Urge renuncia de Norma Piña
Armando Ríos Ruiz viernes 5, Jul 2024Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Al Presidente le urge acelerar la salida de la ministra Norma Piña, como presidente de la Suprema Corte. Le urge consumar una de tantas venganzas almacenadas en su pecho, que no es bodega para guardar ciertos dichos, pero sí para almacenar adentro de él todo el veneno que ha acumulado durante muchos años, para destilarlo en momentos como el que vivimos, cuando ha puesto en la mesa de la discusión pública la reforma al Poder Judicial.
Cuando Yasmín Esquivel fue nombrada ministra de la Corte, se cuestionó su postulación por ser esposa de José María Riobóo, contratista del Primer Mandatario cuando fungió como jefe de gobierno. Ante el Pleno del Senado, la futura ministra afirmó que ejercería el cargo “con plena autonomía, independencia, responsabilidad y transparencia que reclama la función jurisdiccional.”
Algunos medios festejaron el nombramiento del nuevo miembro de la Corte y destacaron su preparación suficiente en diversas aulas. Mencionaron que era licenciada en Derecho por la UNAM y doctora en Derecho por la Universidad Anáhuac, en coordinación con la Universidad Complutense de Madrid.
Parecía que todo había sido planeado por la mente maestra del Primer Mandatario, para imponerla también como Presidente de ese organismo que representa uno de los tres poderes del Estado y tras terminar su período Arturo Zaldívar, obediente suyo de manera lacayuna, alguien tenía que salir con su domingo siete para echarle a perder su plan.
El investigador Guillermo Sheridan dio a conocer el plagio de la tesis para obtener el título de la UNAM. Después se conoció también el plagio para el doctorado y… todo se derrumbó. Lo imperdonable es que, con esas credenciales, la señora haya continuado en esa institución que exige los alcances académicos más puros y eficientes, cuando en cualquier país con un gobierno altamente exigente y no en uno de caricatura, hubiera sido fulminada de inmediato.
La señora se hundió en el silencio de su vergüenza y no se había vuelto a saber de ella, salvo en ocasiones en que su nombre era citado sólo para asociarlo con esas conductas. Las evidencias de los plagios sirvieron para evitar que un ineficiente más ocupara una función tan delicada. Aunque eso hubiera sido igual que poner una raya más al tigre en esta administración de ineficaces y corruptos.
Pero aún sirve aunque sea para tratar de hacer daño, obediente a la voz del amo. Acaba de olvidar su silencio para reaparecer a petición de un gran favor.
Pidió a Norma Piña su renuncia como presidente de la Corte. Nadie piensa que fue motu proprio. Todos lo que conocen del asunto opinaron que fue el mismo Jefe del Ejecutivo quien le ordenó hacerle este favor con la presunta ingenua idea de que la ministra, sin pensarlo mucho, responderá afirmativamente a esa descabellada petición y así evitar llegar a los agrios días de echar encima a este asunto a todo el Congreso mayoritario sospechosamente.
En su ciega obediencia, la ministra olvidó que es ella misma quien debió haber presentado su renuncia hace mucho tiempo. O tal vez no tuvo siquiera un espacio para pensar en su propia condición, cuando la orden llegó desde la cuna de su nombramiento como ministra, sin siquiera tener en regla el título que le permitiría desempeñar ese cargo, cuya importancia lo demanda.
En su doble jugada, el Presidente opinó que no hace falta que renuncie. solo que continúe el debate sobre la reforma. Hacer un buen análisis y un buen diagnóstico. Que se revise, que se vean los tiempos y el procedimiento”. Cuando detuvieron a Rosario Robles, dijo que era su gran amiga. Pero por otro lado atizaba al juez para que la condenara, de acuerdo con muchas versiones del caso.
A lo anterior se sumaron los diputados de la 4T con un punto de acuerdo en la Comisión Permanente, en el cual también piden la renuncia. ¡Qué casualidad! Argumentaron la difusión de supuestos actos intimidatorios contra magistrados electorales y su intromisión en el proceso electoral y su relación de alianza con un partido político, sin ninguna prueba. ¿Y la visible actuación del Presidente?