Qué bueno que no sean iguales
¬ Francisco Reynoso jueves 19, Sep 202419-S
Triple Erre
Francisco Reynoso
Desde aquellos días en los que López Obrador destapó a sus “corcholatas”, Claudia Sheinbaum Pardo mostró carácter y un estilo elegante de hacer política.
Me gusta el estilo de Claudia Sheinbaum para hacer política.
Habrá quien diga que es incorrecto, periodísticamente, escribir en primera persona. Pero lo quiero decir así: Me gustan los modos y carácter de la Presidenta. Y lo digo y ya. Así, tal cual.
Viene a cuento esta confesión por el alboroto que generó la condena pública que hizo el ex presidente Ernesto Zedillo a la reforma constitucional al Poder Judicial.
López Obrador y sus lambiscones lo pusieron como lazo de cochino. El presidente se burló, o fingió burlarse de Zedillo. Lo acusó de maleante y de haber traicionado a quien lo impuso en la presidencia: Carlos Salinas.
Zedillo no es precisamente una figura popular y ni siquiera podría decirse que una parte del pueblo lo recuerda con cariño. Es más, ni siquiera en el PRI tiene simpatizantes. Es un político que se alejó de México y nunca habló de los asuntos de su país, ni para bien ni para mal. Los jóvenes que no lo conocen suman millones.
Según Zedillo, se mantuvo al margen, en el extranjero, por respeto a los gobernantes; cumplió la regla no escrita de: “el respeto al sexenio ajeno es la paz”.
Se atrevió a hablar -dijo- porque el golpe a la democracia y al equilibrio de poderes fue brutal. Zedillo afirmó: “… el Congreso federal acaba de aprobar un conjunto de reformas constitucionales que destruirán el Poder Judicial… enterrarán la democracia mexicana y lo que quede de su frágil Estado de Derecho… el país camina hacia la dictadura”.
Ciertamente, Ernesto Zedillo fue uno de los presidentes del PRI con menos arraigo popular. Y de los ex mandatarios vivos del tricolor: Carlos Salinas, Enrique Peña Nieto y él, es el menos carismático, el más antipático.
Sin embargo, eso no significa que sus evaluaciones carezcan de razón. Y están técnicamente bien sustentadas.
Había que combatirlas no con groserías, con chistoretes ni pitorrearse de él para hacerse simpático con la gente, sobre todo con los miles de trabajadores del Poder Judicial que se mantienen en las calles, en pie de lucha.
La presidenta Sheinbaum cuestionó la solvencia política y moral de Ernesto Zedillo y lo hizo con elegancia, con respeto, con diplomacia política.
Dijo respetarlo como ex presidente de México, pero no coincidir con sus apreciaciones referentes a democracia por todo lo que se vivió en su sexenio.
La presidenta Claudia Sheinbaum sabe perfectamente que las opiniones de Zedillo no tienen ningún valor entre la gente, entre el pueblo bueno y sabio; quizá un poco en la clase política vieja, pero ni siquiera en las fuerzas vivas del PRI, que, quienes lo conocen, le guardan mucho rencor porque, efectivamente, opinan que traicionó al PRI, a Carlos Salinas -metió a la cárcel a Raúl Salinas- y entregó el poder presidencial al PAN de Vicente Fox.
Pero bien decía Jesús Reyes Heroles: “La forma es fondo”. Y la Presidenta, con elegancia, con respeto, desacreditó las opiniones de Zedillo sin insultarlo, sin caer en la barbajanada de López Obrador y menos en las de Gerardo Fernández Noroña.
Y recordamos esa frase que el presidente López Obrador repite constantemente: “… no somos iguales”.
Efectivamente, ya vemos que aunque son maestro y alumna, líder y pupila, Claudia Sheinbaum no se parece a López Obrador en sus formas agresivas y groseras de hacer política.
La Presidenta camina en la misma línea política de izquierda que López Obrador, pero no parece afecta a cometer los atropellos que les tocó sufrir muchos años cuando eran la oposición radical y nunca imaginaron que llegarían al poder político.
“No somos iguales…”, dice López. Y qué bueno que no lo sean.
Porque ante la tragedia que se vive en Sinaloa por la guerra entre los cárteles de “El mayo” Zambada y los hijos de “El Chapo” Guzmán, López Obrador adopta una actitud irresponsable; valemadristas. Los muertos ya suman medio centenar en dos semanas y el Presidente culpa al sensacionalismo de los medios de comunicación. Y dice que la violencia es cosa del amarillismo de sus adversarios políticos.
Y circunscribe su actuar para remediar la inseguridad y la violencia en Sinaloa, a exhortar a los grupos criminales a que se cuiden, a que cuiden a sus familias, y a que no caigan en confrontaciones violentas que pongan en riesgo la vida de personas inocentes.
Qué bueno que no son iguales. Ya solo faltan 13 días para que Andrés manuel López Obrador le entregue el poder a Claudia Sheinbaum y, creemos, el cambio en la forma de hacer política se verá ese mismo día.
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