La Suprema Corte de México recibe un reconocimiento “post mortem”
Miguel Ángel Rivera martes 17, Sep 2024Clase Política
Miguel Ángel Rivera
Sin independencia judicial, el derecho se distorsiona y se desfigura. La independencia judicial es también un concepto mucho más complejo que el simple hecho de que los poderes estén depositados en órganos distintos,
La anterior definición la hizo la presidenta de la Suprema Corte de Justicia, Norma Lucía Piña Hernández, en la clausura de un foro acerca de la reforma al Poder Judicial, organizado junto la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en México y el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en donde numerosos especialistas expusieron modelos ideales acerca de lo que debería ser la aplicación de la justicia en México.
Como todas las opiniones de los especialistas ajenos a la llamada Cuarta Transformación —e inclusive algunas sugerencias de simpatizantes del actual régimen— esas recomendaciones fueron desatendidas por los legisladores del oficialismo que se apresuraron a aprobar lo que se les ordenó desde Palacio Nacional.
De hecho, en ese mensaje de clausura del foro, la presidenta de la Suprema Corte citó a dos de los panelistas, Jesús Peña y Mónica González Contró, que tampoco fueron tomados en consideración por los incondicionales diputados y senadores del oficialismo.
Por parte de Morena y sus rémoras se dijo que las propuestas de los académicos y de los funcionarios del Poder Judicial llegaron demasiado tarde, pero no es así, el foro al que hacemos referencia, que llevó el largo título de Mesa de diálogo: independencia judicial. Desafíos compartidos en la Dinámica internacional contemporánea del encuentro internacional sobre independencia judicial: reflexiones desde la judicatura, concluyó el 14 de agosto, tiempo más que suficiente para ser considerado al momento de elaborar el dictamen en la Cámara de Diputados, el cual fue aprobado el 4 de septiembre.
Ese apresurado y viciado proceso terminó la mañana del reciente sábado 15, cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador firmó el decreto de reforma constitucional para ser publicado en el Diario Oficial de la Federación y, por consiguiente, listo para entrar en vigor. El proceso para aprobarlo en las dos cámaras del Congreso de la Unión se realizó con toda celeridad, incluida la compra de votos de senadores “de oposición” para asegurar la mayoría calificada de la que carecía el oficialismo en la llamada “Cámara alta” a pesar de la sobrerrepresentación que le aseguraron incondicionales consejeros y magistrados electorales del INE y del TEPJF.
La ministra presidenta, como otros muchos especialistas, reconoció que el Poder Judicial debería ser objeto de una renovación para mejorar, sobre todo en función de lo que López Obrador se ufana en calificar de “el pueblo bueno”, al que Piña Hernández se refirió:
“Justamente es necesario un Poder Judicial independiente, de personas juzgadoras con una sólida preparación, en constante formación, que sean capaces de interpretar las normas con perspectiva de derechos y que tengan la garantía de que proteger esos derechos no les costará su carrera, su libertad e incluso su vida propia.
“En suma, es la independencia judicial la que permite llevar a cabo el ideal de Morelos: que todo aquel que se queje con justicia, tenga un tribunal que lo escuche, lo ampare y lo defienda contra el fuerte y el arbitrario”.
“Haiga sido como haiga sido”, el Poder Judicial
mexicano está en vías de extinción
Lo cierto es que, al entrar en vigor, la reforma apresuradamente aprobada por el denominado “Constituyente Permanente” (controlado desde Palacio Nacional), el Poder Judicial mexicano tal como lo conocemos está en vías de extinción, aunque faltan muchos detalles acerca de la forma como se elegirán los nuevos jueces, magistrados y ministros.
También es de nota que lo que teníamos (tenemos) no es tan malo como ha pretendido presentarlo López Obrador, cuya administración no ha presentado ninguna denuncia acerca de la supuesta corrupción de los juzgadores.
Una prueba es que el Poder Judicial oficialmente “desaparecido” recibió hace unos días un reconocimiento de la International Bar Association, una prestigiada organización de profesionales del Derecho.
La ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Lucía Piña Hernández, recibió este domingo (después de la entrada en vigor de la reforma) un reconocimiento al Alto Tribunal durante la apertura de su conferencia anual, por su “impresionante, valiente y generosa actividad en la defensa del Estado de derecho”.
“Recibo en representación de la Institución, con gran honor y gratitud el reconocimiento que esta Asociación Internacional extiende a la Suprema Corte de Justicia de la Nación por su impresionante, valiente y generosa actividad en la defensa del Estado de derecho”, dijo.
“Como representante de nuestro Alto Tribunal, me es grato recibir este Primer Premio de Impacto de la IBA, concebido para dar la máxima visibilidad a aquellas entidades y personas que realizan una aportación especialmente positiva en ese ámbito, como claramente es el caso de la Suprema Corte”, afirmó Piña Hernández, a quien acompañaron los ministros Ana Margarita Ríos Farjat, Alberto Pérez Dayán y Jorge Mario Pardo Rebolledo.
“Muchas gracias por el reconocimiento que, desde mi opinión, debe ser para todas las personas servidoras públicas integrantes del Poder Judicial de la Federación que en estos momentos cruciales que habrán de delinear el futuro de México, han actuado con la mayor entereza”, señaló la ministra presidenta, quien también expuso:
“La sociedad mexicana ha dado cuenta de cómo el Poder Judicial Federal ha hablado a través de sus sentencias, resoluciones que, reconocidamente, han protegido los derechos y las libertades”.
“Ahí están nuestras sentencias sobre la tutela jurisdiccional efectiva; la prisión preventiva; el derecho a una defensa adecuada; la libertad personal y la presunción de inocencia; la libertad religiosa; el libre desarrollo de la personalidad; los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales; los derechos de personas integrantes de la comunidad LGBTTTIQ+; el interés superior de la niñez; los derechos de personas, pueblos y comunidades afromexicanas; la reparación integral; la igualdad y no discriminación; la propiedad intelectual; el derecho de reunión; la perspectiva de género; la autonomía reproductiva de las mujeres; el derecho de acceso a la información; la privacidad e intimidad de las personas; los derechos de las personas con discapacidad, entre muchos criterios más”, expresó la ministra presidenta.
Si el destinatario de tal mensaje era el inquilino de Palacio Nacional, el impacto no se registró, pues López Obrador se dedicó todo el fin de semana a disfrutar de sus últimos días (oficiales) como jefe todopoderoso de la llamada Cuarta Transformación.
El día 15, después de firmar la promulgación de la reforma constitucional, gozó de los gritos de sus simpatizantes en el Zócalo capitalino, durante la ceremonia de “El Grito”, evento en el que tuvo como invitada a la presidenta electa, Claudia Sheinbaum Pardo, a la que ha llevado de la mano en estos días finales de su mandato.
Como confirmación de su venganza sobre el Poder Judicial, el político tabasqueño publicó un mensaje en redes sociales, en el cual sostuvo que el “propósito de la reforma es limpiar de corrupción al Poder Judicial e instaurar un auténtico Estado de derecho.
“Que se acabe la simulación porque se hablaba de que vivíamos en democracia, pero no. Dominaba una oligarquía, eran los que mandaban, los de mero arriba con fachada de democracia, había simulación. Ahora es distinto. Ahora sí, es el pueblo el que manda, el pueblo es el que decide y se lleva a la práctica lo que establece el artículo 39 de nuestra Constitución: que el pueblo tiene en todo momento el derecho de cambiar la forma de su gobierno, el poder dimana del pueblo, dice la Constitución y se instituye en su beneficio”.
Muerto el Poder Judicial Federal como lo conocimos, sobre todo a partir de la reforma del entonces presidente Ernesto Zedillo, en el año 1994 (veinte años no es nada”, lo único que queda es que, conforme al carácter de los mexicanos, ahora se dediquen sólo buenos recuerdos al “difunto”.