Crímenes sin castigo
Francisco Rodríguez jueves 29, Sep 2011Índice político
Francisco Rodríguez
Amnistía Internacional (AI) y la Unesco condenaron el asesinato de la periodista María Elizabeth Macías, de 39 años, ocurrido la semana pasada en Nuevo Laredo, Tamaulipas.
Con la muerte de la mencionada comunicadora, suman cuatro las periodistas asesinadas en los meses de julio a septiembre: Marcela Yarce Viveros, de la revista “Contralínea”; Rocío González Trápaga, ex reportera de Televisa, ejercía el periodismo de forma independiente, y Yolanda Ordaz, del diario “Notiver”.
Marcela y Rocío fueron torturadas y ultimadas a tiros. Macías y Ordaz, decapitadas. Para esto, las autoridades no han logrado avanzar en las investigaciones correspondientes. Y es posible que otra vez los asesinos se burlen de la justicia.
En el violento estado de Veracruz, la periodista Yolanda Ordaz fue una más de las víctimas de la delincuencia organizada. Antes, uno de sus compañeros, el columnista Milo Vela fue asesinado junto con su familia. Tampoco se sabe algo de los criminales.
Macías se desempeñaba como funcionaria del diario “Primera Hora” de Nuevo Laredo, Tamaulipas, y su muerte puede obedecer a la acción de la delincuencia “para intimidar a los usuarios de las redes sociales y dejen de comunicar información relacionada con la violencia”. En este caso, como en los anteriores, también será muy difícil encontrar a los homicidas.
Así, pues, se debe agradecer la condena de los organismos internacionales a la violencia desatada contra los comunicadores, pero, desafortunadamente, los discursos no alcanzan a sensibilizar la actitud indolente de los funcionarios públicos que se sienten ajenos al peligro que viven y padecen quienes ejercen el periodismo en México.
Por ejemplo, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) declaró hace varios días que el gobierno de Calderón es responsable de la violencia contra la prensa en México “por no tener voluntad política necesaria” para frenarla; administrar justicia y garantizar la plena libertad de prensa.
Esa asociación internacional de periodistas también expresó su frustración al considerar el incumplimiento de las promesas de Calderón, quien justo hace un año aseguró que redoblaría esfuerzos para garantizar la seguridad de los reporteros.
Como ven, los discursos van y vienen igual que las promesas propias de los políticos. Los periodistas seguirán expuestos al peligro, sin esperanzas de que las autoridades o nuevas leyes los protejan.
En un comunicado de la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF) del 26 de septiembre de 2011, se lee lo siguiente:
“La cifra de 80 periodistas asesinados en un decenio fue superada en este año 2011, con crímenes más abominables. No se vislumbra ninguna salida al terror mientras que el país (México) se hunde en una guerra total, en la que tan sólo escribir las palabras “tráfico” o “narcos” puede costar la vida”.
UN GUIONISTA EXCELENTE
Jonás Larrazábal ha desaprovechado su talento como guionista. Su vena de creador fue descubierta en sus últimas declaraciones ante las autoridades federales.
Como ustedes saben, el citado Jonás, quien se encuentra arraigado, es hermano del presidente municipal panista de Monterrey, Nuevo León.
El hermano incómodo (¿quién de los dos) fue sorprendido con las manos en la masa, cuando recibía, en acciones misteriosas y truculentas, fajos de billetes que le entregaba un representante del casino Red, en obvia operación extorsionadora, según los expertos.
Ese hecho se registró en aquella temporada, cuando los ojos de todo mundo estaban pendientes de todo lo relacionado con las casas de juego, debido a la tragedia registrada en el incendio del Casino Royale, de Monterrey, en el que perdieron la vida 52 personas.
Bueno, pues en esos días, Jonás apareció en una videograbación que fue exhibida al público a través de un diario norteño. Se armó el escándalo y el alcalde de Monterrey, Fernando Larrazábal, fue el primero en resentir los efectos de las oscuras transacciones “comerciales” de su hermano, con el propietario del Casino Red.
En su primer guión, Jonás argumentó que recibía dinero del representante del casino, como pago por la venta de quesos (quesillo) y productos oaxaqueños. Nadie le creyó esa historia. Los dos hermanos se enredaron en sus declaraciones y a la fecha, el munícipe poco a poco logra superar la crisis, apoyado en el cinismo propio de su condición de político.
La cúpula panista le ordenó que pidiera una licencia para alejarse del cargo mientras investigaban a Jonás, pero el alcalde la ignoró.
Mientras, Fernando se mueve en el fango de la corrupción, Jonás no deja de experimentar con la creación de nuevos guiones en busca de su salvación. Desde luego, cambió el argumento original por otro todavía menos creíble.
En su declaración, el hermano incómodo dijo que es su amigo Sergio Gil, propietario del mencionado casino y que ambos planeaban asociarse para “establecer un restaurante de comida típica oaxaqueña”.
Seguramente, las ventas extraordinarias de quesos y productos oaxaqueños en los casinos, que producen ganancias fabulosas, llevaron a pensar a Jonás y a su cuate Gil, que el lugar natural para ofrecer comida y antojitos son los restaurantes. Dueños de esa verdad, optaron por abrir un comedero que les aseguraría riqueza económica e incremento de sus fortunas.
Es posible que dicho guión nunca se ponga en práctica, las autoridades no son tan tontas; sin embargo, ahí queda el testimonio de dos hermanos, uno panista y otro guionista desperdiciado, que nadan en un mar de corrupción.