El dinosaurio sigue vivo, pero transformado y más poderoso
Miguel Ángel Rivera lunes 1, Jul 2024Clase Política
Miguel Ángel Rivera
Con todo respeto al gran escritor hondureño, nacionalizado guatemalteco, Augusto Tito Monterroso me permito hacer un agregado al más famoso de sus minicuentos:
“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”, pero se transformó.
Ese es, para mí, el resumen de lo ocurrido en las elecciones del pasado 2 de junio y es la base de lo que vivimos en la actualidad, así como de lo que vendrá en los meses venideros, al consolidarse el control absoluto de la política nacional por parte de un sólo grupo todavía encabezado por el primer mandatario saliente, Andrés Manuel López Obrador.
Durante toda la larguísima campaña, primero “interna” y luego abierta, uno de los temas centrales de la candidata de la coalición gobernante (Morena-PT-PVEM) y luego del resto de sus candidatos, fue la descalificación del bloque opositor (PAN-PRI-PRD) con la etiqueta de PRIAN, con lo cual se logró consolidar en la mayor parte de los electores la idea que quienes se oponen a la autodenominada “Cuarta Transformación” son emisarios de un pasado donde todo fue aparentemente negativo, sino que se le reconozca ni el mínimo positivo.
La propaganda resultó exitosa, a pesar de que, como se ha comprobado de manera reiterada, la coalición oficialista se ha nutrido de los desperdicios del PAN y mucho más del PRI, esto sin contar que desfondó al PRD, al grado de que perdió el registro nacional en los recientes comicios, por no llegar al tres por ciento de los votos, como exigen las normas electorales. Salvo ajustes de último momento, al llamado partido del Sol Azteca se le reconocen tan sólo 1.85% de los votos emitidos para la elección presidencial, 2.27% para la elección de senadores y 2.43% para la elección de diputados.
Fundado en 1989, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) tuvo su mayor avance en las elecciones federales del 2006, cuando postuló por primera vez, sin éxito, a Andrés Manuel López Obrador como su candidato a la Presidencia de la República, pero logró el mayor número de diputados federales (127) y senadores (29) de toda su historia.
Nunca más pudo superar esos números de escaños y curules ocupadas en el Congreso de la Unión. Por ejemplo, en la Legislatura LXV, elegida en 2021, que concluye su ejercicio el próximo 31 de agosto, sólo tiene tres senadores y 12 diputados federales.
Hasta el último corte de información del cómputo federal del INE, el partido del sol azteca tiene un total de un millón 121 mil 20 votos para el cargo de presidencia (1,121,020), mientras que los votos nulos para el cargo de presidencia se han contabilizado en un millón 400 mil 144 (1,400,144), resultados que no le permiten mantener el registro nacional, ni alcanzar representación en ninguna de las dos cámaras del Congreso de la Unión.
Esta caída refleja la pérdida de apoyo popular y la dificultad del PRD para mantenerse relevante en el panorama político actual, marcado por la polarización entre Morena y sus opositores.
Si el PRD se desfondó con la salida de López Obrador y sus seguidores, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) registró un flujo negativo que no se derivó del arrastre del político tabasqueño, sino que arrancó desde la aparición de la llamada Corriente Democrática, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y otros personajes como Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez.
Algunos de los renunciantes al PRI tuvieron un paso por el PRD, pero otros muchos se mantuvieron en el todavía poderoso partido tricolor, sobre todo alentados con la posibilidad de recuperar antigua grandeza luego de recuperar el gobierno federal, después de dos sexenios poco exitosos de los panistas Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, encabezados por el popular gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, pero que en la práctica terminó por arruinar a su instituto político con un gobierno que consolidó la mala fama de corrupción entre los supuestos herederos de la Revolución Mexicana, que, por cierto, ya había sido dada por cancelada por José López Portillo, quien se declaró el último mandatario surgido de esa histórica etapa.
