En el juego del futurismo, no aparece ninguna posible mujer sucesora de Sheinbaum
Miguel Ángel Rivera viernes 5, Jul 2024Clase Política
Miguel Ángel Rivera
En los tiempos del hegemónico PRI, el anuncio de los integrantes del próximo gabinete presidencial desataba el juego conocido como “futurismo”, que consistía en descubrir quiénes, entre los futuros altos funcionarios federales tenía formación, alianzas y otras capacidades para convertirse, en poco más de cinco años, en el siguiente candidato y virtual Presidente de la República.
Con la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador, quien ha tratado de recuperar y acrecentar los poderes metaconstitucionales de los mandatarios del largo periodo del “priato”, ese juego de anticipar el futuro ha perdido parte de su encanto, pues ahora según declaraciones del propio inquilino de Palacio Nacional, los cargos de alta responsabilidad ya no se asignan por la capacidad política, académica y profesional de los elegidos, sino por su fidelidad a la causa, es decir, al creador, líder y guía de la llamada Cuarta Transformación.
Otro factor muy importante que prevalece en la actualidad es que todavía no se despeja la duda acerca de la función y capacidad de decisión que conservará ese líder moral, pues permanece la sospecha de que trata de consolidar un nuevo maximato con acento tropical y que su sucesora, la ahora Presidenta Electa, no parece dispuesta a librarse de ese yugo, pues de manera explícita y repetida ha manifestado que su intención es edificar el segundo piso de lo que se presenta como un supuesto cambio histórico en la vida nacional. Y, si se trata de continuar una obra, por lo menos se tendrá que tomar el parecer de quien es el creador, pues ¿qué pasará si en esa segunda etapa se intenta alguna modificación que no sea del agrado del jefe máximo?
En ese sentido, los que se dicen conocedores de los interiores de la llamada Cuarta Transformación aprecian una señal de independencia de criterio de parte de la heredera, respecto de su antecesor, en el nombramiento, ayer ratificado, del próximo secretario federal de Seguridad, Omar García Harfuch, quien ha sido un cercano y confiable colaborador de la Presidenta Electa, pero que no goza de la simpatía del inquilino de Palacio Nacional. Como evidencia de lo anterior se recuerda que desde el centro del poder se impidió que el especialista en seguridad pública fuera el candidato oficial al gobierno de la Ciudad de México y, en vez de eso, se maniobró apenas veladamente para imponer a la mandataria electa, Clara Brugada, quien según las evidencias no disfruta de la simpatía de su antecesora en el cargo, quien tendrá supuestamente las riendas de la corriente oficialista a partir del 1 de octubre, cuando rinda protesta ante el Congreso de la Unión.
El resultado es que, a menos de cambios radicales en el futuro de la mencionada Cuarta Transformación, por el momento, el referido García Harfuch, queda descartado como potencial candidato presidencial para 2030. Las resistencias en su contra se localizan precisamente dentro de la corriente oficialista que ya se manifestaron cuando le impidieron llegar a la candidatura para el gobierno capitalino.
Los emisarios del pasado aparecen como potenciales candidatos
En este gustado juego de adivinanzas, quienes aparecen con mayores posibilidades de aglutinar simpatías y, eventualmente, encabezar corrientes de seguidores para llevarlos a la nominación presidencial son personajes considerados ajenos por las corrientes radicales de la 4T, pues iniciaron sus trayectorias públicas mucho antes de la contundente victoria del político de Macuspana en el 2018: Marcelo Ebrard Casaubón y Juan Ramón de la Fuente Ramírez.
De hecho, el también ex jefe de Gobierno de la Ciudad de México (entonces Distrito Federal) ya encabeza un importante grupo de militantes de la llamada Cuarta Transformación, pero para su infortunio se evidenció en circunstancias muy negativas para Ebrard y para sus cercanos.
