Revocación del mandato
¬ Augusto Corro viernes 14, Oct 2011Punto por punto
Augusto Corro
Cada vez son más los casos de corrupción en la administración pública. Por ejemplo, en cuanto un gobernador deja el cargo, los auditores se le echan encima y comprueban que hizo un mal manejo del erario, o que de plano se robó el dinero y realizó todo tipo de malversaciones. Al final de cuentas no pasa nada.
Con un poco de memoria, nos remontamos al caso de la ex gobernadora perredista de Zacatecas, doña Amalia García, quien según los auditores tenía que informar de faltantes de dinero en cantidades desorbitadas. Gastos millonarios de pesos sin comprobar.
El tiempo pasó y ya no se volvió a saber nada del tema. ¿Se clavó la lana doña Amalia?, nadie lo sabe. Después, los escándalos fueron protagonizados por los ex mandatarios estatales Ulises Ruiz Ortiz, de Oaxaca y Mario Marín, mi gober-precioso, de Puebla.
Al oaxaqueño le hacen lo que el viento a su paisano Juárez. El ex mandatario ni suda ni se acongoja, a pesar de que todas las amenazas del mundo, incluso la de terminar en la cárcel, penden sobre su cabeza. Quizá usted ya escuchó que en las auditorías que le practican a su gestión gubernamental, las cuentas no cuadran y se ignora en qué se invirtieron millones y millones de pesos.
¿Mario Marín se escapó de las auditorías? Posiblemente, aunque en más de una ocasión, quienes conocen su vida, lo catalogan como un hombre que amasó una fortuna digna de jeque petrolero, en la que se cuentan empresas que rentan helicópteros.
Bastaría con rascarle un poco, para saber que su riqueza inexplicable creció durante el tiempo que estuvo al frente del gobierno poblano.
El pasado político de México está lleno de pillos que, sin escrúpulo alguno, se enriquecieron bajo la sombra del poder.
No conformes con esas riquezas mal habidas, buscan nuevos huesos para continuar con sus fechorías. El ex gobernador del Estado de México, Arturo Montiel es uno de ellos. Ulises Ruiz Ortiz no se queda atrás.
A ninguno de los ex mandatarios les importa que los califiquen con adjetivos denigrantes: apestados. Ellos van a lo suyo, a conseguir la oportunidad que les permita el fuero para mantenerse lejos del brazo de la justicia.
En el presente, el gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina de la Cruz, fue invitado por un diputado a abandonar el cargo porque no puede devolver la tranquilidad al pueblo neolonés.
Precisamente, antier y en corto el legislador local le pidió a Medina de la Cruz que si no puede con el paquete de gobernar que renuncie.
Una petición justa, necesaria, pero que, seguramente, cayó en el vacío. Él es el mismo caso de los gobernadores de Veracruz y Guerrero, Javier Duarte y Angel Aguirre, respectivamente. El primero priísta y el segundo surgido de una mescolanza política entre azules y amarillos. Para el caso es lo mismo. Por cierto, no olvidar que se encuentran en capilla el ex gobernador de Veracruz, Fidel Herrera; y el ex mandatario estatal, Humberto Moreira. Los escándalos de los malos manejos como mandatarios estatales los tienen en la lona.
Es en vano exigir la aplicación de la ley a tantos corruptos que hacen o hicieron de la política un negocio, a veces más sucio uno que otro.
Los legisladores, quienes tienen posibilidades de promover nuevas leyes para detener los saqueos y castigar a los ladrones, se encuentran ocupados en sus proyectos vacacionales. Poco o nada les interesa llevar a los saqueadores del erario a juicios políticos y luego a la cárcel.
Por eso, cuando se habla de la revocación del mandato, más de uno se pone a temblar. De entrada la idea de terminar con la impunidad es rechazada. No alcanzan a comprender, más bien no quieren comprender, que la revocación del mandato podría frenar esa voracidad de dejar limpias las arcas de la nación o de los estados. Nadie puede terminar con el “año de hidalgo”.
Con la revocación del mandato, el electorado estaría en condiciones de mandar al diablo a aquellos funcionarios de representación popular que por rateros o ineptos no cumplen con la ley, o con los compromisos que los llevaron al poder. Sería una ganancia increíble cortar de tajo sus fechorías.
Y si a la revocación del mandato se le complementa con la rendición de cuentas, el electorado y el pueblo en general lo festejarían toda la vida. Pero como esto parece imposible, vamos a esperar tranquilos, porque el refrán dice que no hay mal que dure cien años ni enfermo que los aguante.
ALERTA
Hace varios días, el gobierno estadounidense descubrió un complot de iraníes y supuestos zetas para matar a un embajador árabe en Estados Unidos y estallar bombas. Claro, siempre que en el sitio de la explosión se encontrara el diplomático. Se entiende.
Vamos por partes: el FBI y la DEA capturó a Manssor Arbabsiar, un iraniestadounidense que, según las autoridades, planeaba un atentado contra el embajador de Arabia Saudita en Estados Unidos, Adel Al-Jubeir.
Pero como el FBI y la DEA son excelentes policías, en cuanto supieron del proyecto explosivo de Manssor, siguieron a este por todas partes hasta que lo aprehendieron. Desmontaron la amenaza. En esta acción, los muchachos del Instituto Nacional de Migración (INM) hicieron su parte y una vez que identificaron al terrorista iraniestadounidense, lo informaron a las autoridades yanquis, quienes inmediatamente agradecieron el esfuerzo de los mexicanos, y como señalamos, capturaron al terrorista. Seguramente los agentes de migración aún no se reponen del esfuerzo que hicieron de enviar información al FBI.
El asunto llegó a su climax, cuando el gobierno de Barack Obama emitió una alerta mundial contra el terrorismo, ante la posibilidad de acciones anti Estados Unidos tras la desintegración de la trama vinculada a Irán. Es decir, que los iraníes, enfadados por su proyecto fallido, se irían contra todo lo que huela a estadounidense.
El pleito EU-Irán se antoja de pronóstico reservado. Se odian.