Migración a la inversa
¬ Luis Ángel García lunes 5, Ago 2024Por la Derecha..!
Luis Ángel García
Entre 1970 y 1985 hubo un auge de los gorilatos en América Latina, sucesivos golpes de Estado impusieron sendas dictaduras militares que suprimieron la democracia y las libertades civiles; la represión mediante los fusiles acabó con los mandatarios constitucionales, la oposición, líderes políticos, intelectuales, estudiantes o simples ciudadanos que estuvieron en el lugar equivocado a la hora equivocada. México, acorde a su política humanitaria de asilo, dio refugio a miles de argentinos, chilenos, uruguayos y haitianos, entre otras nacionalidades, quienes fueron acogidos por la hospitalidad mexicana y encontraron trabajo como profesores e investigadores —muchos de ellos, incluso se nacionalizaron—. Pero no todos los casos de refugio fueron por cuestiones políticas, México es tradicional país de tránsito de aspirantes a conquistar el sueño americano que ven frustrado su intento y se quedan aquí.
Sin embargo, a la inmigración por razones de trabajo para tener un mejor nivel de vida, se sumó la originada por la violencia en Centroamérica. En Guatemala, en 1982, el gobierno castrense desató una furiosa represión contra la población civil, especialmente la rural; los Kaibiles —grupo de élite del Ejército chapín, que después se enroló con los cárteles mexicanos como Los Zetas y preparó a los sicarios—, exterminaron a los campesinos guatemaltecos, quienes para salvar sus vidas huyeron por la porosa frontera del Suchiate. Sus pares mexicanos les dieron techo comida y protección, posteriormente la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) les otorgó la calidad de asilados por razones humanitarias y organizó, a través del gobierno federal, campamentos con viviendas, alimentación —a través de la Conasupo—, servicios de salud —IMSS-Coplamar—, educación básica en aulas exprofeso o en escuelas cercanas a los refugios, además de ocuparlos en actividades agrícolas en la zona o en la industria de la construcción como mano de obra en carreteras o caminos vecinales, incluso en presas como Chicoasén.
Quién iba a pensar que cuatro décadas después, el flujo migratorio iba a ser a la inversa. La pérdida de la gobernabilidad en Chiapas —como en muchas regiones del país—, las actividades ilícitas del crimen organizado y de los grupos delictivos locales provocaron innumerables masacres, desplazamientos, despojo de tierras, secuestros, extorsiones, trata de personas, flagelo a migrantes, cobro ilegal de impuestos o derecho de piso, cultivo y tráfico de drogas. La descomposición social del estado no es atribuible sólo a los gobiernos de la 4T, también son responsables los sexenios priistas que no pudieron o no quisieron sacar de la postración a lacandones, tzotziles y chontales. Chiapas es rico en recursos naturales, aunque su explotación ha sido de oligarquías y grandes terratenientes que desterraron a los nativos. Las zonas cafetaleras fueron el motor de un pobre desarrollo excluyente que junto con todo el sureste mexicano se ha caracterizado por su retraso y pobreza.
El actual y anodino gobierno de la 4T se lleva las palmas. No supo administrar la pobreza y lejos de aprovechar el condicionamiento de los multimillonarios recursos en programas sociales, aplicó la política de dejar hacer, dejar pasar para empoderar al crimen organizado y las bandas regionales, las cuales suplantaron a “las autoridades formales” desde el nivel municipal; impera la ley de la selva ante la mirada complaciente del gobierno federal y de un Ejército sin estrategia para contener conflictos o combatir a los delincuentes y tampoco brinda protección a los chiapanecos.
Peor aún, la todavía canciller minimiza la crisis migratoria de sureños que huyen aterrorizados por la violencia hacia Guatemala en busca de seguridad y paz, con el argumento de que el éxodo de compatriotas es por el temor de ser reclutados como sicarios, punta del iceberg de un problema más complejo: la pérdida de gobernabilidad en México, el control del crimen organizado de toda actividad económica y el condicionamiento a los residentes de aceptar las reglas que imponen los mafiosos.
Esta migración a la inversa, cuarenta años después, es muestra del fracaso del proyecto político de la 4T.