Esa agrupación adquirió relevancia durante el proceso interno de selección de candidato presidencial de Morena, en el cual Ebrard apareció como el principal contendiente de la finalmente triunfadora Claudia Sheinbaum Pardo, solamente desplazado por artimañas denunciadas por sus allegados, que consistieron básicamente en una selección previa de entrevistados para inclinar las encuestas organizadas por el partido en beneficio de la favorita de Palacio Nacional.
Esa fugaz rebelión fue prontamente sofocada desde el trono de la 4T y, paulatinamente, Ebrard volvió al redil y su recompensa es la Secretaría de Economía del gobierno entrante.
Por anticipado, se da por seguro que el también ex secretario de Relaciones Exteriores tendrá éxito en el cumplimiento de la función asignada que ofrece importantes retos, como es la negociación del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos y Canadá, conocido como T-MEC. En la relación comercial con los vecinos aparece como sombra negra la posible reelección en la Unión Americana del empresario Donald Trump, quien reiteradamente se ha expresado contra ese acuerdo comercial, por considerar que sólo beneficia a México y contraviene su lema de que los Estados Unidos deben estar siempre por delante.
Ebrard sabe bien del trato con Trump, quien se ha expresado despectivamente de las negociaciones con el Presidente mexicano, López Obrador, y de quien fuera su secretario de Relaciones Exteriores, pero en la práctica se mantienen las buenas condiciones para la economía mexicana, potenciadas por la relocalización de plantas productivas derivada de la conflictiva relación de la vecina potencia del Norte con China.
Con todo y que se reconoce a Ebrard su gran capacidad, demostrada desde que fue reclutado por su primer jefe, Manuel Camacho, por ser uno de los más destacados alumno del Colegio de México, los méritos alcanzados no parecen ser suficientes para llevarlo a una nominación presidencial.
Entre su palmarés está el haber cedido en dos ocasiones sus posiciones para impulsar al ahora jefe de la 4T, López Obrador, pero ya se sabe que éste no se siente obligado a pagar deudas y por ello no le cedió la candidatura presidencial, como muchos suponían.
De estas reacciones humanas sabe muy bien el psiquiatra Juan Ramón de la Fuente Ramírez, quien es considerado una de las figuras de mayor dimensión intelectual en el equipo de Sheinabum.
Egresado de la Facultad de Medicina de la UNAM y de la Clínica Mayo de Rochester, Minnesota, profesor de la UNAM desde 1980 en donde fue Coordinador de la Investigación Científica, director de la Facultad de Medicina y rector durante dos períodos, aceptó ser secretario de Salud durante la administración de Ernesto Zedillo, pero dejó en claro no ser militante partidista.
Esta posición la mantuvo al ser nombrado por López Obrador representante permanente de México ante la Organización de las Naciones Unidas, pero esa distancia respecto de la militancia partidista desapareció al ser incorporado por Sheinbaum como miembro distinguido de su equipo de campaña, donde cumple funciones de coordinador y de vocero ante medios de comunicación.
Por el contrario, quien hace gala de militancia dentro de las filas de Morena es su todavía presidente nacional, Mario Delgado Carrillo, quien se formó bajo la sombra de Ebrard, pero de quien marcó distancia desde el partido, presume todas las victorias obtenidas por su partido y satélites, lo que lo llevó a ser nominado titular de la fundamental Secretaría de Educación Pública, en donde deberá definir si mantiene la tendencia de mantener las escuelas en centros de adoctrinamiento o si opta por fortalecer los programas de estudio para elevar el nivel académico de los niños y jóvenes.
Además, tendrá que lidiar con conflictivas y poderosas organizaciones sindicales, en particular la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) que en ocasiones aparece como aliada de la llamada cuarta transformación, pero otras veces se muestra aliada, según le convenga.
En estas especulaciones no aparece como potencial candidata ninguna mujer. La secretaria de Relaciones Exteriores y futura titular de Medio Ambiente, Alicia Bárcena, ganó gran prestigio en el extranjero, pero tiene poca vinculación con las corrientes de Morena.
La futura secretaría de Gobernación y actual cabeza de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, no gusta de la promoción personal, pero cumple en todos los cargos.