También influyeron en esa caída las diferencias internas del PRI, pues la dirigencia encabezada por el ex gobernador de Campeche Alejandro “Alito” Moreno Cárdenas, no logró coordinar a todas las corrientes internas, pero tampoco nadie fue capaz de marcarle el alto, pues todas sus acciones estuvieron apegadas a las normas internas, por lo que ni siquiera pudieron ser impugnadas ante los órganos electorales.
Como en forma abierta no resultó posible bloquear las acciones decididas por “Alito”, muchos de los inconformes actuaron en forma encubierta, sobre todo entregaron las plazas a la avasalladora Cuarta Transformación, al grado que ahora domina casi toda la República. Esa débil resistencia se explica también por versiones no siempre comprobadas, pero siempre latentes, de corrupción y otras irregularidades en los gobiernos de los estados, al grado que el PRI sólo gobierna dos de las 32 entidades federativas.
También contribuyó a consolidar esas versiones de derrotas pactadas el hecho de que los abatidos gobernadores priistas recibieron recompensas de parte del líder y guía de la llamada Cuarta Transformación, el presidente López Obrador, quien se encargó de recalcar que los premios eran porque los entregados “rivales” se abstuvieron de interferir en los respectivos procesos electorales.
Ante esta situación de dominio casi total de Morena y aliados, ante las recientes elecciones federales se registró la avalancha final desde las filas del tricolor hacia las praderas guindas. Si se revisa, con detenimiento, desde los altos niveles de la política hasta las menos valoradas pero muy importantes organizaciones de base son grandes las cifras de desertores, lo cual avala la definición de que ese traslado consolidó al PRIMOR, no al PRIAN.
Conocedor de todos los detalles, las fortalezas y las debilidades, del sistema político nacional, el inquilino de Palacio Nacional no se conformó con la transfusión de fuerzas de otros partidos, sino que se aseguró el voto popular mediante la acción permanente y apenas encubierta de decenas de miles de “servidores de la nación” que utilizaron las programas sociales del gobierno como carnada para atrapar voluntades y votos. Fue la más grande operación de estado para conducir las elecciones.
Antes de los comicios circulaba la versión de que muchos ciudadanos mentían ante las encuestas, al asegurar que votarían por la llamada Cuarta Transformación, pero que en realidad simpatizaban con la oposición. En los hechos fue lo contrario, muchos aparentaron disgusto, decepción o enojo con el grupo gobernante, pero en realidad le refrendaron su lealtad.
Un ejemplo destacado es la Ciudad de México. Antes de las elecciones eran comunes y mayoritarias las críticas al gobierno de la llamada Cuarta Transformación. Todavía en las filas para la votación parecíamos mayoría absoluta los opositores, pero a la hora de recontar los votos resultó que fue mayor el número de quienes habían devuelto su confianza al gobierno que había sido superado por la misma coalición opositora apenas tres años atrás, en las elecciones intermedias de 2021.
¿Fraude? ¿Operación de Estado?
Lo que haya sido. Pocas protestas. Hasta quienes parecían más radicales en la oposición pronto aceptaron los resultados. Hizo falta un nuevo López Obrador que protestara y organizara un “gobierno legítimo” para invalidar un supuesto fraude en su contra.
Aquí, nada.
Ahora lo que se viene es peor: con la anuencia de sumisos organismos electorales, con artimañas, se viene la sobrerrepresentación de la llamada Cuarta Transformación en el Congreso de la Unión y, a cambiar leyes, incluida la Constitución para aprobar las iniciativas enviadas no por la flamante Presidenta, sino por el hombre que se supone va en camino de la jubilación.
La figura de Andrés Manuel López Obrador, quien a pesar de dejar la Presidencia, sigue siendo una influencia dominante, es central en esta reconfiguración.
Hasta ahora, la virtual presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo, se mantiene como una disciplinada discípula, lista para hacer realidad los proyectos de su líder y guía, quien va en busca de algo que le criticó a su partido de origen, el PRI: dejar el control de todo el país en una sola persona.