Abre Claudia la caja fuerte de Palacio Nacional
¬ Francisco Reynoso jueves 8, Ago 2024Triple Erre
Francisco Reynoso
Con todo y que ha dicho insistentemente en que no habrá ruptura ni le pintará raya a López Obrador, la próxima Presidenta ha dado muestras de que tiene su estilo muy personal de gobernar.
Y el estilo de la Claudia Sheinbaum Pardo, estando la científica menos urgida de lealtades ciegas y a prueba de cañonazos, no es tan asfixiante, centralista, insegura, desconfiada ni tan abrumadoramente personalista como la de su mentor y guía espiritual.
Andrés Manuel López Obrador no le tiene confianza ni a su sombra. El burro no era arisco, los palos lo hicieron. A lo largo de los más de 60 años que lleva metido en la política ha visto que hasta los más honestos, a la primera oportunidad, le encajan la uña al dinero público. Conoce a miles como Manuel Bartlett, Ignacio Ovalle, Julio Scherer, Santiago Nieto y como el fiscal Alejandro Gertz Manero.
Precisamente por ese conocimiento preciso de cómo se las gasta esa jungla de funcionarios de medio pelo que son capaces de robarle la bolsa a su madre, López Obrador se llevó al Palacio Nacional el dinero público y lo encerró en caja fuerte con 10 candados de los que sólo él tiene la llave.
Y en México, durante el lopezobradorismo, sólo López Obrador tuvo acceso a la caja de caudales. Y a los gobernadores que veía ahogados por las deudas les recomendaba ahorrar, gastar sólo en lo indispensable y evitar gastos superfluos.
El gobierno de López Obrador centralizó el dinero de la educación, de la salud, del campo, de la seguridad pública y, principalmente, de los programas sociales.
Terminó la intermediación de líderes sociales que “pellizcaban” una parte de los recursos que repartían, erradicó el financiamiento a campesinos, ganaderos y microempresarios.
En la Cuarta Transformación, el único generoso, el único ser bondadoso, la única alma caritativa que podía asistir a los pobres y a los necesitados era él… el bienamado Andrés Manuel López Obrador.
Claudia Sheinbaum, por lo que ha mostrado, no aspira a convertirse en la madre Teresa de Calcuta ni en la advocación política morenista de la Virgen de la Piedad.
Ni tampoco anhela que todas las familias de México pongan su retrato en un altar y le enciendan veladoras.
Coincide en mucho, o en casi todos los principios de la política humanista de López Obrador, y está de acuerdo en que por el bien de todos… primero los pobres. Pero de ninguna manera pretende que el pueblo la vea como una diosa y se hinque para venerarla. Ni tampoco que haya fanáticos que para defenderla estén dispuestos a golpear a sus compañeros, amigos o familiares, e incluso a clavarles un puñal en la espalda.
Por lo que ha mostrado hasta ahora, la doctora Sheinbaum Pardo se prepara para gobernar México con racionalidad, inteligencia y justicia. Su idea es que los mexicanos que viven en la pobreza salgan de ella trabajando y llegue el día que se puedan sostener, crecer, desarrollarse y acceder a una vida digna. Los apoyos del gobierno no pueden ser para siempre.
Claudia Sheinbaum visualiza un México pujante, en desarrollo permanente; un México que apueste a la ciencia y la tecnología y no a la sobrevivencia a través de programas sociales y a la benevolencia de los gobernantes en turno.
Ahí está la diferencia. En el estilo personal de gobernar Claudia Sheinbaum se perfila como una Presidenta inteligente, culta, con visión de futuro… una estadista equiparable a la canciller de Alemania, Angela Merkel. Y seguramente rechaza la posibilidad de ser administradora de la miseria y la marginación y que la gente la quiera por hambre, no por ser una buena gobernante.
El cambio en el estilo de gobernar entre López Obrador y Claudia Sheinbaum se vislumbra en las dos reuniones que tuvo con gobernadores del noreste de México.
La próxima presidenta ofreció que su gobierno hará una obra prioritaria en cada estado y en la Ciudad de México… una obra no a capricho, ni lo que al Ejecutivo se le ocurra, o una obra que le permita hacer negocios o llevarse una buena comisión.
Serán obras convenidas con los gobernadores; obras que interesen a la gente, que les sirvan. Y se privilegiarán las relativas al agua y riego agrícola y a carreteras y movilidad ciudadana.
López Obrador redujo las inversiones de su gobierno para infraestructura en el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas, el tres interurbano México-Toluca que le dejó de herencia Enrique Peña Nieto y el aeropuerto Felipe Ángeles que sirve para maldita cosa.
Claudia Sheinbaum, con otra visión, con otro estilo personal de gobernar, anuncia que repartirá riqueza a los 31 estados y a la Ciudad de México.
Y hay la confianza de que esa sea la primera de muchas decisiones que terminen con la centralización asfixiante del dinero público. Claudia Sheinbaum parece dispuesta a abrir la caja fuerte que López Obrador instaló en Palacio Nacional y mantuvo cerrada a piedra y lodo.
La verdad es la verdad
y no admite otros datos