Soberbia de poder
Alberto Vieyra G. lunes 28, Oct 2024De pe a pa
Alberto Vieyra G.
En la primera semana de abril de 1912, los dueños de la empresa naviera británica White Star Line y los ingenieros que construyeron el Titanic, el buque con lo más granando de la tecnología declararon que el Titanic era un barco tan, pero tan perfecto que “ni Dios padre lo podría hundir”.
¿Y sabe qué? La infinita soberbia de aquellos hombres quedará para la historia de la navegación marítima porque el miércoles 12 de abril de 1912, el Titanic se hundió con más de 2 mil 200 personas a bordo entre ellos varios magnates que llevaban como destino final la ciudad de los rascacielos, New York. Sería el desastre más formidable en la historia de la navegación maritíma.
Pero ¿qué es la soberbia?
La soberbia es una actitud o característica personal que se define como el deseo excesivo de ser preferido a los demás, o la creencia de tener una posición de superioridad o privilegios. Las personas soberbias suelen actuar de manera arrogante y despreciativa.
¿Por qué le hablo de ese maldito defecto de carácter del hombre? Mire usted. Quienes no leen la historia, están condenados a repetirla y en el poder político azteca se está repitiendo la arrogancia que imperó en aquel histórico buque. Esa arrogancia autoritaria y de abuso faccioso del poder es el sello que hoy distingue a la mayoría legislativa espuria. El siempre impresentable Gerardo Fernández Noroña, líder del Senado, acaba de repetir la historia del Titanic al declarar que la demencial reforma constitucional al Poder Legislativo de México “no la parara ni Dios padre”.
Bien dice la senadora Lilly Téllez que “cargo no mata chango”.
Y para que ni a Dios padre se le ocurra tocar la diabólica reforma que acaba con la división de poderes y chatarriza la justicia en México, la espuria mayoría legislativa morenista le pone de pilón un candado para que ningún mortal se pueda amparar en México, promover una acción de inconstitucionalidad o controversia. Nunca jamás existirá la vía del amparo y a eso se le llama dictadura autoritaria, aunque su presidenta diga que nos conduce un gobierno humanista.
Con este antecedente histórico de arrogancia, no hay duda de que no estamos en el segundo piso de la dizque transformación, sino en el primer piso de la dictadura. La Suprema Corte de Justicia de la Nación ya no podrá llevar a cabo ninguna controversia, amparos o acciones de inconstitucionalidad porque la dictadura morenista se puso con toda la arrogancia por encima de la división de poderes.
Se está gestando un caldo de cultivo nacional de ira por el engaño presidencial de que 35 millones de compatriotas votaron para que se pusiera fin a los derechos que consagra el artículo I de la Carta Magna. La repulsa comienza a generalizarse y hace una semana el valiente juez Juan Pablo Gómez Fierro, que le tumbó a López Obrador varias de sus iniciativas de ley, entre ellas la reforma eléctrica declinó que lo metieran a la vergonzosa tómbola para tomar parte en las elecciones del próximo mes de junio, bajo el argumento de que “la reforma constitucional es contraria a los valores de la República y la división de poderes”.
Y anunció que, desde hoy, su misión será dar la batalla por la restauración de la República y bajo esos términos varios juristas de primer orden revelan que se sumarán a Gómez Fierro y ya promueven un movimiento que le dará muchos dolores de cabeza a la señora Presidenta, quien por lo visto marcha desbrújulada y en menos de 1 mes la nación se le ha descompuesto, a grado tal que, con el surgimiento de los coches bomba en Guanajuato, en Estados Unidos se prendieron los focos rojos por el surgimiento en el patio trasero de la Casa Blanca, así nos han considera siempre de una ola de narcoterrorismo, lo que les daría margen para intervenir militarmente en territorio azteca por cuestiones de “seguridad nacional”.