La obra de Renato Leduc
Cultura viernes 22, Jul 2011Al son de las fábulas
Humberto Matalí Hernández
“Infeliz Benito Juárez /
verte quisiera a estas horas /
nos jinetean entre altares /
los gringos y las señoras…”
Renato Leduc. “Corrido de la Revolución Mexicana”
En la facultad de mofarse del destino, hay seres privilegiados con la capacidad de inventar, vivir y recrear su propia leyenda, para después escribirla y superarla. Uno de ellos fue Renato Leduc López, nació en Tlalpan, Distrito Federal en l897. Falleció en 1986, bendecido por los dioses al concederle el don de recrearse a sí mismo.
Periodista y taurófilo, poeta destructor de caretas de académicos y políticos. Telegrafista revolucionario y villista, luchador y partidario de todas las demandas sociales ante la injusticia, viajero empedernido que vivió en París con sus amigos André Breton y Benjamín Peret, hasta la entrada de las tropas de Hitler a París. Después en Amsterdam sufrió los bombardeos alemanes. Estuvo en Moscú, para en el Transiberiano llegar a Pekín (ojo no a “Beijing”), vio corridas de toros en Madrid. En México tomó un café con Álvaro Obregón y recibió órdenes militares de Plutarco Elías Calles, y una noche el alcohólico dictador Victoriano Huerta, tomó tequila a su lado, en la barra de una cantina. Con la suerte de ser el telegrafista, decía Renato, de la División del Norte y de su comandante Pancho Villa.
Las anécdotas inventadas y reales sobre Renato Leduc son innumerables. Por ejemplo el reportero y excelso cronista, José “Pepe” Alvarado escribió: “No se ha logrado saber, a ciencia exacta, si Renato figura en la imaginación de inédito autor de novelas por cuyas páginas transitan corsarios, el “Corsario Beige” por ejemplo, o si cae en el mundo producido por versificador maldito, aún desconocido. Y quizá fuera mejor no investigarlo”.
Al lado de la leyenda del Leduc reportero, hay un escritor y un poeta de una imaginación retadora y audaz, con versos de imaginación poética arrancada a la cotidianidad, la picardía y la Revolución “que se nos hizo gobierno”. Tanto que la visión del reportero, desaparecido y que ya es polvo de su patria, anunció los tiempos terribles de la derechización gubernamental y los monumentos a la estulticia de los hombres y mujeres que ocupan el poder, similares a los panistas que desde hace diez años y más en varios estados mexicanos, gobiernan bajo el amparo de las sotanas del clero político.
“¡Quién te lo había de decir / gritona Revolución / que hincada habías de asistir / hasta la Coronación…!. / Viendo tantos sacristanes / los fieros constituyentes / en sus tumbas como canes / pelando estarán los dientes.” Sigue el verso que sirve de prólogo a esta entrega que recuerda al hombre, que anciano, con una seguridad ofensiva a los jóvenes, a pesar de la casi nula visión, acudía a la Plaza México a soltar olés, a los toreros que lo emocionaban, puro en mano diestra y bota de tintorro en la siniestra. La cabellera alba por las aventuras de la condición humana era un enorme adorno más en los tendidos de la plaza.
Y en eso del jineteo gringo y femenino, de vivir el maestro Renato, la leperada que diría sería digna de todo un busto a la dignidad ofendida, nada más para acallar las hipocresías de la derecha y los gobernantes que olvidan que México es una nación laica, donde cada quién puede asumir o rechazar la religión que quiera. Es ese clero, y no nada más católico porque hay muchos otros, que sueltan anatemas en contra de la despenalización del aborto y las mujeres que lo practiquen. Además ven en la homosexualidad la reencarnación satánica. Hacen falta el desparpajo y la veracidad de un poeta como Leduc.
Al lado de las siluetas, los ojos y los amores de las mujeres, Renato Leduc tuvo también como amante a la ciudad de México. Lo demuestra en “Oda a la ciudad”: “CIUDAD en la que he vivido / y que fundaron antes / de que naciera yo / los antiguos comanches. / / Eludo hablar de tu pasado / porque es un pasado bochornoso / y yo -perfecto amante- / lo he olvidado.”
Se autocalificaba como un poeta involuntario, que afirmó haber leído en su vida a sólo tres poetas: Luis Carlos López, Efrén Rebolledo y Ramón López Velarde. Desde luego esa aceptación se refiere a que son las influencias en su poesía. No a la falta de lecturas o el desconocimiento de otros poetas.
Poco difundida la obra poética, al igual que la novelística -en las dos resalta el humorista y la inmensa alegría-, sin embargo el poema “Aquí se habla del tiempo perdido que, como dice el dicho los santos lo lloran” es popular, gracias Rubén Fuentes que le puso música y la hizo canción, con el breve titulo de “El tiempo”. No falta mucho para que alguno de los cantantes plásticos televisivos la mal rescate para peor cantarla o lo que dicen hacer.
La anécdota sobre ese breve poema, según el propio autor lo platicó delante del que escribe este “Al son de las fábulas”, es resultado de un apuesta cuando era estudiante en la Escuela Nacional Preparatoria o en la de Jurisprudencia. Utilizar la misma palabra como sustantivo, calificativo y acción para construir un verso. ¡Y quedo así!:
“SABIA virtud de conocer el tiempo; / a tiempo amar y desatarse a tiempo; / como dice el refrán: dar tiempo al tiempo… / que de amor y dolor alivia el tiempo.
Aquel amor a quien amé a destiempo / martirizóme tanto y tanto tiempo / que no sentí jamás correr el tiempo, / tan acremente como en ese tiempo.
Amar queriendo como en otro tiempo / —ignoraba yo aún que el tiempo es oro— / cuánto tiempo perdí —ay— cuánto tiempo.
Y hoy que de amores ya no tengo tiempo, / amor de aquellos tiempos, cómo añoro / la dicha inicua de perder el tiempo…”
Esa es la versión original en la edición de autor autografiada de Renato Leduc. Por otro lado el irrespetuoso Diccionario Larousse registra las acepciones para el adjetivo: “INICUO, A adj. (lat. iniquus, injusto). Contrario a la equidad, injusto: acción inicua. 2. Malvado, perverso”. En el ladrillo falta en la sección biográfica la ficha de Renato Leduc, por lo tanto es un diccionario incompleto que no respeta a tan gran poeta mexicano. “…ches franceses… que se vayan a la chin…” diría el maestro Leduc.
A LA REDACCIÓN CELESTIAL
En cuestión de días, de pronto con el arrebato de la parca, dos mexicanos de la redacción nacional consiguieron nuevo trabajo, en la mesa de redacción celestial. Primero Carlos Montemayor y después Enoch Cancino Casahonda. El primero luchador social, pero espléndido literato y novelista, y el segundo, poeta chiapaneco que formó parte del Ateneo de Chiapas, al lado de Rosario Castellanos y Jaime Sabines. Y como si no fuera suficiente, con ellos la Academia Mexicana de la Lengua perdió dos de sus miembros académicos. Tal pareciera que alguien prepara un nuevo tiraje en el más allá. Por lo tanto más vale que se cuiden periodistas, poetas y escritores. Hay nuevas contrataciones celestiales.
QUISIERA PEDIRLES ORIENTACION DONDE PUEDO CONSEGUIR EL LIBRO DE LEDUC RENATO POR LEDUC GRACIAS POR SU AYUDA
Hola yo lo tengo y te lo puedo vender, te paso mi correo rogorro@hotmail.com