Los estadios
¬ Augusto Corro lunes 12, Sep 2011Punto por punto
Augusto Corro
Sin lugar a dudas, vivimos en un México marcado por el signo de la violencia. Todos los días aparecen noticias relacionadas con la ola de sangre que baña al país. La delincuencia organizada se encuentra desatada y amenaza con expandirse hasta donde se le permita. En los estadios de futbol, las medidas de seguridad nos recuerdan esas escenas de países bélicos, en las que las que los helicópteros artillados sobrevuelan la zona en busca de enemigos. Acciones de guerra a gran escala.
Así ocurrió en el estadio Territorio Santos Laguna, en Torreón, Coahuila, sábado pasado. Además, cerca de 2 mil elementos de la pública fueron desplazados para proteger a los miles de fanáticos que asistieron al partido de Chivas contra el Santos. Afortunadamente, todo el encuentro deportivo se desarrolló sin contratiempos. En fechas anteriores, una balacera en el exterior del inmueble provocó el pánico entre los espectadores. Era necesario conjurar amenazas y evitar que la gente se alejara de los estadios. De ahí, el alarde de la fuerza pública por tierra y aire.
Poco a poco el crimen organizado expande su campo de acción ante la imposibilidad del gobierno federal de detenerlo. A un hecho sangriento o espeluznante le sucede otro más espantoso o terrorífico. Cada vez son más patentes las acciones deshumanizadas de los delincuentes para infundir miedo a una sociedad mexicana, que sin deberla ni temerla, se encuentra en medio de la orgía de sangre y terror.
Más de 40 mil muertos y miles de desaparecidos, viudas y huérfanos nos hablan de una guerra sin la estrategia adecuada por parte del gobierno, para enfrentar a la delincuencia organizada que cuenta con los medios humanos y materiales suficientes para el desempeño de sus actividades delincuenciales.
Si bien es cierto que las autoridades tienen en la cárcel a decenas de narcotraficantes, entre ellos capos importantes, en la calle, en plena libertad, se encuentran más delincuentes que suplen a sus jefes presos o muertos. De esa manera, por ejemplo, “La Familia Michoacana”, que supuestamente fue minada por las acciones federales, se transformó en la organización criminal conocida como “Los Caballeros Templarios”.
Se tiene, pues, la impresión de que la captura de narcos más bien parece una poda que multiplica la presencia de hampones, en vez de menguarla o desaparecerla. Ahora, no tenemos otra opción que esperar mejores tiempos, aquellos que nos permitan vivir con la seguridad de que no vamos a ser víctimas de la delincuencia organizada. Los sobrevuelos de los helicópteros de guerra sobre los estadios y cerca de 2 mil elementos de la fuerza pública para proteger a los espectadores, nos dicen que México sufre una espiral de violencia cada día más preocupante. Los discursos oficiales contra la delincuencia no dan resultados.
LOS CASINOS
El presidente municipal de Monterrey, Fernando Larrazábal, se montó en su macho y decidió no renunciar al cargo, a pesar de que su partido, el PAN, le ordenó que pidiera una licencia temporal, mientras se investigaba la presunta implicación de su hermano Jonás en actos de extorsión.
La semana pasada, el edil estuvo en la capital mexicana para recibir línea de la cúpula panista y actuar en consecuencia. Le dijeron sus jefes, principalmente el líder del blanquiazul, Gustavo Madero, que era necesario que se alejara del puesto, para que permitiera, en una actitud congruente, que las investigaciones sobre su conducta y la de su hermano se efectuaran en transparencia total. Es decir, borrar cualquier sospechosismo.
Fernando lo primero que hizo fue rebelarse. Anunció que como se trataba de un cargo de elección popular, los únicos que podrían decirle que abandonara el puesto, serían aquellos que lo eligieron. Inmediatamente, declaró que efectuaría una encuesta y que el sábado 10 tendría la respuesta de su determinación.
El edil cumplió su palabra. Hizo encuestas, consultó con los electores y ocurrió lo que se esperaba. Fernando comunicó, el sábado pasado, que los resultados de la encuesta y la opinión de los panistas regiomontanos son contundentes: que continúe al frente de su responsabilidad como presidente municipal.
Desde luego, la actitud rebelde del alcalde repercutirá en el PAN, debido a que los panistas son criticados por su interés en el establecimiento de casinos en México. A raíz de la tragedia en el Casino Royale, de Monterrey, en el que perdieron la vida 52 personas, se prestó mayor atención a los permisos y a los funcionarios que autorizaron esos centros de juego.
Uno de los más afectados resultó el ex secretario de Gobernación, Santiago Creel, quien está empeñado en manifestar que las autorizaciones para la instalación de casinos son legales. No ha convencido con su argumento. Las críticas de sus adversarios políticos son el sentido de que repartió los permisos mencionados para cobrar el servicio posteriormente.
Relacionar a Creel con el asunto de los centros de juego le bajó puntuación en las encuestas sobre el aspirante panista mejor posicionado en la contienda por la Presidencia de la República en el 2012.
A partir de los hechos en el Casino Royale se destapó la cloaca y se supo que esos lugares de apuestas se multiplican en todo el territorio nacional, y es en los municipios con autoridades panistas donde encuentran las condiciones ideales para su instalación y funcionamiento.
Los dirigentes panistas intentaron poner un poco de orden ante esa avalancha de información negativa, que tanto daño provoca en temporada preelectoral. El alcalde Larrazábal se negó a solicitar licencia. Seguirá en el cargo y en el escándalo. Mientras, los gobiernos panistas tendrán la etiqueta de ser los responsables de la instalación de casinos o centros de apuestas, donde la delincuencia organizada encuentra el terreno propicio para el desarrollo de conductas delincuenciales.