¿“Golpe” del Judicial?
Francisco Rodríguez lunes 7, Oct 2024Índice político
Francisco Rodríguez
Se equivocan las tres ministras cuatroteras. Yasmín Esquivel, Loretta Ortiz y Lenia Batres al calificar como “golpista” la decisión de la mayoría de los miembros del Pleno de que la SCJN acepte a trámite las consultas que buscan frenar el rumbo de la reforma constitucional al Poder Judicial ya aprobada a troche y moche por el Constituyente Permanente y promulgada a las prisas como “regalo” a AMLO.
En el mismo craso error incurre el presidente de la Mesa Directiva del Senado, Gerardo Fernández Noroña, quien, por si fuera poco, ha convertido a esa posición institucional en una partidista. No habló en nombre de esa Cámara del Legislativo. Lo hizo en nombre de la llamada Cuarta Transformación.
“Golpe aguado”, calificó la presidenta Claudia Sheinbaum en aras de minimizar los calificativos de sus paniaguados correligionarios, pero asegurando que la reforma va.
Aunque si de “golpes” hablamos, veamos el “golpe silencioso” que ya se dio con la reforma a la Guardia Nacional que militariza a este supuesto cuerpo policiaco y que Andrés Manuel López Obrador heredó a su sucesora, coronando así la intervención de los uniformados en un sinfín de actividades que corresponde llevar a cabo a los civiles.
Ni las ministras, ni el senador, tampoco la Jefa del Ejecutivo Federal leyeron bien la posición de los ministros Norma Piña, Juan Luis González Alcántara —quien presentó el proyecto votado—, Margarita Ríos Farjat, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, Javier Laynez Potisek, Luis María Aguilar, Jorge Mario Pardo Rebolledo y Alberto Pérez Dayán.
Votaron favorablemente para tan sólo revisar y decidir si la SCJN tiene facultades de revisar la reforma al Poder Judicial ya aprobada… con serias deficiencias procesales y de fondo, cabría subrayar.
Y quienes calificaron de “golpista” a la Corte, entendieron —y entendieron mal— que, con esa votación mayoritaria, la Suprema Corte intentará echar abajo la multicitada reforma que deforma a uno de los tres Poderes de la Unión.
Sí, pero no. Y si así llegara a suceder, pues habría que traer a cuento que, como recién recordó el diputado Germán Martínez Cázares, “por supuesto que se puede, vía amparo, impugnar las modificaciones constitucionales. Así se dice en varias sentencias en cuanto hacía el procedimiento y así lo dice la tesis de la Escuela Libre de Derecho de alguien en que ustedes creen, pero yo no, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea”.
Y sí, en efecto, puede cualquiera calificar a Zaldívar de veleta que mueve el viento de sus propios intereses, de traidor incluso, pero de Derecho Constitucional sí sabe. ¿O ya se le olvidó?
El “golpe blando” de AMLO
Y sí. Llegaron ya las horas de los hornos crematorios de la Secretaría de la Defensa Nacional, como en Iguala. De las masacres, como la de los migrantes que cayeron ante las balas de los soldados en Chiapas, la semana anterior. De la ocupación militar de las funciones que corresponden a la sociedad civil.
Como las condiciones financieras ni las órdenes del exterior están dadas, faltaba la iniciativa verde olivo, aunque en los discursos y sólo en los discursos del Campo Marte el nuestro sea el tradicional Ejército de paz. Bastantes habilidades han mostrado en el curso de la historia para los golpes y los cuartelazos.
Y no tenemos por qué llamarnos a sorprendidos. El gorilato del pasado reciente fue un cuartelazo de más de medio siglo. Todavía recordamos la noche que empezó el 27 de agosto de 1968. A las generaciones jóvenes vale recordarles que en esa aciaga noche el Ejército tomó el control de Ciudad de México.
Que los desacuerdos en la cima del poder por la sucesión de Gustavo Díaz Ordaz y las diferencias de matiz con los halcones de Washington llevaron a Fulton Freeman, embajador gringo, a llamar a cuentas a Marcelino García Barragán, para reprocharle que no hubiera ultimado a los estudiantes en el Zócalo y ofrecerle en charola la Presidencia del país, previo golpe de Estado.
Poseído por el pánico, el general secretario fue de inmediato a Los Pinos a contarle lo sucedido a Díaz Ordaz, de cuya boca sólo salieron peores invectivas y amenazas, recordándole todos los favores que el divisionario jalisciense le debía al sistema. García Barragán nunca se repuso de la mala decisión tomada.
Pero heredó a sus descendientes una fantasía colectiva de guirnaldas, lauros, medallas y olivos, que nunca terminaron. Para rematar la inconsecuencia siguió una cauda de ataques, mazmorras, torturas y prisiones sin paralelo en los cuerpos y las integridades de los grandes luchadores sociales.
Y en cuya memoria, los descendientes partidistas de los morenistas, querámoslo o no, escenifican hoy la peor parte de la tragedia: ser víctimas de su ignorancia.
Ellos son los que han propinado al país el “golpe blando” y el posible e inminente “golpe silencioso”, el que jamás se atreverá a decir su nombre, pero del que ya sabemos que se afinca en el orden y la disciplina militar a como dé lugar, antes de que salgan perdiendo hasta el apellido.
Y vayamos olvidando el sueño de una noche de verano de la Cuarta Transformación y su segundo piso.
Las democracias formales y sus instituciones ya no serán vistas como amenazas, sino que serán el instrumento perfecto para legitimar la usurpación del Estado. La suerte puede estar echada, no hay marcha atrás.
El fascismo, la solución terminal, ya es lo único que queda.
Asomará con rostros indelebles para torcer o componer, quien lo sabe, el asalto al poder.
En eso acabará la fallida Cuarta Transformación: en el “golpe silencioso”, ese caníbal perpetrado desde las cavernas de la incompetencia y desde los dislates trágicos.
¿Qué habremos hecho para merecer este destino?
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Tuve el enorme privilegio de conocer y tratar a la maestra Ifigenia Martínez durante su primer encargo como diputada federal a la L Legislatura (1976-1979) postulada por el PRI en el que militó hasta 1988, para integrarse al movimiento que encabezaron Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, entre otros. En todas las distinguidas posiciones que ocupó fue congruente con su pensamiento y enseñanzas en la Escuela ahora Nacional de Economía. Lamentables las circunstancias de su partida. ¡Descanse en paz! * * * Mi reconocimiento a usted que leyó hasta aquí. Le deseo, como siempre, ¡buenas gracias y muchos, muchos días!
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