El adiós sin tristezas ni alegría
¬ Francisco Reynoso martes 3, Sep 2024Triple Erre
Francisco Reynoso
La maquinaria no falló y los acarreadores de Morena, para el sexto y último informe y despedida de Andrés Manuel López Obrador, llenaron el Zócalo con gente de por aquí y de por allá. Sin embargo, algo falló.
Al último encuentro del Peje, del abuelito, del cabecita de algodón, del gran hombre, con su pueblo bueno y sabio le faltó alegría y emotividad.
Los contingentes se acomodaron en la Plaza de la Constitución como Dios les dio a entender. Algunos llevaban sombrillas otros pedazos de lona para hacer improvisadas casas de campaña. Y poca atención le pusieron al discurso del gran transformador de la patria.
Quizá porque en esta ocasión no hubo tortas ni fantas de naranja la gente ni siquiera hizo bulla cuando el benemérito tuvo sus ocurrencias chuscas, como aquello de que el sistema de salud de México no es igual que el de Dinamarca… “no es igual…es mejor que el de Dinamarca”.
O cuando hizo su disertación sobre democracia: “…se compone de dos partes: demos, que es pueblo y cratos que es poder… la democracia es el poder del pueblo… lo que quieren los oligarcas es cratos sin demos… quieren poder sin pueblo… ¡¡¡al carajo con eso!!!”, gritó orgulloso, pero el alarido de pueblo, con o sin cratos, se escuchó muy aguado.
Los organizadores del evento de despedida de López Obrador — todavía le restan 28 días y otras tantas mañaneras, pero la concentración multitudinaria, su despedida del pueblo sabio y bueno, fue ayer— cuadricularon la plaza de la Constitución con vallas metálicas y reservaron un espacio, frente al tablado, para los invitados fifís. Allí se ubicaron la presidenta Claudia Sheinbaum, Beatriz Gutiérrez de López Obrador, José Ramón y Andrés Manuel López Beltrán, algunos gobernadores y miembros del gabinete, del que se va y del que llega.
Y, reiteramos, algo pasó. Porque esa zona VIP se vio desangelada, gris, sin brillo y sin alegría bullanguera. Y medio llena o medio vacía. O bien faltaron invitados o sobraron sillas. Y no todos los que estuvieron en ella iban con disposición de desbordar entusiasmo. Por ejemplo, la gobernadora panista de Aguascalientes, Teresa Jiménez. Con todo y que la flanquearon Layda Sansores y Víctor Castro, gobernadores morenistas lopezobradoristas de Campeche y Baja California Sur, aplaudió con discreta decencia algunas de las engañifas y desmesuras del bienamado.
No pocos cercanos a López Obrador hubieran querido que después del informe, cuando López Obrador levantaba las manos y las movía como limpiaparabrisas de coche para despedirse de su pueblo y colocaba sus palmas en el corazón, hubiese habido mujeres y adultos mayores desmayados e histéricos. Y que ríos de lágrimas empaparan la plancha del Zócalo.
Pero no hubo llantos, ni crisis de nostalgia. La gente, terminado el evento, levantó sus chivas y emprendió la graciosa huida. Aquí se rompió una tasa y cada quien para su casa, decían.
López Obrador mantiene altos índices de popularidad y aceptación entre la muchedumbre. Pero el domingo en el Zócalo no hubo nadie que intentara hacer un papelón parecido al de la ex diputada de Morena, Érika Vanessa del Castillo.
Esta señora —recordemos— fue la que rompió en llanto en la tribuna de la Comisión Permanente al agradecer a López Obrador su legado de bondad y bienestar para el pueblo de México… al reconocerlo como el mejor Presidente que ha tenido México desde que se constituyó como República.
“Pésele a quien le pese —expresó Vanessa para ganarse el título en redes sociales de “misridi… cula”— a nuestro querido Presidente… al presidente Andrés Manuel López Obrador… peje… cabecita de algodón… Obrador… AMLO… abuelito… gran hombre, presi… amigo del pueblo… ¡¡¡te amamos desaforadamente!!! Hasta siempre, Presidente”.
Esta tan emotiva y sentida despedida a López Obrador nos hace recordar parte del discurso que pronunció Joaquín Balaguer ante el cadáver de Rafael Leónidas Trujillo.
El presidente de República Dominicana despidió los restos mortales de “El Chivo” durante la ceremonia que le rindió el gobierno al dictador asesinado por un grupo de militares que decidió cambiar su vida por la libertad del pueblo.
“Es momento para que juremos sobre estas reliquias amadas —expresó Balaguer— que defenderemos su memoria y que seremos fieles a sus consignas manteniendo la unidad… Querido jefe, hasta luego… Tus hijos espirituales, veteranos de las campañas que libraste durante más de 30 años, miraremos hacia tu sepulcro como un símbolo enhiesto y no omitiremos medios para impedir que se extinga la llama que tú encendiste en los altares de la República y en el alma de todos los dominicanos…”.
Pero el pueblo dominicano impidió que Leónidas fuera sepultado en República Dominicana. Y su hijo Ramfis Trujillo se tuvo que llevar el cadáver para inhumarlo en un cementerio de París. Años después los restos del caudillo fueron llevados a España y ahí permanecen en espera de que la historia haga justicia.
La verdad es la verdad
y no admite otros datos