El chocolate espeso
Freddy Sánchez martes 3, Sep 2024Precios y desprecios
Freddy Sánchez
La rendición de cuentas es un deber individual y colectivo.
Nadie puede ser ajeno a demostrar una conducta correcta en su proceder.
Y menos que nadie los políticos y funcionarios que adquirieron la categoría de empleados de la gente y están pagados con dinero de la comunidad.
Dicho más claramente: el que no quiera ser visto como una alimaña encubierta por la oscuridad para “hacer de las suyas”, que rinda cuentas de sus actos.
Y es que tratándose particularmente de los que utilizan los recursos económicos aportados por la gente mucho mayor es su obligación de transparentar sus actos y sus gastos.
Es de admitir que en algunos casos los gobiernos o grupos de poder económico deban reservar información por considerar su secrecía de mayor interés público que su difusión social.
En ese contexto parece necesario que los criterios para ocultar cualquier clase de información relativa a los quehaceres institucionales no se definan por decisión exclusiva del gobierno.
Porque en México la opacidad en torno a las actividades oficiales con sus respectivos costos y repercusiones se ha hecho un vicio o mala costumbre.
Con gobiernos del PRI, PAN, PRD y Morena entre otros ha sido habitual el ocultamiento de datos del mismo modo que en no pocos casos por algunas filtraciones de información se ha llegado a saber de costosos errores o actos de supuesta corrupción en perjuicio del erario público.
De ahí entonces la conveniencia de que la información sobre acciones institucionales que se pretenda mantener bajo reserva cumpla con el requisito de ser justificable su no difusión habiéndose dado los supuestos previamente aprobados por la ley para estos casos.
O sea que declarar de seguridad nacional el ocultamiento de cierta información no debe quedar a criterio de los servidores públicos.
En pasadas administraciones y la que está por concluir la reserva de datos sobre realizaciones del sector público se impuso como “venda en los ojos” a la gente para negarle el derecho a saber si algo se hizo o no correctamente con el ejercicio gubernamental y el gasto público.
En ese sentido, es inevitable la suposición de que si no se quiere informar lo que se hace dando “santo y seña” para satisfacer la curiosidad de la gente, la causa podría ser el afán de esconder alguna probable irregularidad.
Porque como bien lo dice otro refrán: “el que nada debe nada teme”…
Es por ello que la rendición de cuentas es el único medio para despejar dudas y acreditar el buen manejo de los asuntos públicos. O lo que es lo mismo: “cuentas claras y el chocolate espeso”.