Estrategia antinarco, inflexible
¬ Augusto Corro lunes 17, Oct 2011Punto por punto
Augusto Corro
A pesar de los más de 40 mil muertos como resultado de la guerra anticrimen, la estrategia planteada por Felipe Calderón Hinojosa no variará un ápice: los militares seguirán en las calles.
El diálogo entre las autoridades y el poeta Javier Sicilia, líder del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, no avanza. Los discursos son los mismos de siempre, se demanda justicia para las víctimas y el Estado no escucha.
Así pues el derramamiento de sangre entre los grupos delincuenciales y estos contra el gobierno federal, seguirá incontrolable. El tejido social se destruirá más, porque la juventud y principalmente miles de menores de edad, son reclutados por los cárteles de la droga para realizar acciones criminales.
Además, FCH se encuentra empeñado en incrementar sus ataques contra el Partido Revolucionario Institucional sin medir las consecuencias de sus palabras.
En el diario “New York Times” se publicó el sábado pasado, una entrevista con FCH, quien habla de la supuesta intención de algunos priístas de pactar con el narco. Para el consumo de los lectores extranjeros, las declaraciones son impactantes. En México, no dejan de ser pronunciamientos políticos en temporada preelectoral.
Sin embargo, la cúpula priísta tendrá que contestar los puntos de vista de FCH, para conocer quiénes son los tricolores que buscan treguas o lo que usted se imagine con la delincuencia organizada.
NADA NUEVO
También la semana pasada fue pródiga en confirmaciones de que la guerra contra los narcos se libra sin apoyo de las policías municipales. El propio secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, lo reconoció ante los diputados.
El funcionario reconoció que el modelo y la estructura policiaca son ineficaces para combatir el crimen en México. Tampoco hay algo nuevo en las declaraciones. Los policías municipales que se dedicaban a asaltar borrachos, de la noche a la mañana intentaron convertirlos en guardianes de la seguridad, sin entrenamiento, carentes del armamento adecuado y sueldos de hambre.
A cinco años de iniciada la guerra multicitada, García Luna declaró ante los diputados lo que todo mundo sabe. En los uniformados municipales sólo se encontró ineptitud y desconfianza. Basta con leer la información sobre los despidos masivos de esos servidores públicos porque se les comprobó su relación con los cárteles de la droga.
En este espacio ya dimos cuenta de la irresponsabilidad de lanzarse a una guerra sin revisar en qué condiciones se encontraban los elementos para alcanzar la victoria. Alguien le debió decir a FCH que se trataba de una acción suicida el enfrentar a grupos delincuenciales con todos los recursos económicos y humanos para salir airosos.
Tampoco le hicieron notar al panista que no se contaba con las leyes suficientes para meter en cintura a los capos, o por lo menos actuar para disminuirles su poder económico.
¿Alguien sabe de las fortunas de los narcos intervenidas por las autoridades hacendarias? Los prestanombres y los lavadores de dinero son intocables. ¿De veras no hay algún código penal para aplicárselos?
Por otra parte, Miguel Alcántara Soria, titular de la Secretaría Ejecutiva del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), reveló “que de 458 mil elementos de altos mandos y medios, y personal operativo de seguridad pública y procuración de justicia que hay en el país, sólo 11% (26 mil 294) han aprobado las evaluaciones de control de confianza”.
No hay que rascarle mucho a la situación que prevalece en los cuerpos de seguridad y procuración de justicia para saber que quienes participan en la guerra antinarco son gente sin la preparación adecuada, con carencias económicas que la orillan a aceptar el dinero fácil, que le ofrecen los delincuentes.
Con esos apoyos ¿cómo se va ganar una guerra?
LA MASACRE DE LA SEMANA
La semana pasada volvió la violencia a las cárceles. En el Centro de Ejecución de Sanciones (Cedes) de Tamaulipas, 20 internos perecieron y 12 resultaron lesionados durante una riña.
Las prisiones se volvieron centros de recreo y oficinas para los delincuentes ricos e influyentes y verdaderos infiernos para la mayoría de la población carcelaria. Sólo unos cuantos disfrutan de las comodidades del espacio y los privilegios que les permiten los sobornos a las autoridades de los penales.
La mayoría de internos tiene que soportar la sobrepoblación en los reclusorios que desde hace varios años son insuficientes para la reclusión de delincuentes, que si nos atenemos al número de delitos, cada día crece considerablemente.
Desde luego, en esas prisiones saturadas de narcos y la constante lucha por la supremacía en lugar presenta esas listas sangrientas de reclusos asesinados, ante la impotencia de las autoridades para actuar a tiempo y evitar las masacres.
La lista de masacres y fugas en los diferentes reclusorios es una constante que amenaza con salirse del control total, porque la laxitud de los carceleros permite toda clase de libertades a quienes pueden pagar los privilegios. Eso todo mundo lo sabe.
En conclusión, no se ve en el horizonte alguna posibilidad de que terminen las masacres en los centros de reclusión que se encuentran muy lejos de ser sitios de rehabilitación social, como se supone que debía ocurrir.