Tapadera del régimen
Freddy Sánchez jueves 31, Oct 2024Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Qué tiempos aquellos en los que los defensores de los derechos humanos contaban con la certeza de estar bien amparados.
Y eso se debía a la percepción de tener “libertad de picaporte” en una institución “robusta” y presta para atender sus quejas.
Buenos y malos antecedentes de apoyo para los solicitantes de su protección se registraron a lo largo de los años trascurridos desde que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos comenzó su gestión.
Y en ese sentido, los responsables institucionales habidos al frente de la CNDH gozaron de buena y mala fama entre aquellos que a veces lograron el respaldo requerido y otras veces no fue así.
En torno a las actividades de este organismo autónomo a lo largo de los años surgieron distintos grupos de gestores en defensa de los derechos humanos (los llamados colectivos), que adquirieron una fuerza creciente que por momentos se convertía en una presión irresistible para la comisión en apariencia inducida a favoreces las demandas de ciertos quejosos.
Y hubo por supuesto esas ocasiones en las que se dejó la impresión de que, sin importar la presión social de ciertos “colectivos”, las decisiones de la Comisión Nacional de los Derechos humanos se encaminaron a no afectar la imagen del gobierno federal.
En esa clase de asuntos espinosos que pudieran suponer violaciones a los derechos humanos orquestados desde el poder la voluntad de la comisión para hacer recomendaciones daba la impresión de estar influenciada por intereses políticos del gobierno en turno.
Así las cosas, en el curso de los años de su actuación social la CNDH no ha podido quitarse la “etiqueta” de estar más o menos al servicio de los altos mandos oficiales en relación con temas que ponen en duda la estricta observancia del ejecutivo federal en materia de respeto a los derechos humanos.
Una suspicacia que quizás ninguna gestión en el manejo de la comisión ha evitado llevar sobre los hombros en mayor o menor medida.
Sobre el particular, es de mencionar que entre los titulares de CNDH algunos han tenido una mejor reputación que otros.
Los sucesos en territorio nacional con inevitables repercusiones políticas influyen como es lógico en la actuación de la comisión que puede ser más autónoma e independiente cuando los factores en juego no afectan directamente al Ejecutivo federal o ciertas dependencias estratégicas en el ejercicio del poder.
De ahí los cambios cuando algo de lo hecho en la comisión termina por ser contraproducente para el gobierno en su afán de dar una buena imagen de respeto a los derechos humanos que no se traduzca en arruinar su prestigio.
Cabe suponer entonces que los encargados de la CNDH sólo son útiles para los demandantes de su protección si estos perciben que se les escucha y atiende siempre que el gobierno no se vea afectado por las recomendaciones en su contra, ni haciéndose ver que la comisión es una “tapadera” del régimen.