¿2 de octubre no se olvida?
¬ Luis Ángel García viernes 4, Oct 2024Por la Derecha..!
Luis Ángel García
En 1968 el mundo se convulsionó con manifestaciones estudiantiles que pasaron de la protesta universitaria a la exigencia de un nuevo orden social; México no fue ajeno a ese movimiento mundial que se inició con una pelea callejera entre dos planteles educativos que devino en una represión gubernamental con un número indeterminado de muertos y cientos de jóvenes encarcelados.
Sin duda, el sacrificio de esos alumnos no fue en vano; lograron, junto con la remoción de jefes policiacos, cambios en la legislación penal y una apertura democrática que se concretó al inicio de los setenta. También sirvió ese episodio, junto con el jueves de Corpus en 1971, para que los sobrevivientes hicieran de esas masacres su modo de vida y, agarrados de la añoranza por los reprimidos y las consignas de un cambio social, hoy viven del presupuesto y de la extorsión a regímenes anteriores a la 4T.
A más de medio siglo de la matanza de Tlatelolco y del “halconazo”, la mayoría de los protagonistas han fallecido y los pocos que subsisten han vivido del recuerdo, incursionan en la política o son servidores públicos, pero poco hacen por incidir en los cambios sociales que requiere el México de la presente centuria. Al tiempo, habrá que analizar la trascendencia de los movimientos estudiantiles. Al inicio, las reivindicaciones solo eran por la liberación de los presos, el cese de los mandos policiacos y la derogación en el Código Penal del delito de disolución social. Pronto vendrían los Juegos Olímpicos y aunque los ojos del mundo se centraban en el país, los gobiernos extranjeros también enfrentaban conflictos estudiantiles. El mal manejo de la situación convirtió una revuelta estudiantil en crisis política.
En todo el orbe, si bien hubo un nuevo orden político y social, los estudiantes fueron reprimidos, no sólo por un exceso policial, sino para preservar el orden. Polémico es definir qué tiene que hacer un Estado para lograr la estabilidad. Hoy como hace 56 años, los gobiernos están obligados a mantener la cohesión social y lograr los consensos por medio de la negociación política, pero cuando uno de los interlocutores recurre a la violencia -nunca justificada-, se debe recurrir al uso legítimo de la fuerza. Lo hicieron entonces y lo deben hacer hoy.
Los mártires del 68 y del 71 trascendieron porque lograron una apertura democrática que permitió el acceso de la oposición al poder y lograr muchas reivindicaciones sociales.
Es un exceso que más de medio siglo después se sigan enarbolando las banderas sesenteras como si no hubiera avance en la vida democrática de una nación. Peor aún elevar el martirologio estudiantil a los muros de un recinto legislativo u ofrecer una disculpa pública por crímenes de lesa humanidad a la acción represora pero legítima de un gobierno. Esa acción cambió para bien el destino de una nación.
El gobierno de la CDMX comunicó que al término de las manifestaciones conmemorativas del 2 de octubre el saldo era blanco. Falso, cobardes encapuchados, seudo estudiantes del “bloque negro” agredieron a policías -varios de ellos hospitalizados-, retaron a la autoridad, destruyeron edificios públicos y comercios, incendiaron instalaciones del Metro y el edificio postal -patrimonio de los mexicanos-, eso es ingobernabilidad o complicidad con grupos sociales afines ideológicamente al gobierno en turno.
El mal manejo político en el 68 y en el 71 provocaron que un conflicto estudiantil se convirtiera en generadora de una crisis social y eso puede repetirse. Las administraciones de izquierda no deben temerle a hacer uso legítimo de la fuerza cuando está en peligro el pacto social. El 2 de octubre sólo es ya un pretexto al que no debe sumarse el nuevo gobierno.