hasta hoy, es el gobierno panista.
Índice Flamígero: Escribe don Ruffo Ibarra Grijalva, quien se presenta como “un lector de su columna” -aunque en Quintana Roo se le conoce por otros atributos mucho más meritorios- y expone que “el origen del problema no son los diputados, senadores, presidente, funcionarios de todos los niveles. El origen del problema somos nosotros; es la indiferencia y apatía que tenemos todos los mexicanos, mayores y menores de edad, votantes o no. Nosotros somos quienes les permitimos al gobierno actuar contra los intereses y beneficios de sus representados y gobernados. Les permitimos que al amparo del cargo roben, hagan negocios (transas) etc. Pero lo peor (de todos los mexicanos) es que les pagamos para que lo hagan. Estos políticos (con sus muy honrosas excepciones) andan buscándote cuando necesitan tu voto; ya en el cargo, se concretan a seguir las órdenes de sus ‘líderes de partido’ o ‘coordinadores de bancada’, velando siempre por el interés de su partido y, desde luego, los personales. Sería sano que los electores (y mexicanos) de cada distrito electoral enfrentáramos a nuestro diputado y lo pusiéramos como ‘palo de gallinero’ hasta el grado que consideremos lo merece, y al mismo tiempo ordenarle, sí, ordenarle, que el sentido de su voto será el que sus representados le indiquen. Y ya encarrerados, advertirle que si no cumple se atendrá a las consecuencias de esa traición, armándole un escándalo, exhibirlo como sinvergüenza, traidor y obligarlo a renunciar. La renuncia no se negocia ni se ‘katafixia’ ni se perdona: se ejecuta. Cuando el suplente asuma el cargo ya sabe a qué le tira, y le consta que sus representados cumplen sus promesas. Parece misión imposible, complicada y vana por creer, a priori, no obtener el resultado deseado. Pero no es así. Sin lugar a dudas que esa conducta y actividad cívica tendrá sus dificultades; requerirá mucho esfuerzo y tenacidad; pero sobre todo, lo más importante, necesitará la participación de todos. Desde luego que no todos estarán de acuerdo con la civilidad, por simpatizar con su diputado; pero lo que tampoco deja dudas es que el desprecio del diputado hacia sus representados y su sumisión a sus ‘lideres y coordinadores’ causa perjuicios en todos, absolutamente todos, simpatizantes o no. Una cosa es segura: después de pasar por las armas al ‘mantenido’ (sin llegar a los conocidos excesos), los demás aspirantes, suspirantes y negociantes nos tomarán en cuenta. Afortunadamente, por soñar no cobra Hacienda”.