Informar, deformar, conformar
Francisco Rodríguez lunes 5, Sep 2011Índice político
Francisco Rodríguez
Dice el maestro Julián de Subiría Samper que es una “lástima que en español el verbo formar tenga aspiraciones limitadas, tales como deformar, reformar o informar y no asuma el desafío del to perform: de romper la forma misma”.
Época de informes. Del ocupante de Los Pinos. De legisladores.
¿Informes? ¿O la realidad deformada? ¿Informes? ¿O falta de respeto a las formas?
Informar es enterar, comunicar, anunciar, participar, prevenir, rendir cuentas para el caso.
Deformar es desfigurar, afear. Reformar es reparar, rehacer, corregir, arreglar, reordenar. Transformar es modificar, metamorfosear, reformar, alterar, cambiar. Y conformar es concordar, avenirse, allanarse, ajustarse.
Felipe Calderón deformó la rendición de cuentas. Encontró un pretexto para no dar la cara. Impulsó el no ir al Congreso y, a cambio, instauró megalománicas ceremonias en las que él y sólo él es quien dice lo que le viene en gana y, por tal, debe tomarse como absoluta verdad irrebatible.
Legisladores y funcionarios hicieron eco al ocupante de Los Pinos, el ceremonial. Un segundón va ante los legisladores, entrega un mamotreto, y quien debería rendir cuentas busca un escenario para lucirse él solo, sin nadie más que opaque el brillo de su estrella
¿Debemos conformarnos ante esta nueva circunstancia en la que nuestros empleados públicos rehúyen dar la cara ante auditorios que les son molestos?
Se habla hoy aquí de forma y de performances.
Calderón dedica prácticamente la mitad de su performance al tema de su guerra que ya le es enfermizamente obsesivo.
Por ello, más que informe fue “parte de novedades” en el que el ocupante de Los Pinos, cual vocero de la delincuencia, actualizó la geografía y composición de alianzas de los cárteles.
Nada destacable, por lo demás. Apenas si su anuncio de crear una nueva procuraduría para atender los reclamos de familiares de las víctimas de su guerra, en afán no de servir a la sociedad sino de desplazar, quitándoselos de encima, a los integrantes de la paraestatal Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
Rendir cuentas -condición sine qua non de una democracia- no se les da los panistas. Por eso reforman, transforman, deforman… pero no informan.
Su otra obsesión enfermiza se da en lo electoral.
Y por ello sus performances. Para lucirse, inventar obras, glorificar supuestos logros. Recibir el aplauso de quienes están obligados a aplaudirlos.
México ha retrocedido durante la última década también en cuanto a rendición de cuentas. Ya no hay un acto en el cual la administración se coloque a sí misma bajo el microscopio para que los ciudadanos -sus electores y contribuyentes- puedan discernir si su gobierno está actuando con intereses propios y sancionarlo en concordancia, de forma que los partidos de los gobernantes que sí cumplan con su mandato vuelvan a ser votados.
La rendición de cuentas de la que hoy estamos tan alejados es, en el ámbito político, un concepto de dos dimensiones que denota, por un lado, la responsabilidad de los políticos y funcionarios públicos de informar, y justificar sus actos, y por otro lado, la capacidad de la sociedad para imponer sanciones negativas a los funcionarios y representantes que violen las normas de conducta.
Y de todo ello, reitero, estamos cada vez más lejos.
Lo peor: pareciera que conformes. Por eso nos va como nos va, ¿no cree usted?
Índice Flamígero: Leído hace unos días en un diario veracruzano: “La Comisión Estatal Católica perteneciente al Movimiento de Unidad Popular rogará en una misa al Todopoderoso para que ilumine al Presidente de la República y que sepa dirigir a su pueblo ante los hechos de violencia que se han registrado últimamente. La misa está programada para las 7 de la noche en la iglesia de Los Corazones de esta capital, y será oficiada por el padre Teódulo Guzmán.
El pueblo de Dios no puede quedarse con los brazos cruzados. Tenemos que pedir que se les conceda a él y a nuestros gobernantes la luz y sabiduría necesaria”, expresó la encargada de la Comisión, Rosalía Hernández Domínguez. Lo publicó Francisco Guevara en el diario Política de Yolanda Carlín.