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Carlos Ramos Padilla jueves 22, Ago 2024Se comenta sólo con…
Carlos Ramos Padilla
Irremediablemente escucho los cotidianos pronunciamientos de AMLO y me pregunto si en su conciencia no se reclamará estar perdiendo la oportunidad de hacer de este país algo grandioso.
No hay día que no ataque a alguien y que defienda a los corruptos crispados por él en su gobierno. No ha sabido ni ha querido defender los valores de la sociedad. La ataca, la ofende.
No sé si conozca o sepa lo que significa moral, pero me llamó profundamente la atención que después de haber secuestrado pozos petroleros, cerrado caminos federales, instalar un plantón en Reforma y sostener un “cerco” en el Senado de la República para impedir la reforma energética de Peña Nieto, ahora califique de “ilegal” el paro/reclamo de los trabajadores del Poder Judicial que desean impedir una reforma cargada de ira, de resentimiento y venganza política.
A los ministros, magistrados y jueces los ha nombrado “corruptos”, como a los abogados del país “traidores”. Y el choque es brutal cuando en dos días, solamente dos, ha escuchado los discursos de Joe Biden y Barack Obama en la Convención Demócrata en Chicago.
Biden, cargado de pasión y entusiasmo, señaló que respeta y defiende a todos los estadounidenses, sin excepción, porque tienen la misión de hacer grande a su patria.
“Cuando llegue al final de los días se sabrá que di lo mejor a mi nación. Esta es una tierra de oportunidades y en las manos de ustedes está el futuro de Estados Unidos”. Se creció hablando de las bondades de su pueblo y se dijo orgulloso de ser su presidente, mientras que Barack Obama expresó: “La gente no debe quejarse por lo que no tiene, sino dar las gracias por lo que posee. Cuando defendemos nuestros valores cada día crecemos más. Vivimos en un espacio de confusión. Es muy fácil jugar con el odio y el miedo. La mayoría no quiere vivir en un país amargado, resentido. Trump cree que la única forma de ganar es avergonzando a los demás. La democracia va más allá de las leyes, es como nos entendemos unos a otros para ser mejores”.
Ambos personajes veían de frente a sus conciudadanos, seguros de que había empatía y principios. Hablaron de sus glorias, pero también de problemas comunes y Obama señaló que lo importante es saber qué puedes hacer por los demás. Están dejando atrás rezagos, diferencias. Hablan de inclusión, de solidaridad. Y concluyen expresando “sí, sí podemos” (yes, we can). Hacen el compromiso de todos progresar. Tienen mística, orgullo y destino.
Y vuelvo a preguntar, qué le falta a AMLO y a Sheinbaum para entender su responsabilidad y destino. Han provocado el rompimiento, el clasismo, someten a la gente a radicalismo, intentan convencernos que somos distintos, diferentes y antagónicos, ricos contra pobres, aspiracionistas contra desempleados, gente trabajadora contra el crimen organizado.
Todos los días, invariablemente, hablan de corrupción señalando sin pruebas a otros. “Delincuentes de cuello blanco”, “mafias de poder”, “pirruris”… una cadena de despropósitos diarios. Su tarea es la trampa, el engaño.
AMLO, por lo pronto, ya perdió seis años hundiéndose en sus rencores y seguirá, entre sus sarcasmos y burlas, etiquetándose como un personaje que gusta hablar de ruindad para sentirse superior. En efecto, como Trump, cree que avergonzando a los demás se fortalece. Mientras allá hablan con respeto y honor de la Casa Blanca, aquí, el de Macuspana presume que su rancho se llama “La Chingada”.